Entre el 11 de octubre y el 15 de diciembre de 2014, en vísperas del anuncio de un acuerdo para restablecer vínculos diplomáticos entre el Gobierno de Estados Unidos y el castrismo, el diario The New York Times publicó una serie de siete editoriales sobre las relaciones entre ambos países, en un lenguaje que a muchos sorprendió por sus diversas coincidencias con el discurso tradicional castrista. Eran los tiempos en que Raúl Castro aparecía como un reformador —con algunas razones para ello— y Fidel Castro boqueaba entre cuatro paredes buscando hacerse sentir con sus reflexiones publicadas a título de compañero en los diarios oficiales.
Algunos especularon entonces que The New York Times buscaba incidir en la política de la Administración Obama. El 17 de diciembre de 2014, apenas dos días después de publicado el último de los editoriales, con el anuncio sorpresivo del inicio de un proceso para "normalizar" las relaciones bilaterales quedó claro que, lejos de buscar incidir, el diario estaba perfilando lo que se avecinaba, en colaboración estrecha con los artífices estadounidenses del acercamiento.
Los editoriales del New York Times llamaban a levantar el embargo, elogiaban la movilización castrista para llevar médicos a África a atender a los enfermos de ébola, y analizaban la política de la Florida como un conflicto entre el anticastrismo que promovía las sanciones y los criterios que tiraban en sentido contrario, según los artículos, mejor informados y libres de rencor.
Aquellos editoriales fueron redactados por el periodista de origen colombiano Ernesto Londoño, y la complacencia del castrismo con sus palabras fue tal que durante una visita a Cuba lo invitaron a las oficinas del diario Granma, propiedad del Partido Comunista y el único con frecuencia diaria junto a su similar de la Unión de Jóvenes Comunistas.
Ocho años después, aparece en The New York Times el artículo "Cuba enfrenta su mayor éxodo, mientras lidia con la crisis económica", escrito por los periodistas Ed Augustin y Frances Robles. La retórica del artículo remite inmediatamente a los editoriales de 2014, y si el tono salomónico del actual no llega a las cimas de aquellos es porque se puede fingir que las condiciones para llenar cuartillas de insensateces permanecen idénticas, pero no se puede cambiar la realidad con ellas: hoy el que boquea es Raúl Castro y Fidel es cenizas, y nada queda de la impresión de reformador que el mediocre militar se supo ganar por prometer, entre tantas cosas, un vaso de leche que nunca llegó.
Si se entiende que la serie de editoriales de 2014 prefiguró algunas de las áreas que inmediatamente después serían atendidas por el anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas, el artículo reciente permite suponer que el Gobierno de Estados Unidos está próximo a dar un giro a su política migratoria con Cuba, no más que eso. Hace mucho se habla de un eventual endurecimiento de las condiciones de acogida de nuestros compatriotas en los límites fronterizos del sur de los Estados Unidos, por donde han llegado más de 220.000 cubanos en un año. El artículo tiene razón al afirmar que es un problema para el Gobierno de Joe Biden y de seguridad nacional para Estados Unidos. La cifra no tiene precedentes en un país que por 60 años ha hecho de las crisis migratorias un sino identitario.
Pero no son las referencias a la crisis de migrantes y los testimonios de algunos aspirantes a emprender la travesía, aunque el mar les quite la vida, los que mueven este artículo, sino la descripción de las causas por las que esa crisis migratoria tiene lugar, y la escogencia de las palabras, hecha con pinzas semejantes a las que usaron los editoriales de 2014, que permitían suponer algún deseo de no incomodar a la dirigencia política castrista.
Mirando retrospectivamente, si había razones para ello en 2014, resulta inadmisible que los autores del artículo reciente describan como causa de la crisis actual que "el país ha sido impactado tanto por las sanciones estadounidenses más estrictas como por la pandemia de Covid-19, que afectó una de las áreas vitales de Cuba".
Se puede entender la ignorancia documental y espiritual del sufrimiento de una nación que comparten Ernesto Londoño, Ed Augustin y Frances Robles, pero no que la agonía actual, uno de cuyos síntomas son las brutales estadísticas migratorias, sea descrita con semejantes falacias.
