El nuevo Código de las Familias mantendrá en la desprotección a miles de ancianos cubanos

La expectativa de que mejore en alguna medida la crítica situación de vulnerabilidad en que se hallan miles de ancianos cubanos, hasta hoy desprotegidos y al margen de cualquier posibilidad de apoyo económico (no cuentan siquiera esa mísera pensión de la Seguridad Social), quedará truncada con el nuevo Código de las Familias que actualmente se "debate" en "consulta popular" no vinculante y que será llevado a referéndum.

La propuesta legislativa, más centrada en aspectos relacionados con la inclusión en temas de género y la "modernización" de los conceptos y atribuciones relacionados con la tutela y derechos de los menores de edad, mantiene demasiado extendida la responsabilidad de la manutención (artículos 26 y 27), lo que previsiblemente generará más vicisitudes, principalmente en un grupo etario tan vulnerable como lo es la tercera edad, por lo injusto y difícil de hacerla cumplir efectivamente.

René es un anciano de 85 años y, a pesar de su cuerpo endeble, aunque todavía colmado de habilidades y saberes, tiene que seguir trabajando como carpintero para poder sostenerse.

"Según la trabajadora social, no tengo derecho a una pensión porque tengo tres hijos y ellos tienen que mantenerme. Además, tampoco vivo solo y abandonado, porque la hembra vive conmigo. Y, según dicen, en la nueva ley (Código de las Familias) viene igual".

"Mis dos hijos varones no son 'de mucho alcance', apenas dan para ellos y sus familias. Hasta me duele ver la pobreza en que viven. Y la hembra siempre ha vivido conmigo y yo la mantengo todavía porque es ama de casa; yo le ayudé a criar a los hijos porque es madre soltera".

"Cada hijo me da 200 pesos, son apenas 400 que no alcanza ni para lo que llega a la bodega. La respuesta que me dieron en el Órgano de Trabajo (sede municipal del Ministerio del Trabajo y la Seguridad Social) es que, aunque no alcance y nadie esté en condiciones de mantener a otros, así lo dicta la ley".

"Yo soy carpintero, pero ya las fuerzas no me dan para mucho. Cuando me mareo, paro y me tiro al suelo sobre el aserrín media hora o más hasta que se me pasa y puedo continuar. No tengo derecho a descansar. Pagué patente toda la vida, pero antes no había eso de la jubilación. Luego, con más de 60 años, comencé a pagar, pero los inspectores echaban muchas multas y ya en edad de retiro decidí entregar la patente (licencia de trabajo por cuenta propia). Ahora estoy en un callejón sin salida y lo único que me queda es seguir trabajando mientras tenga algo de fuerza", dice con resignación.

El Artículo 27 del proyecto de Código de las Familias enumera "los sujetos obligados a darse alimentos" (manutención) y, en el Artículo 28, los que la pueden reclamar judicialmente, en una larga lista donde llaman la atención sujetos como las madres y los padres, los tíos y sobrinos, los familiares de grado más próximo ascendente y descendentemente, los hermanos, unidos de hecho afectivos; además de lo que es más lógico: hijos, hijas y cónyuges.

Evelio, un campesino de más de 90 años, no tuvo hijos y ya estaba imposibilitado de sostenerse, por ello fue posible gestionarle una pensión. Pero vivía solo y estaba casi ciego, así que invitó a vivir con él a su sobrino nieto Ariel y a su esposa, para tener compañía y alguna ayuda. Pero, según cuenta su vecina Virgen (y confirman otros vecinos y parientes), "enseguida la trabajadora social lo visitó y le dijo que, aunque a ella le parecía bueno que ya no estuviera viviendo solo, las reglas de la Seguridad Social (en Cuba) dictan que, para recibir pensión, (los beneficiarios) tienen que vivir solos y no tener familiares obligados a manutención. Que si no sacaba a su sobrino de la casa le quitaba la chequera".

"El viejito estaba dispuesto a quedarse solo porque, como todo anciano, y a pesar de que no da para mucho, estaba muy apegado a su dinerito", añade Virgen. Sin embargo, era un crimen dejarlo y "Ariel decidió que se perdiera la pensión y asumir, casi sin poder hacerlo, la mantención de Evelio".

"Aquello entristeció mucho al anciano, que no tenía costumbre de vivir a costa de otros, pues pasó toda su vida trabajando duro en el campo y vendiendo sus cosechas al Estado. No duró mucho después de esa acción y hasta el último día repetía a todo el que se le acercaba la injusticia del Gobierno que le quitó su chequera por necesitar compañía", relata Virgen.

Lamentablemente, como estos hay miles de casos en toda Cuba. Caridad, 77 años, fue siempre ama de casa y no se siente cómoda dependiendo de sus dos hijas porque sabe que "no les alcanza el salario ni para la mitad del mes y tienen hijos también".

"Me dan algo, pero a mí tampoco me alcanza. Dicen (los trabajadores sociales) que no tengo derecho a una ayuda, que las demande y me tienen que dar más. ¡Qué cosa tan horrible echar a pelear a la familia!", considera.

"Yo mejor sigo trabajando hasta que me muera, tostando café a pesar de que me hace daño a los pulmones, porque soy asmática desde niña. Vendo mis coladitas para mantenerme viva. La Seguridad Social aquí no es justa, está muy mal. Cada vez que yo escucho en el televisor a los dirigentes decir que 'aquí nadie queda desamparado' me dan deseos de decirles cuatro verdades, pero no se puede ni hablar".

Delegar casi por completo en la familia la responsabilidad de brindar manutención y apoyo a las personas en situación de vulnerabilidad económica, constituye un mero subterfugio del Estado cubano para lavarse las manos y simular que un problema tan sensible está resuelto. Pero no lo está, máxime si los miembros aptos para trabajar en las familias cubanas están mal remunerados y, víctimas de la inflación, no pueden ni siquiera ellos mismos ser autosuficientes.