En Cuba ninguna familia trabajadora puede escapar de las colas, ni de "inventar" para conseguir alimentos, medicamentos, productos de aseo, ropa, calzado. La mayoría tiene que recurrir además a la compraventa de divisas extranjeras para "salvar el mes".
Ahorrar con un salario estatal como única fuente de ingresos es imposible para cualquier trabajador. Los actuales precios, sumados a una severa escasez de productos básicos, no dejan espacio a reservar dinero para ir de vacaciones, reparar la vivienda, comprar o sustituir un equipo electrodoméstico, por ejemplo.
La "dolarización" de la economía ha aumentado las desigualdades sociales y agudizado un apartheid económico que lacera todo el tejido social del país.
Madre de una menor y de una adolescente, Madelaine Cañizares cobra un salario de 3.400 pesos mensuales como técnica en Estomatología. Pero lo que le quitan de esa cantidad en concepto de impuestos deja sus ingresos reales en aproximadamente 2.800 pesos. Su esposo, trabajador en una entidad de Comercio Interior y padre de otra adolescente bajo su tutela, percibe un salario de 2.500 pesos mensuales.
"Incluso sumando nuestros salarios y cien dólares que envía mi hermano con cierta regularidad, tenemos que volvernos un poco religiosos y aprender a multiplicar los panes y los peces. Quizá a una sola persona le pueda alcanzar para alimentos y lo más básico en aseo personal, pero no para mucho más", dijo Cañizares y se quejó de los precios en las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC), las mejor surtidas del país.
"Por obligación tenemos que canjear algunos dólares en el mercado negro para comprar otros alimentos básicos que escasean incluso en MLC, como leche y huevos, que cuestan 1.200 pesos (cada kilogramo) y 800 pesos (cada cartón), respectivamente. Es incierto que en las tiendas MLC siempre haya todo y de manera regular. Quizás al principio, pero ya no. A eso hay que agregar que los precios allí son también de primer mundo, aunque los productos no sean de la mejor calidad", añadió Cañizares.
En una sola compra, Cañizares gastó 69,16 MLC. Si una familia cubana que no recibe remesas desde el extranjero tuviera que comprar esos 69 MLC en el mercado negro —donde único es posible encontrarlas— tendría que gastar más de 7.900 pesos cubanos:
—un kilo de queso Mercadal (13.70)
—un cuarto de mantequilla (2.74)
—dos kilos de arroz precocido (4.32)
—dos paquetes de frijoles negros de 500g (3.50)
—dos paquetes de espaguetis (6.18)
—un frasco de puré de tomate (3.25)
—un frasco de salsa de tomate (2.25)
—un frasco de pimientos (2.15)
—una botella de aceite de oliva (11.54)
—una botella de vino seco (2.12)
—un paquete de café courmet (7.60)
—cuatro rollos de papel sanitario (3.12)
—un frasco de champú (2.50)
—un frasco de crema para la piel (4.16)
Alina Puebla no recibe remesas, pero cree que "ni recibiéndolas se logra salir del atolladero" en un país estancado "desde muchísimo antes de la llegada del Covid". Mientras lavaba la ropa de los otros cuatro miembros de su familia, midiendo cada miligramo de detergente a utilizar en la faena, describió la dramática situación que implica para millones de cubanos como ella alimentarse cada mes.
"Ahora mismo, en Cuba no puedes comprar nada más allá de alimentos y, aun así, tienes que obligarte a restringir muchísimo, porque la cuenta no cuadra. No puedes elegir cuándo comprar ropa, calzado, o juguetes para la recreación de tus hijos".
Con un salario que no supera los 4.000 pesos mensuales, esta madre soltera de dos hijos menores de edad no se permite ningún lujo, "ni siquiera con un enamorado loco que me ronda como en los tiempos de antes".
Puebla esconde el rostro para ocultar las lágrimas delante de sus hijos y también de su abuela, quien recibe una pensión mensual por asistencia social "que ni siquiera se acerca al límite mínimo, 1.528 pesos, que el Estado estableció para los jubilados".
"Mi sobrina estudia para escoger una carrera el año próximo y, como ella es muy inteligente, yo nunca me perdonaría si me niego a hacer el sacrificio; quiero que se pueda graduar de la carrera que se le antoje. Nunca lo pensé dos veces para ser su tutora cuando sus padres fallecieron, supuestamente intentando atravesar El Darién para llegar a México y luego cruzar a los Estados Unidos. Los tiempos están muy difíciles, hasta los precios de un condón te dejan en un ladrillo y pensando si gozar o protegerte".
