121 años después, termina el siglo de Cuba para dar inicio al siglo de los cubanos. Un fin tenso, amargo, de triple agotamiento ―en los límites de su liquidación― para el país, para la nación y para los fundamentos del Estado, tal y como fue concebido por el proyecto republicano de los fundadores.
La paradoja del enunciado es reveladora del difícil proceso de construcción de una posibilidad nacional, frustrada, en el que la Historia en mayúsculas ahogaba las historias en minúsculas de las y los cubanos en la duración de un siglo largo. Ha pesado más la Historia sobre nuestras historias que el peso y la significación de nuestras historias en la conformación de la Historia. Ya no más.
¿La razón de este particular desarrollo? El control de la narración y del poder dentro de una misma élite continuada. Y endogámica. Si en algún lugar los hechos han pretendido nacer del vientre de una narración y desde quienes controlan el poder, también de la narración, ese es Cuba. Con tres resultados: el de la historia, como disciplina, redefiniendo los límites permitidos del relato pasado; el de la historia del presente "revolucionario" como mística y mito, es decir, sin historia ―algo tan del gusto del racismo de la solidaridad oficial extranjera―, y el del divorcio abismal entre el poder que intenta narrarse desde el poder, con mucha grosería, y la vida ordinaria de la gente.
La identidad circular, históricamente recreada, entre Cuba y el régimen es lo que termina por reventar en este fin de ciclo, en el que la fecha del 20 de mayo solo nos sirve como un buen pretexto reflexivo por lo que esconde y encierra como potencia: la de retomar el ideal republicano contra la pretensión de naturalizar una monarquía ideológica. Bien extraña a Cuba.
Y este reventón no lo provoca una invasión extranjera; lo producen, por fortuna, las y los cubanos desde dentro, para cerrar el siglo de la Cuba que nació en 1902 aplastando, contra su propio ideario republicano, a sus nacionales. Porque la mentalidad que en los años 30 del siglo pasado se negaba a que los cubanos recibieran los altos salarios que le ofrecían a los norteamericanos, es la misma que durante casi 40 años negó el acceso de sus nacionales a los hoteles pensados y construidos para extranjeros, y hoy prefiere a los capitalistas foráneos en detrimento de los capitalistas del patio. Este, un único ejemplo de cómo Cuba se ha pensado, construido y consolidado, no solo de espaldas, sino contra las y los cubanos.
Estos últimos están destruyendo, erosionando y carcomiendo un modelo de nación, en su versión pervertida, que se remonta a José Antonio Saco, el ilustre estadista cubano del siglo XIX: exclusivamente blanco, que desprecia al otro color al tiempo que coopta y cobija a su elite; monoproductor (ayer el azúcar, hoy el turismo), con una burocracia rentista y extractiva; con una visión del populismo que se detiene en la dieta minimizada, en la reparación del cuerpo y la mente que daña y en la instrucción funcional; con una academia e intelectualidad escolásticas, en el que las narrativas y el lenguaje sirven para afirmar lo que se niega y negar lo que se afirma con igual legitimidad y sin sonrojo alguno; doctrinariamente débil, lo que explica el pragmatismo rígido y limitado de supervivencia del poder; orientado al exterior, para vender azúcar, turismo, médicos y mitos, y altamente represivo frente a los de abajo: represión liberal, represión autoritaria, represión totalitaria o represión autocrática, propias del modelo saquista desde su creación (principios del siglo XIX) hasta su liquidación social (principios del siglo XXI).
La destrucción, erosión y carcoma creativas de este modelo por parte de la gente común es la mejor noticia que podemos recibir en este segundo decenio del siglo que corre. Pero estamos, una vez completada esta magnífica tarea social y cultural, frente a muy serios desafíos.
El primero de ellos, el de completar el salto de pobladores cautivos a ciudadanos activos de una nación-Estado que todavía persiste en construirse como Estado-nación. En ese tránsito, debemos pasar de la expresión necesaria y legítima del malestar, en la que todavía prevalece la mentalidad de que estamos al servicio del Estado, a la expresión de una ciudadanía activa basada en la mentalidad de que es el Estado el que está al servicio, no ya de la población, sino de las y los ciudadanos.
El segundo, es institucional: procurar que la arquitectura institucional del Estado se parezca a la estructura social e identitaria de la sociedad, en toda su pluralidad y diversidad. Eso equivale al Estado de Derecho, que nace de los derechos fundamentales de la persona, y no de los derechos reproductivos del Estado.
El tercero, tiene que ver con la naturaleza del poder. A una sociedad cada vez más auto democratizada, con una impresionante diversidad estética y un pluralismo cada vez más rico y sofisticado, corresponde un Estado de igual naturaleza, en consonancia con los orígenes de nuestra nacionalidad y de nuestro formato cultural abierto. Es una aberración institucional, citando un ejemplo, que una ideología que representa menos del 1% de la población controle a la rica diversidad religiosa de más de seis millones de cubanas y cubanos a través de un departamento especial creado para tales propósitos. Estado y nación deben parecerse.