Hablar de Cuba no puede ignorar que no tenemos un modelo económico desde que el castrismo se entretuvo en robar y destruir la planta industrial, comercial y agrícola con que contaba el país en 1959. Entre taimada y brutal, la élite castrista desproveyó al cubano de todas sus riquezas entre 1959 y 1968. Si hablar de ello es siempre actual, es porque lo que tenemos hoy no es otra cosa que la crisis de aquello que sobrevino a semejante asalto. No hay un modelo económico cubano, hay una rutina de sobrevivencia impuesta a sangre y fuego que ha colapsado. Hay un Partido Comunista que impone a sus figuras de Gobierno sobre cualquier anhelo ciudadano. Y nada de eso es el producto de sanciones las norteamericanas ni el Covid-19.
Los autores del artículo reciente no mencionan el cruel apartamiento del cubano de las monedas aptas para la compra de bienes tan esenciales como leche y carne. Una historia casi tan larga como el castrismo, pero que tuvo un nuevo capítulo en el 2019, con la creación de tiendas de moneda libremente convertible. Desde entonces, solo pueden comprar alimentos quienes tienen tarjetas abastecidas previamente con dólares y euros. De manera simultánea, los alimentos administrados en pesos cubanos fueron reducidos, así como las vías privadas para su adquisición, formadas básicamente por los mercados agropecuarios, las importaciones desde el exterior y el mercado negro.
¿Qué miraban Ed Augustin y Frances Robles en la semana siguiente al 11 de julio de 2021, cuando el Gobierno cubano, asustado por las protestas, decidió de súbito quitar los topes a los precios de los productos agrícolas con los que habían provocado el desabastecimiento por dos años, y abrió la importación de alimentos y medicinas desde el extranjero, algo que pedíamos a gritos en medio de una pandemia con farmacias desabastecidas?
Los autores reproducen el testimonio de William M. LeoGrande, coautor del libro Back Channel to Cuba: The Hidden History of Negotiations between Washington and Havana –la complacencia del castrismo con este texto lo llevó a publicar una edición cubana en el 2016, dos años después de su edición inglesa—, que afirma que Joe Biden ha tardado en actuar sobre las políticas de Trump "por temor a desencadenar el enojo de la diáspora cubana y provocar la ira del senador Robert Menéndez, un poderoso demócrata cubanoestadounidense que preside el Comité de Relaciones Exteriores del Senado".
Nuevamente, el lenguaje conveniente a los intereses del castrismo se desplaza en el artículo, la diáspora cubana como un colectivo enojado, y no como cubanoestadounidenses interesados en que la política de su país de acogida no menosprecie lo que sufre su tierra de nacimiento.
Curiosamente, Robert Menéndez fue abordado en uno de aquellos editoriales de 2014, con lo que queda claro que el senador es un obstáculo eficiente para los que promueven el acercamiento estadounidense al castrismo en menoscabo de los cubanos. Habría que ver si no fue el mismo LeoGrande, académico y asesor demócrata, especialista en América Latina y Cuba —cuyos artículos en The New York Times sobre Cuba se remontan a 1981, cuando escribió "Getting Cuba", buscando eximir a la dictadura cubana de su carácter de "fuente" de la subversión en El Salvador—, el que sugirió a Londoño aquella enumeración despectiva de políticos cubanoamericanos en 2014.
Otra de las personas que cita el artículo es Ben Rhodes, figura esencial de las negociaciones previas al restablecimiento de las relaciones diplomáticas, quien sigue promoviendo la carta del acercamiento a la manera de Obama, sin importar que hace mucho el aspecto de reformador del castrismo es una mueca grotesca y cínica. Encarna el funcionario el discurso que promueve el acercamiento por razones humanitarias y lo que pretende es encimar sobre nuestro país a los empresarios estadounidenses que desean lucrar con las raciones de nuestros presos, los bienes de nuestros ancianos solos pagados por sus hijos en el extranjero, y las mortajas de nuestros mártires, a la lista de los cuales sumamos recientemente a Elizabeth Meizoso, una niña de dos años que desapareció en el mar cuando una lancha militar embistió la embarcación en que huía su madre con ella. La agresión dejó siete muertos.
