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Prisiones

Alimentar a un preso, una pesada carga para miles de familias cubanas

No hacerlo implica condenar a un ser querido a depender de la escasa y con frecuencia incomible ración de las cárceles de la Isla.

La Habana
Familiares de presos fuera del Vivac, en La Habana.
Familiares de presos fuera del Vivac, en La Habana. Gatopardo

Llevar comida y otros productos básicos a un allegado en prisión desangra a miles de familias en una economía dolarizada como la cubana. La alternativa, no hacerlo, implica condenar a un ser querido a depender de las escasas y generalmente incomibles raciones de las cárceles de la Isla.

¿Cuánto dinero es necesario para lo que los familiares llaman "subir la jaba" a un prisionero? DIARIO DE CUBA indagó entre varias familias. La conclusión es que deben gastar incluso más del doble de salario mínimo mensual (2.100) pesos para ayudar a sus allegados.

"La situación del país golpea con más fuerza a los cubanos que tienen familiares en prisión, cualquiera que sea su delito y su sanción. Allá dentro también subieron los precios de todo y los más perjudicados son los presos cuyas familias no tienen recursos para subirle, o enviarle, una jaba decente", dijo América Martínez, vecina del municipio San Miguel del Padrón, quien lleva más de cinco años "subiendo jabas" para el mayor de sus hijos.

"Primero debe saberse que los presos están mal alimentados, porque eso que les sirven no puede llamarse comida para personas. Cualquiera que cuestione ese punto jamás ha pisado una cárcel ni de visita. De ahí la importancia que tiene la jaba para un preso, le permite cumplir su sanción sin una ulcera o una gastritis", añadió.

"Pero el drama está en cuánto sacrificio supone para una familia que vive solo de su salario tener un miembro en la cárcel. A los presos se les quita también su derecho a los mandados; por tanto, en Cuba no solamente se castiga a quienes cometen delitos, sino también a sus familiares", advirtió Martínez, en referencia a que los presos son privados de acceder a la canasta básica racionada, con el pretexto de que reciben lo que necesitan en la cárcel. Aseguró que sus gastos para llevar comida a su hijo oscilan "entre los 4.000 y 5.000 pesos, incluyendo el transporte".

Otros habaneros consultados dijeron que "una jaba" de alimentos y productos básicos que le duren al preso entre 30 y 45 días, según los regímenes internos de cada centro penitenciario e incluso el humor de los militares que los dirigen, puede llegar a costar 6.000 pesos. Los entrevistados señalaron que muy pocas familias se pueden dar ese lujo y los prisioneros están obligados a racionar lo que reciben para aliviar la carga de los suyos fuera.

Todo cubano recluido por más de tres meses en cualquier centro penitenciario, hospital u hogar de ancianos es privado de su derecho a la libreta de racionamiento, y, por ende, de todos los "productos liberados pero controlados" que solo pueden adquirirse actualmente previa presentación de ese documento.

Justo en 2020, en el contexto de la pandemia de Covid-19, observadores y plataformas opositoras advirtieron que la Dirección Nacional de Cárceles y Prisiones del Ministerio del Interior (MININT) suspendió las visitas familiares y limitó los alimentos que podría recibir en lo adelante un interno. Una medida restrictiva que, según varios entrevistados, todavía sigue vigente en no pocas cárceles del país.

"Hacer la vista gorda"

Junto al cigarro, los medicamentos también se han convertido en moneda de cambio entre los internos de cualquier cárcel cubana.

Un joven treintañero con más de cinco años ejerciendo como policía de prisiones relató bajo condición de anonimato que, "hacer la vista gorda" ante los negocios entre reclusos es normal y "hasta necesario" mientras no provoquen tensiones más allá de los altercados naturales de una cárcel. Reconoció que "el coronavirus empeoró la situación de los presos" y dijo que ha "visto a reclusos pagar, por un solo paracetamol, hasta cuatro cajas de (cigarros) Criollos. Si en la calle no hay medicinas, ¿cómo alguien puede creer que habrá en una cárcel?".

"Sí, una caja de Criollos ahora cuesta 250 pesos. Así que solo imagínate cuánto puede costarle el vicio a un preso al que su familia no puede permitirse comprarle 30 cajas que en el mercado negro valen cada una 100 pesos. Pero además de esas 30, el preso necesitaría otras para canjear los servicios que también duplicaron o triplicaron sus precios. Lo que antes le costaba a un preso dos o tres cajas de Criollos, ahora le cuesta cinco o siete", reveló este policía, puntualizando que "todo, absolutamente todo lo que hacen los presos es sabido por nosotros".

"La regla dice que el preso tiene que sentirse preso, pero no podemos darnos el lujo de asfixiarlos demasiado porque te arriesgas constantemente a una revuelta que no podrías controlar si se pone seria", dijo el policía. Confirmó que los antibióticos y los analgésicos están entre los medicamentos más cotizados; no obstante, son menos caros que aquellos que solo los psiquiatras puedes prescribir.

La "moneda fuerte" de la cárcel

Galletas, tostadas, aceite con ajo y condimentos, azúcar, siropes para refrescos, leche en polvo, mayonesa, café instantáneo, confituras y otras conservas son algunos de los alimentos que pueden ingresar a los centros penitenciarios, también en dependencia del rigor de la cárcel y la clasificación del recluso. En ningún caso se permite nada enlatado o sellado, ni siquiera los cigarros.