El cuarto de los desafíos tiene que ver con la naturaleza republicana del Estado. En sentido estricto, lleva mucha razón el prestigioso jurista cubano Julio Antonio Fernández Estrada cuando dice, con toda la seriedad de la broma, que la Constitución cubana es la más breve de las constituciones escritas porque su contenido operativo se reduce a un solo artículo: el número 5. Los restantes 228 artículos, con su preámbulo, sus 13 disposiciones especiales y sus dos disposiciones finales, constituyen la cubierta narrativa que se derrite frente a la imposición de un poder sin soberanía. Y un poder efectivo sin soberanía legitimante se convierte en Cuba en una monarquía ideológica, obligada a dar un subsiguiente paso: colocarse por encima de la Constitución y de las leyes para poder actuar frente a la sociedad. Una que no lo eligió como poder soberano ni tiene mecanismos para determinar sus decisiones. Resolver este desafío, uno de los más importantes, pasa por que una cifra crítica de ciudadanos y ciudadanas asuma como contenido cierto y legitimador al resto de la narración constitucional.
El quinto de ellos es el desafío-país. Es asombroso cómo en un territorio sin guerras se ha destruido casi toda la planta industrial y productiva acumuladas por nuestra inserción histórica en la economía global desde la primera y segunda revoluciones industriales, esto sin que hayamos podido conectarnos plenamente con la tercera y cuarta de estas revoluciones. Aparejado a la distorsión del saber económico y de la estructura de la propiedad, el país físico languidece, como metafóricamente refleja toda la armazón arquitectónica nacional, pierde saberes y capital humano, y no tiene capacidad estructural para alimentar a una población menguante y envejecida. El contraste mejor para entender la magnitud de este desafío es con Ucrania. Un país que soporta una guerra de agresión, abastece de cereales a África; Cuba, un país en paz, no es capaz de proveer a la reproducción biológica de su población. ¿La salida? Movernos hacia una economía del común, que ponga en primer lugar las posibilidades y los derechos de las y los ciudadanos, y no los del privilegio.
El sexto desafío es el de nación. En tres aristas naturalmente relacionadas. La de un Estado que se divorcia de una nación heredada para inventarse una ideológica, la de unos nacionales que abandonan sucesivamente la base territorial de su nacionalidad bajo la presión del Estado ideológico, y la de una nación que no puede cerrar sus ciclos de soberanía por el control que ejerce un tipo de Estado patrimonialista, no nacionalista, que sigue atrapado en la trampa y dinámica imperialistas. Trampa porque alguna vez se imaginó imperio ―recordemos las incursiones africanas de Cuba―, y dinámica porque no logra romper sus dependencias de los viejos y de los renovados imperialismos contra los que constantemente rebota la nación cubana: España, Estados Unidos y Rusia, sea este en su forma soviética o en modo zarismo 2.0.
Este desafío es mayúsculo. Tendemos a pensar que carecemos de alimentos por la mala administración económica. Pero estoy entre los que defiende la idea de que nuestras carencias se explican, no tanto por los malos manejos del Estado, sino por el tipo de Estado desde el que se ha pretendido crear una nación. Y en tal tipo de Estado, que ve todo lo que lo rodea como su patrimonio ―la idea popularizada de que Cuba es una finca capta muy bien este concepto―, solo se entiende en Cuba por el modelo heredado del liquidado imperialismo español (la trampa a la que hago referencia) y por su reforzamiento en las dinámicas establecidas con los otros dos imperialismos que han definido al Estado, que no a la nación cubana, en los últimos 60 años: los Estados Unidos y Rusia.
Somos nacionales que no hemos podido definir y completar nuestra nación porque no hemos podido darnos el tipo de Estado que define la soberanía en base a sus ciudadanos y no en relación, como nos ha sucedido, con las nociones, el juego y la geopolítica imperialistas. Por eso, paradojas si las hay, tenemos todavía parte de nuestro territorio en manos de los Estados Unidos, tuvimos bases soviéticas durante casi 40 años y se van a ceder, ahora a Rusia, otros territorios por 30 años. ¿Cuál es la diferencia ahora entre la Enmienda Platt y la "Enmienda Putin"?
En todo caso, estamos con esto último frente a la violación del Artículo 12 de la Constitución aprobada en 2019. Lo que bien valdría una demanda contra las autoridades cubanas por violar la Constitución del Estado en un tema esencial de soberanía, compartida ahora voluntariamente con otro Estado, criminal como el ruso. Dos potencias comparten al presente la soberanía sobre nuestro territorio. Ni en la peor de las imaginaciones geoestratégicas habríamos soñado con esta posibilidad. Nos está faltando únicamente China.
