Los gobernantes cubanos quisieran que la mayoría de la fuerza laboral del país se desempeñara en las entidades estatales. De esa manera garantizarían que esa gran masa de trabajadores se vea obligada a manifestar apoyo al Gobierno, o en su defecto a simular esa adhesión. Esos son los que nutren las marchas del Primero de Mayo, los mítines de repudio, y otras actividades que organizan las autoridades.
Por tal motivo, cada ciudadano que logre empoderarse económicamente al margen de la maquinaria estatal es, aunque la propaganda oficial a veces se empeñe en no reconocerlo, una pequeña derrota para el totalitarismo castrista.
Pero, por supuesto, la jerarquía castrista no se queda con los brazos cruzados ante tal situación. Ellos han decidido que mediante la sindicalización de los actores económicos no estatales (los trabajadores por cuenta propia, los cooperativistas no agropecuarios y los integrantes de las MIPYMES privadas) se pudiera lograr el control político-ideológico de esos colectivos laborales.
Claro, una sindicalización bajo el manto de la oficialista Central de Trabajadores de Cuba (CTC). El régimen nunca va a permitir que florezca algún tipo de sindicalismo independiente entre esos actores económicos. Aquí en Cuba, piensan los dirigentes castristas, no habrá espacio para ningún sindicato al estilo del polaco Solidaridad en los años 80 de la pasada centuria.
Mas las noticias no son buenas para el aparato del poder. Ha trascendido que en La Habana, por ejemplo, solo el 4,1% de los trabajadores no estatales del sector de la construcción están sindicalizados. Eso significa que alrededor de 37.000 trabajadores no están afiliados a los sindicatos oficialistas.
Con el propósito de revertir tal estado de cosas, unos 60 cuadros profesionales del sindicato oficialista de la construcción emprendieron recientemente un recorrido por el territorio habanero. Así lo informó el periódico Trabajadores en su edición del pasado 12 de febrero.
Pretendían sindicalizar a los trabajadores de más de 270 MIPYMES de la construcción ubicadas en el territorio capitalino. Acometieron semejante cruzada con el argumento de que deseaban representar a esos colectivos de obreros ante cualquier problema que se les pudiese presentar. Sin embargo, las respuestas que recibieron de parte de esos trabajadores privados no fue muy satisfactoria: solo en el 52% de las entidades visitadas sus colectivos manifestaron disposición de afiliarse a los sindicatos.
O sea, que para esos trabajadores no estatales queda claro que el supuesto objetivo de la representación sindical no es más que un subterfugio para encubrir el verdadero propósito de las autoridades, que no es otro que mantener una especie de correa de transmisión para que a esos colectivos de obreros llegue el mensaje ideológico de la cúpula del poder. Dicho de otra manera: cercenar la libertad que el trabajo privado les confiere a los colectivos que lo practican.
Los estatutos del sindicalismo cubano establecen que la afiliación constituye un acto voluntario del trabajador, y que nadie puede ser obligado a afiliarse a un sindicato, o soportar formas de presión directas o indirectas para ello. No obstante, la realidad indica que constantemente los directivos de la CTC intentan violar la voluntariedad refrendada en los referidos estatutos.
Los cruzados que visitaron las MIPYMES habaneras han expresado que volverán a las entidades donde recibieron las respuestas negativas de sus colectivos.
Tampoco hay que olvidar que el mandamás de la CTC, Ulises Guilarte De Nacimiento, ha manifestado que la tarea principal que tiene la central sindical castrista es la afiliación de la mayor cantidad de trabajadores del sector no estatal. Tal vez el señor Guilarte De Nacimiento imagine que del éxito de esa tarea dependa su permanencia en el poderoso Buró Político del gobernante Partido Comunista de Cuba.