Luego de casi seis horas de cola, acaloradas discusiones con coleras y policías, Puebla logró comprar mercado de Cuatro Caminos alimentos que, espera ella, "bien administrados y combinados podrían estirarse toda la semana". Gastó 588.65 pesos en:
—dos paquetes de picadillo mixto (70.00)
—un pollo entero (129.30)
—tres paquetes de muslo de pollo (244.35)
—dos pomos de aceite refino (97.50)
—un paquete de detergente (47.50)
Cuba tiene aproximadamente unos 11.300.000 millones de habitantes. Dos tercios de esa población no reciben remesas del extranjero. Es decir, en la Isla más de siete millones y medio de habitantes están obligados, para acceder a las redes de establecimientos que operan en MLC, a obtener divisas extranjeras de manera ilegal y a precios exorbitantes, porque desde hace meses el Gobierno, que establece el cambio oficial en 25 pesos por un dólar, no las vende. En el mercado negro, el dólar llega a los 105 pesos y el euro a los 120 y el MLC a 115. Esto restringe a muchas familias a las desabastecidas tiendas en pesos cubanos. No les deja otra opción que depender de la canasta básica, normada y racionada.
La misma canasta básica —coincidieron habaneros preguntados— de la cual desaparecen paulatinamente productos "que luego reaparecen en las mesas de los revendedores" o en los combos de alimentos que solo pueden comprarse a través de agencias de envío, las cuales únicamente admiten transferencias online mediante medios de pago internacionales, como tarjetas Visa, MasterCard, American Express u otras emitidas por entidades bancarias extranjeras.
Otro de los aspectos que vulnera el bolsillo de las familias trabajadoras que no recibe remesas son las propias regulaciones que el régimen utiliza contra un sector privado, sin acceso a un mercado mayorista surtido y regular para sostener sus ofertas.
Presionado también por desabastecimiento y el racionamiento que impera en las redes de mercados en pesos cubanos, el sector privado está obligado a recurrir a las tiendas MLC para abastecerse y, en consecuencia, sus precios cada día se alejan más de las posibilidades de un trabajador promedio.
"Ser una empleada del Estado o una jubilada es el estatus más bajo en el escalafón social en Cuba, pues hasta un colero o revendedor tienen más oportunidades porque tienen todo el tiempo del mundo para hacer las interminables colas, lo mismo para pañales desechables que para cigarros, papas o ron", dijo Genoveva Bonilla, jubilada y vecina de la barriada de Los Pocitos, quien vive, luego de 30 años de trabajo, con una pensión de apenas 2.185 pesos mensuales.
Entre la algarabía de la cola y la paranoia por la presencia de dos individuos que identificó como presuntos "carteristas haciéndose pasar por coleros", Bonilla admitió que las discrepancias ideológicas terminaron por levantar un muro entre ella y el resto de su familia, a quienes hace más de diez años no ve.
Durante todos sus años de trabajo, Bonilla se desempeñó además como dirigente sindical asumiendo "altas responsabilidades" dentro de la oficialista Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
Se apresuró a acotar que es "revolucionaria por convicción propia. Mi manera de pensar no está reñida con mi decisión de ser revolucionaria", dijo como si, de pronto, cayera en cuenta de las contradicciones que en sí misma alberga. Su esposo, quien luego de sufrir un accidente laboral fue jubilado forzosamente por peritaje médico, tiene una chequera de unos 1.700 pesos mensuales.
"Él apenas se queja de nada. Aguanta el dolor cuando a la farmacia no llegan tres de los cuatro medicamentos que le prescriben sus médicos. El dinero que yo consigo revendiendo lo que no consumimos, como el ron y los cigarros, es para comprarle los medicamentos que necesita. Hay que encargarlos con gente que tienen su negocio yendo y viniendo del extranjero", explicó Bonilla, quien siempre anda con la libreta de racionamiento encima, pero se le ve muy poco en la bodega.
Sus vecinos aseguran que, para encontrarla, solo tienes que recorrer cualquier cola en los alrededores de San Leopoldo, su barrio natal.
"Este es el único modo que tenemos los viejos para sobrevivir mientras podamos aguantar cuatro horas bajo el sol sin haber desayunado", afirmó entre las indicaciones al joven bicitaxista que la ayudó a descargar la compra del mes, en la que gastó 1.488 pesos:
—dos paquetes de pañales desechables (545.00)
—un frasco de acondicionador (50.00)
—dos desodorantes Rexona (75.00)
—cinco jabones de tocador Rexona (81.25)
—dos paquetes de almohadillas protectoras (60.00)
—dos pomos de aceite de soya (97.50)
—dos paquetes de picadillo mixto (70.00)
—dos paquetes de salchicha ahumada (55.00)
—diez cajas de cigarrillos rubios (455.00)
"Con solo revender tres de las mercancías —los pañales desechables, las almohadillas protectoras y los cigarros— recupero la inversión y me queda margen para mañana forrajear otra cola y comprar otro combo", confesó Bonilla, disponiéndose a dar una lección sobre la verdadera cuestión con la libreta de abastecimiento hoy en día: "no permitas jamás que te la escaneen".
"Sí, de ser una dirigente sindical e incondicional federada he terminado como otra colera, acaparadora o revendedora más. No me avergüenza admitirlo. Se trata más de sobrevivir que de un compromiso moral o de militancia. Y esa no es mi responsabilidad, sino de la propia Revolución, que no ha sabido devolvernos el sacrificio por defenderla desde el primer día", concluyó.