Como parece evidente, solo recuperando la soberanía como ciudadanos y como Estado tendremos comida, democracia y nación.
El séptimo y último desafío que identifico es de orden moral y ético. Dos esferas relacionadas, pero distintas. Cuál su base y cuáles sus valores definen el orden moral, muy heterogéneo en una sociedad diversa. Cuál el marco de convivencia y cuáles sus premisas delimitan el orden ético de esa sociedad diversa y, además, plural. Desafío difícil que, como todas las misiones de largo plazo, necesita ser afrontado desde ahora y en forma permanente. Para lo que es urgente arrancar con dos acciones: por la tolerancia de nuestras diferencias y por la pacificación de nuestra comunicación.
El momento para recuperar la potencia anunciada el 20 de mayo de 1902 es crítico, pero nunca ha sido mejor. Y por una circunstancia corregida y aumentada: ni antes de 1902 ni después de 1959 hemos tenido que soportar, como ahora, una clase política exquisitamente mediocre e incompetente que, atrapada en las mallas del poder, pierde la noción de Estado, incluso contra su mismo poder, y a la que solo le queda aplicar frente a la sociedad lo que Michel Foucault llamaba la zona cero del poder, es decir, la fuerza. Ya sin capacidad para narrarse.
La posibilidad de la nueva república está en manos del imaginativo ejercicio de la ciudadanía cívica.
Parece que los años le están pasando la cuenta a Morúa! Siempre ha sido errático este cubano en sus concepciones , con un desfasaje de 180º sobre la verdadera situación que vive Cuba desde 1902 a la fecha . Lo sintomático es que estos supuestos disidentes" , cuando la "caña se pone a tres trozos" , se "asilan" en sus viviendas y no asoman ni la nariz como pasó y pasa con las distintas manifestaciones espontaneas de la irredenta población cubana ! Si se sumaran a estas demostraciones populares , quizás la población los mirara de otra forma , los conociera , los apoyara y en resumen , los respetara!
No es posible despegar sin el “imaginativo ejercicio de la ciudadanía cívica.” Porque no hay dinero; y necesitamos los cerebros ciudadanos con urgencia. La historia, implosiones en las historias. La estabilidad es el gran problema: el país está casi obligado a crear programas para repartir habilidades a su fuerza laboral, y crear programas sociales contra todos los antagonismos culturales. La construcción de instituciones transparentes demanda salarios dignos. La economía, mejor arranca con bajos impuestos, pero con pocos impuestos no se pagan salarios dignos. Y sin impuestos, tampoco hay programas para la fuerza laboral, y sin estos programas se detiene la inversión extranjera. La única solución que parece posible: juntar cerebros ciudadanos para flotar, buscando los fondos necesarios.
Felicidades al valiente que pudo masticar este ladrillo de Morua.
Morua se supero' en la metatranca
LOS RECLUTAS DEL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO Y LOS RECLUSOS SON UTILIZADOS COMO ESCLAVOS. La razón principal para la existencia del servicio militar es utilizar a los reclutas como esclavos. ¿Por qué cualquiera cae preso solo por una palabra mal interpretada o una mirada desagradable? Mientras más presos más esclavos y mientras más larga una condena más tiempo el recluso esclavo estará sirviendo al régimen. Los trabajos que les dan a los esclavos reclusos y reclutas son los más arduos y peligrosos. En el incendio de Matanzas murieron reclutas. ¿Por qué no mandaron únicamente a bomberos profesionales?
EL EMBARGO DEJARÁ DE EXISTIR cuando la Raúl se muera y/o muera la mafia dueña de Cuba, porque el embargo lo ha impuesto la misma mafia. Ahora bien esa mafia siempre busca algún culpable de sus errores y fracasos y ese culpable siempte es EEUU. Si de algo es culpable EEUU es de no haber metido una invasión a Cuba hace 64 años. CUBA SERÁ LIBRE Y SERÁ LA ENVIDIA DEL MUNDO.
La separación familiar ha sido fundamental en el adoctrinamiento del niño para que sean incondicionales del gobierno. Al menor le meten en la cabeza ideas contrarias a la unidad familiar como que la patria está antes que la familia y por tanto deben reportar a las autoridades cualquier conducta antipatriótica de su madre, padre o hermano. En la semántica comunista el concepto de patria está reducida a la dictadura y a quienes forman parte de esa dictadura, especiamente al dictador, antes Fidel Castro y ahora Raúl Castro. Para separar a los hijos de los padres el HP en jefe creó en los años 60 las becas. La dictadura les llama becas a los internados donde los niños viven, estudian y hacen trabajos esclavos lejos de la familia. En una sociedad normal una beca es un préstamo que el gobierno da a un alumno aventajado para estudiar en la universidad, pero los mafiosos de Cuba adulteran el idioma para su propio beneficio. El Servicio Militar es otra herramienta para la separación familiar.