Durante el período comprendido entre los años 2016 y 2019, en las cárceles de mujeres en La Habana se pagaban todos los servicios con cigarros Criollos fundamentalmente. El cigarro, se puede decir, es la moneda fuerte por excelencia en las cárceles cubanas. Sin embargo, en ese período el surtido en las redes de establecimientos estatales era regular, todo lo contrario del panorama actual, donde la venta de esa mercancía está racionada en toda la Isla, señaló Aurora Oliva, licenciada en Matemáticas, quien acotó que "las cajas de cigarros no costaban lo que hoy".

"Recuerdo algunos de los servicios que se pagaban. La mayoría para no participar de las obligaciones impuestas a las internas dentro del penal: limpieza de galeras, lavado de sabanas y lavado de jeans, dos cajetillas. Cada limpieza, si tocaba en el salón de estar, pasillo o baños, también costaba dos cajetillas por zona. Si fumabas cigarros de mejores marcas el canje era: cada cigarrillo Hollywood se cotizaba a seis Criollos; cada cigarrillo H. Upman o Popular, a cinco Criollos. Luego estaban las ventas de ropa, servicios de manicure y peluquería. En dependencia de la calidad eran entre dos y tres cajetillas. Un blúmer por tres cajetillas, los ajustadores por cinco cajetillas. Muñecos de tela para niños costaban de cinco cajetillas en adelante", numeró Oliva, puntualizando que "cada cajetilla de Criollos en aquel tiempo costaba a lo sumo diez pesos y actualmente oscila entre 80 y 100 pesos, lo que dispara el precio de una jaba a cifras impensables para un cubano que solo dependa de su salario".

En la Isla todo está estrictamente racionado: desde los alimentos y los medicamentos, hasta el aseo personal y los cigarros. La única opción para escapar al racionamiento es mediante el acceso a las divisas extranjeras, obtenidas por remesas familiares o por el canje ilegal a precios imposibles, ya que el régimen no vende ninguna divisa extranjera a los cubanos.

Dos tercios de los cubanos no reciben remesas familiares. Es decir, más de siete millones y medio de cubanos están obligados a comprar dólares y euros en el mercado irregular, donde las tasas de cambio superan los 105 y 120 pesos respectivamente. De lo contrario, tienen que someterse a colas que se extienden durante días para comprar pollo, picadillo y salchichas, únicos alimentos con que son surtidos con más frecuencia en los establecimientos en pesos cubanos.  

Maribel Cancio, licenciada en Agronomía y vecina de Guanabacoa, tiene un hermano preso en una cárcel ubicada en el centro del país, a donde lo trasladaron "como represalia por negarse a delatar a dos compañeros de galera que trapicheaban con medicamentos prohibidos".

"No existe ningún razonamiento, absolutamente ninguno, que pueda negar que el castigo no fue para mi hermano, sino para sus familiares, incluyendo a los niños. Es imposible que, además de la jaba, pueda costear un viaje hasta la mitad del país con mi sobrino a cuestas. De hecho, muchísimas veces, más de la mitad, he tenido que enviar la jaba sin la certeza de que le fuese entregado todo lo que contenía", contó Cancio, quien retó a las autoridades carcelarias a responder preguntas incomodas.

"¿Por qué no hablan de que los uniformes de los presos también son parte del negocio en las cárceles? ¿Cómo un preso puede acaparar los uniformes y los calzados que son parte del comercio entre los presos? ¿Cómo aparecen, de repente, todos los medicamentos si tienes las cajas de Criollos, o el cash, necesarios?".

Las jabas que envía a su hermano le cuestan hasta el doble de su salario mensual (3.400 pesos), aseguró Cancio. "Y nosotros no tenemos familiares en el extranjero que nos puedan colaborar con remesas".

"Hasta el aseo personal cuesta un ojo de la cara en el mercado negro. Y son los mismos guardias de prisión quienes los mantienen informados sobre los precios, para que ellos suban el costo en el trapicheo del penal. Por supuesto, toda la cadena de mando en una cárcel agarra su porciento, tanto por este tipo de información que por mirar hacia el horizonte", concluyó.

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Los presos son parte del sistema de esclavitud. A los presos los hacen trabajar en la agricultura con una exigua alimentación. Unos de los motivos de las largas condenas es tener esclavos que sirvan en la agricultura todo el tiempo posible. El Servicio Militar Obligatorio, único que existe hoy en la América, es con el mismo fin: tener esclavos en la agricultura, cada uno con 3 años de servicio gratuito. Esta dictadura ha hecho de la esclavitud una ciencia. El HP en jefe inventó la llamada "peligrosidad predelictiva", en virtud de la cual muchos caen presos por sospecha, sin haber cometido delito y los mandan a la agricultura. Los exiliados tampoco se libran de la esclavitud y se ven obligados a destinar parte del dinero que ganan con mucho esfuerzo a mandar remesas a sus familiares en Cuba para que puedan comer y de esas remesas el gobierno cleptocrático de Cuba se roba el 75%. La esclavitud y el robo están perfectamente conjugados para llenar los pozos sin fondo de esa dictadura.