Si realmente Miguel Díaz-Canel entendiera qué es la política y cuál puede ser su papel en la Cuba de 2022, en vez de escribir a su homólogo chino deseándole los mayores éxitos en la celebración del vigésimo congreso del Partido Comunista de China, debería ponerse a trabajar en serio para promover en la economía cubana las transformaciones que sirvan para que los cubanos puedan llegar a fin de mes. China podría ser un modelo, aunque no todo vale.
Los chinos comunistas lo hicieron. Cierto que manteniendo un rígido control político e institucional sobre la sociedad, pero nadie puede cuestionar que el nivel de vida de la mayor parte de la población china ha mejorado en las últimas décadas. En Cuba, ni eso.
Escudándose en un falso bloqueo (embargo), el dirigente comunista cubano se declaró convencido de que los resultados del cónclave chino serán un nuevo estímulo para las fuerzas progresistas a nivel mundial.
En realidad, habría que preguntar a Díaz-Canel qué es lo que ve de progresista en el modelo económico implantado por los comunistas chinos en aquel gigante que aspira a ser potencia mundial.
Por suerte, el panorama de China en 2022 tiene poco que ver con la realidad imaginada por Marx, o soñada por Mao. Es un universo productivo, competitivo, generador de renta y riqueza, de empleo, ahorro e inversión. Nada que ver con el de Cuba, abandonada a su suerte por sus dirigentes.
Y claro, como no hay dos sin tres, la prensa estatal cubana alardea del éxito de los comunistas chinos y apunta a que los éxitos alcanzados por este partido se deben "a la aplicación del marxismo y de los importantes aportes teóricos y prácticos a la construcción del socialismo". Falso. Sería bueno que dijeran dónde y de qué modo se aplican esos aportes. Nadie los ve por ningún sitio. En China no hay construcción alguna de socialismo.
Lo que Granma denomina "la probada capacidad y sabiduría de la vanguardia comunista de China para conducir a su pueblo en la salvaguarda de la soberanía, la independencia y la unidad nacionales, en la construcción del socialismo, en el desarrollo económico del país y en la consolidación de China como factor de estabilidad y equilibrio a nivel mundial" no es otra cosa que el reconocimiento práctico, desde hace décadas, de que el comunismo no funciona como modelo económico, que solo se puede vivir mejor apostando por la libertad económica y que el futuro de cualquier país no depende de la aplicación de las doctrinas de Marx, Mao o Fidel Castro.
A consecuencia de todo ello, los comunistas cubanos observan que la separación entre Cuba y China irá en aumento en los próximos años, y será muy complicado que se conserven las relaciones interpartidistas actuales. China, al borde de convertirse en potencia económica mundial, no verá en el viejo aliado castrista otra cosa que un residuo curioso de unos tiempos a los que nadie en sus cabales aspira a volver. Se mantendrán los lazos de amistad y cooperación, pero poco más. Nunca China será un financiero de las aventuras comunistas cubanas, como la extinta URSS o la agotada Venezuela. La Isla tiene muy poco que ofrecer al gigante asiático. Nada.
Miguel Díaz-Canel ratificó su posición inalterable de apego al principio de una sola China. Parece evidente que ha dado orden a sus representantes en Naciones Unidas de alinear el voto de Cuba con el de China. La colaboración con Putin ha llegado a su fin desde los referendos. Los comunistas chinos en este cónclave no solo abordan el proceso para elegir a las máximas autoridades del país sino para definir los lineamientos políticos e ideológicos de la nación para los próximos años. La misiva de Díaz-Canel justo en este momento tiene mucho de carta petitoria. Que se acuerden de él. Ya se verá si lo logra.
En el cónclave de los comunistas chinos se ha hablado de casi todo, menos de libertades públicas, democracia, elecciones democráticas, libertad de prensa, derechos humanos o pluralismo político. Conceptos que siguen estando fuera del discurso de los dirigentes, pero que en cualquier momento harán acto de presencia, porque cada vez existe una mayor separación de la sociedad respecto del poder político. Si China pretende convertirse en potencia económica mundial tendrá que homologar estos valores con los que existen en los países más avanzados. Si no tiene éxito en ello, su liderazgo se quebrará.
Los chinos nunca dejaron de ser súbitos de un emperador...porque Mao y Xi son en la práctica eso.
Monsieur, así es, es la mentalidad arraigada desde hace más de 5000 años.
China es un país en franca decadencia, con problemas económicos, sociales, medioambientales, políticos y demográficos de aqui al 2100 china verá reducida su población a la mitad de 1.4 billones a 750 millones en un lapso de 78 años, es algo catastrófico e imparable
¿Y a los chinos no les da pena seguir una ideología de extranjeros que nada tenían que ver con China?
Mayito___ Los chinos nunca han perdido la mentalidad imperial y el pueblo su papel de súbditos, todo esta en sus genes. Pero han sido inteligentes en utilizar la economía de mercado y la libre empresa para pode alimentar a tantos narras. Eso sí, nada de democracia, ni libertad de expresión; tampoco al chino de a pie le interesa mucho mientras haya de comer. Son felices así.
y para el que no sea feliz asi le tenemos unos cuantos campismos populares para hacer trabajo voluntario con Mao y el Ché, ver mapa: https://laogairesearch.org/…
Buen punto
El "Emperador", Xi. Los chinos se parecen bastante a los latrinoamericanos.