El artículo afirma que "la caída libre de Cuba se ha visto acelerada por la pandemia: en los últimos tres años las reservas se han reducido y tiene problemas para abastecer los almacenes". Nada menciona de las decenas de hoteles de lujo construidos, en construcción y anunciados para construir. Un espectáculo chocante que ha llenado de grúas no vistas por tres décadas el paisaje habanero y que ha inaugurado hoteles flamantes en un país sin turistas. Muchos de esos hoteles eran erigidos durante la pandemia sin que los cubanos supiéramos de dónde salía el financiamiento, en momentos en que el castrismo afirmaba que no tenía dinero para comprar azitromicina y el número de muertos crecía a espaldas de las estadísticas oficiales.
Tampoco menciona el artículo los ataques sufridos por diplomáticos estadounidenses en la Isla en las postrimerías del mandato de Obama. Ataques descritos como sónicos, pero de tan diversa naturaleza que hace pensar en desiguales fuentes de daño. Ataques que sufrieron también diplomáticos canadienses y que los "especialistas" criollos describieron como serenata de grillos. Las acciones buscaron quebrantar las relaciones entre Estados Unidos y el castrismo, y lo cierto es que los grillos suspendieron su iniciativa cultural luego de que el Gobierno de Donald Trump retirara a sus diplomáticos y cancelara la mano tendida por el Gobierno de Barack Obama.
Pero hay una omisión aún menos aceptable. Al recoger los testimonios de cubanos que se preparan para salir del país, no aparece por ningún lado la libertad como aspiración. Los cubanos parecemos en el artículo de Ed Augustin y Francis Robles un puñado de desafortunados ansiosos por llegar a la gallina de los huevos de oro, y no los representantes de una nación que una y otra vez, en cada una de sus costosas manifestaciones por la falta de medicinas, luz y comida, demanda, de manera prioritaria, libertad.
La periodista Mónica Baró lo reflejó con las palabras siguientes en un debate con el autor que sostuvo en su muro de Facebook: "Concentraste la historia en el embargo y la pandemia y no gastaste ni una sola palabra explicando las causas políticas de nuestra crisis. Esta es una crisis política. Y es irresponsable presentarla como otra cosa. Una crisis que ha provocado mucho sufrimiento en el pueblo cubano, y muchas muertes. Una crisis que no terminaría si se levantara el embargo. Es más profundo que eso y no has llegado a esa profundidad. Era tu trabajo hacerlo y no lo hiciste. ¡Ni siquiera hablaste del 11 de julio ni de los presos políticos!".
Elaine Acosta, intelectual cubana consultada por los autores del artículo y citada de manera breve en él, comentó a Mónica Baró: "Más de media hora de entrevista, donde creo haber sido más que clara de las responsabilidades políticas del Gobierno cubano respecto de la crisis estructural por la que atraviesa la sociedad cubana y de la instrumentalización política y económica de este éxodo. Y ya ves, apenas una brevísima cita sobre los efectos en la reducción de la población. Así que no creo que sea solo un problema de consultar unos cuantos investigadores…".
Pobre favor hacen los promotores de este artículo a los que, de buena fe o con criterio enterado, consideran que la reducción de las sanciones estadounidenses traería algún bien a la nación y que, más temprano que tarde, podría doblegar la voluntad criminal del castrismo y restablecer en Cuba la democracia.
Peor aún, ignoran la movilización de la nación cubana dentro y fuera del archipiélago, y ese es un error que ninguna administración estadounidense puede permitirse. No hay ninguna condición hoy para que los cubanos favorezcamos el acercamiento al castrismo. Nuestras prisiones están atestadas de los mejores ciudadanos y el conjunto de la población ha sido obligado a emigrar por el ceñimiento de la miseria sobre sus esperanzas y futuro.
Dentro de esos cubanos hay millones de estadounidenses que no perdonarán en las urnas el abandono de nuestras aspiraciones, como no lo han hecho desde los años 60 hasta el presente, no por empecinados, ni por el afán de persistir en un discurso obsoleto, sino por un inigualable y magnífico compromiso con la libertad de Cuba.
Trabajé por largos años en El Herald con Francis Robles. Conoce perfectamente la realidad de Cuba. Si no la refleja es bien por afinidades ideológicas con la posición liberal sobre las relaciones con el castrismo, o porque sus editores no se lo permiten. Es una vergüenza.
