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Política

El doble rasero en la estrategia del castrismo

Lo vemos en las votaciones de Cuba en la ONU, el tema migratorio, las interferencias mediáticas y las amistades que se granjea.

La Habana
Iroel Sánchez y Rosa Miriam Elizalde.
Iroel Sánchez y Rosa Miriam Elizalde. Cubaperiodistas

Algunos acontecimientos recientes han servido para que quede al descubierto el doble rasero de los gobernantes cubanos a la hora de evaluarlos. El discurso oficialista exalta de esos hechos el perfil que les resulta conveniente, e ignora o minimiza la faceta que deviene incómoda para el régimen.

Las votaciones en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) han mostrado la hipocresía del castrismo. Todos sus medios propagandísticos le dieron una amplia cobertura a la votación que condenó el "bloqueo" de EEUU contra la Isla. Al tiempo que insistían en que Washington debía respetar el punto de vista de la mayoría de las naciones, y eliminar de inmediato las sanciones contra Cuba.

Sin embargo, ese apego irrestricto a la opinión de la comunidad internacional desaparece cuando se trata de la condena a Rusia por su agresión a Ucrania. El régimen castrista no condenó a Moscú cuando la inmensa mayoría del mundo lo hizo, al iniciarse la invasión de Rusia. Y últimamente, en dos nuevas votaciones en la ONU, una con motivo de la anexión rusa de las regiones fronterizas con Ucrania y la otra exhortando a Moscú a que indemnice a Kiev por su agresión, tampoco contaron con el apoyo de Cuba, ignorando la amplia condena internacional al Kremlin. Y, por supuesto, ninguna recomendación a Putin para que acate las votaciones de la ONU.

Otro tanto sucede con el tema migratorio. Los gobernantes cubanos no se cansan de repetir que EEUU politiza el tema migratorio, al estimular las salidas ilegales de Cuba, como una pieza más de su política hostil hacia la Isla. Incluso llegan a culpar a Washington por las muertes en el mar de los ciudadanos cubanos que deseaban emigrar. En primer término nada se dice de las devoluciones a la Isla, por la Guardia Costera estadounidense,  de las personas que son rescatadas en el mar. Algo que, obviamente, desmiente el hipotético estímulo a las salidas ilegales.

Pero hay otro elemento que el discurso castrista calla. Porque la mayor politización del tema migratorio la cometieron las autoridades cubanas en el año 1980, con los famosos mítines de repudio que les daban a las personas que decidían abandonar el país por el puerto de Mariel. Claro, las más recientes generaciones de cubanos nada saben de aquellos hechos deleznables, debido a que el castrismo acostumbra a esconder sus trapitos sucios.

Ni visitando el pomposamente denominado Memorial de la Denuncia, en el habanero barrio de Miramar —que exhibe una amplia relación de las supuestas agresiones de EEUU contra Cuba—, las personas sabrán nada acerca de aquellos mítines, pues en ese sitio no se dice ni media palabra del accionar de aquellas turbas paramilitares que acosaban y agredían a las personas que únicamente querían salir del país.   

Y ahora resulta que los bloqueadores se quejan de que están bloqueados. Sí, porque cuando el castrismo decidió interferir las emisiones de Radio Televisión Martí, así como las páginas web de varios  medios donde aparecen con frecuencia los artículos de los periodistas independientes cubanos, ninguno de los agentes castristas —los Iroel Sánchez, Michel Torres Corona, Rosa Miriam Elizalde, y compañía—  emitió protesta alguna. Al contrario, festejaron la acción gubernamental contra "los mercenarios al servicio del imperio".

Sin embargo, esos mismos agentes por estos días derraman sus lágrimas al considerar que los dueños de las redes digitales han bloqueado, inhabilitado los perfiles, y disminuido la visibilidad de los medios oficialistas cubanos en esas redes.

Como colofón de esa actitud hipócrita ante la vida, el castrismo escoge sus amistades entre esos personajes —los Atilio Borón, Frei Betto, Ignacio Ramonet, y compañía— habituados a nadar en las aguas del doble rasero. Son críticos implacables de los gobiernos de derecha, pero se hacen de la vista gorda ante los desmanes de la izquierda.

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