El que paga impone, y mucha gente está dispuesta a lo que sea por el "cachet" de trabajar para el NYT, que por supuesto dicta lo que se dice sobre Cuba. La triste realidad es que si no lo hace ella, lo haría otro en su lugar. Por lo menos la Robles no es cubana que yo sepa, lo cual no es mucho pero es algo.
Good job, Boris!
Sería muy interesante saber quiénes son las "eminencias grises" detrás de cada campaña del NYT con respecto a Cuba. La preparación artillera que hizo este diario antes del deshielo de Obama fue impetuosa. Ahora en circunstancia muy distintas (la dictadura está pidiendo el agua por señas) vuelve a preparar a su público para algo que viene.
El NYT es la vaca sagrada del periodismo americano hace tiempo y vive de ese cuento, que todavía tiene bastantes creyentes. Pretende o se cree ser el non plus ultra, y se considera esencialmente intocable, y por lo tanto se siente libre para hacer (o no hacer) lo que le da la gana, sin remordimiento ni pudor. Estas son las horas en que no le ha pedido perdón a los cubanos por todo lo que ha hecho a favor de la "revolución" y en contra de la libertad de Cuba, y no tiene ninguna intención de hacerlo. Miserables.
Resalta mucho el empleo de "latinos" pero no cubanos para encubrir, digo, cubrir el tema de Cuba. Para empezar, eso es una falta de respeto, por no decir un insulto, pero el NYT va a lo que va. Claro, si quisiera, pudiera buscarse cubanoides como los que suele emplear el Miami Herald para hacer lo mismo, pero ni eso. Me recuerda que el equipo de Obama para tramar su "normalización" con Cuba incluía un supuesto experto hondureño (!) pero nadie cubano, ni siquiera el senador Demócrata Bob Menéndez, y eso sí fue un insulto, y grande. Nada, que todo lo perverso actúa perversamente.
Predica para conversos, pero conforta tan buena síntesis, justa y precisa y desde luego que muy triste.
¿Pero que se puede esperar del New York Times, un libelo izquierdista a las claras y principal fuente de las noticias manipuladas y distorsionadas no solo para Cuba si no también para el planeta? Todo periodista que escribe en este diario tiene que pasar "por el cordelito" de la censura si no , por muy bueno que sea , no le tocará nunca escribir en este manipulador de noticias que es el susodicho periódico!
"YO NO TE DIGO QUE NO; SINO, SI TÚ QUIERES QUE TE HAGAMOS EL CUENTO DE LA BUENA PIPA..." [es una artículo DIRIGIDO A LA SOCIEDAD NORTEAMERICANA, -A LA QUE HAY QUE ENGATUSAR una vez más con el problema de Cuba-, A LOS CASTRO Y SUS SEGUIDORES -para contentarlos-, a la Izmierda latinoamericana, cubano-estadounidense y colaboradora de los Castro, europea y norteamericana -seguidora de los Castro y sus secuaces p'a lo que sea y donde sea- y A LA ACADEMIA PROGRE NORTEAMERICANA -con un antifaz en el caso de Cuba, para ver sólo lo que le conviene-]. _ Cita tomada directamente de The New York Times (vocero tradicional y actual de la dictadura castrista y de sus intereses en los Estados Unidos de América)
"___A L L__T H E___ L I E S___ T H A T' S___ F I T___ T O___ P R I N T. ___"
El New York Times ha sido nocivo con respecto a Cuba desde antes de 1959. Su fabulista Herbert Matthews le hizo tan buena propaganda a Fidel Castro que fue condecorado en persona por su ídolo, al que había pintado como un Robin Hood. Desde entonces hasta hoy la cosa se ha mantenido esencialmente igual, con más o menos disimulo, pero siempre se capta por dónde vienen los tiros.
El editorial mencionado es parte del rejuego político de ambos gobiernos que tras telones se ayudan mutuamente, su propósito es seguir manteniéndonos entretenidos para que nos creamos que son enemigos... así van ya para 64 años. Los gobiernos de USA siguen siendo los principales mantenedores del castrismo... así han hecho siempre...
Seria mejor si para la proxima el autor evita algunas exageraciones poeticas como "Nuestras prisiones están atestadas de los mejores ciudadanos" o "Dentro de esos cubanos hay millones de estadounidenses"
El New York Times, la sucursal del Granma en Estados Unidos
Ni más ni menos.