Rosario vende su mercancía en una de las pocas ferias para "cuentapropistas" que existen en el municipio Habana del Este. Consigue los productos con diversos proveedores, en su mayoría cubanos que viajan de compras a Rusia y Guyana.
Como la mayoría de los vendedores, ha tenido que elevar sus precios "hasta lo indeseable". "Me gustaría vender un poco más barato, yo sé que el bolsillo del cubano se lo siente, pero no puedo. Los que me venden a mí también han subido los precios", se queja.
El sueño de Rosario era viajar a México y hacer de ese país una fuente de aprovisionamiento estable para su pequeño negocio. "Logré obtener la visa mexicana y pensaba empezar a viajar. Iba a traer mi propia mercancía y así hubiera podido poner unos precios más competitivos y humanos, pero llegó la pandemia y luego me ha sido imposible", detalla.
En el centro de la ciudad, en uno de los portales de la calle Monte, Osmany también sobrevive gracias a las utilidades que le reporta una pequeña mesa de la cual es propietario. "La gente cada vez está trayendo menos mercancía. Mira mi mesa, está desabastecida", dice señalando algunas chancletas de baño, artículos de aseo personal y gafas de sol.
"Aun así yo trato de vender barato. Las chancletas de baño, por ejemplo, las tengo en 500 pesos, pero no mires los precios de los demás —advirtió—. Lo que pasa es que todo el mundo quiere ganarle el doble a lo que compra y estos no son tiempos de ganar el doble, sino de aguantar los precios para que la gente te compre y poder sobrevivir".
Los desodorantes no tenían puestos los precios en la mesa de Osmany, pero oscilaban entre 50 y 75 pesos, por no tratarse de "marcas de prestigio" como la Rexona, que aparece en Revolico.com en hasta 130 pesos, y la Obao, que se vende en la feria de Habana del Este a 200 pesos.
Entre las distintas mesas de venta en La Habana resalta el precio de un producto de fabricación nacional, la colonia Bonabel, que los vendedores capitalinos parecen haber fijado de común acuerdo en 250 pesos. Por un jabón de la marca Natural, también fabricado en Cuba, se llegan a pedir hasta 30 pesos, mientras que para el champú, en dependencia de la marca y del tamaño, los precios oscilan entre 150 y 500 pesos.
"Cobro 5.200 pesos al mes que se van en la comida y el pago de la corriente. Muchas veces tengo que ir al policlínico sin afeitarme. ¿Sabes cuánto vale una maquinita desechable? 50 pesos, y de contra pierden el filo en dos usadas", confesó Yanko, trabajador de la Salud en el municipio Plaza de la Revolución.
En cuanto a la pasta dental, los cuentapropistas ofrecen algunas marcas como la Close-up a entre 100 y 150 pesos, y la Colgate a entre 100 y 200 pesos, esta última en dependencia del tamaño.
Los precios en el mercado informal se mueven hacia arriba, impulsados por la escasez y sin una lógica más allá de la voluntad o de las necesidades monetarias del vendedor. "Acabo de ver un tubo de pasta en Revolico en 300 pesos", se quejó una clienta en la feria de Habana del Este.
En cuanto a la ropa, algunos artículos básicos y de alta demanda se pueden encontrar entre los vendedores informales y en ferias. Por ejemplo, los calzoncillos (a entre 200 y 300 pesos), blúmeres (100 pesos), ajustadores (150 pesos), chancletas (a partir de los 500 pesos hasta rozar los 2.000) y pulóveres (entre 800 y 1.000 pesos). También se venden nasobucos a 25 pesos.
En el caso de la ropa y artículos para niños pequeños, los vendedores piden 250 pesos por un mono, 100 por un pantaloncito y 50 por un babero, precios que suelen mantenerse aún si la ropa ya ha sido usada. Mientras, las toallitas húmedas se mueven entre los 175 y los 220 pesos el paquete de 72 unidades; uno de 100 puede alcanzar hasta 330 pesos.
La escasez de insumos y artículos para el hogar es extrema y, cuando aparecen, duran poco. "Hace poco tuve montones de fregaderos y lavamanos a 500 pesos, pero se me acabaron rapidísimo", afirmó un vendedor de la calle Zulueta, en La Habana Vieja.
Ambos artículos se han vendido en la feria de Habana del Este a precios de entre 800 y 1.200 pesos. También, lámparas fluorescentes (800 pesos) y reguladores de voltaje (1.300 pesos). En la feria ubicada frente a la tienda La Sortija, en Centro Habana, una vendedora tenía tomacorrientes a 150 y 200 pesos.
En la provincia Santiago de Cuba, diversas fuentes han confirmado el precio de las chancletas de baño a partir de 600 pesos, la colonia Bonabel llega hasta 400 pesos, por los calzoncillos hay que pagar como mínimo 250 pesos. La pasta Dentex, la que vende el Estado a través de la libreta de racionamiento, está a entre 150 y 175 pesos.
En Ciego de Ávila un rollo de papel sanitario, cuando aparece, cuesta 120 pesos, los calzoncillos están a 200 pesos y un par de zapatillas deportivas cuesta entre 3.000 y 4.000 pesos.
Muchos de los precios actuales en el interior del país superan a los de la capital y esto se debe a que el desabastecimiento en esas zonas es más agudo.
"Pienso que los precios podrían encontrar un tope. Ese tope estaría en los bolsillos del pueblo, y en la paciencia que tenga para soportar la precariedad. Llegado un punto, el mercado dejará de comportarse según sus leyes naturales y fructificarán aún mas el robo, la estafa, la miseria y el invento. El Gobierno aplicará medidas represivas más fuertes, amenazando otra vez la paciencia del pueblo", opinó Juan, profesor jubilado, a pocos días de las protestas que sacudieron el país.
"Nadie sabe hasta dónde van a llegar los precios. La culpa es de 'ellos' —dijo un vecino de Habana del Este en alusión al Gobierno— que todo lo venden en Moneda Libremente Convertible (MLC), una moneda en que no nos pagan. Y si hay tantas colas, es por el desabastecimiento".
Las compotas, el champú, la ropa interior y muchos otros productos que se venden en las ferias provienen de esas tiendas.
Osmany, desde su mesa en la calle Monte, aseguró que él no se atreve a vender mercancía de las tiendas en MLC "porque te parten las patas", pero dijo que conoce a otros vendedores que sí lo están haciendo. "Se quejan de que no les da la cuenta, que la única manera de hacer dinero es arriesgarse".
Castro, un vecino de Habana del Este, afirmó su respaldo a los revendedores, a pesar de que la mercancía termina costando el doble y a veces el triple de su precio original: "Yo no tengo tiempo ni salud para esa locura (de las colas). Así que cuando mi hijo me pone mi dinerito desde Estados Unidos yo lo resuelvo todo sin salir de la casa".
Mientras, Rosario observa cómo cada día los casos positivos de Covid-19 aumentan, y reza para que llegue el día en que abran las fronteras. "Ya no sé si para traer la mercancía o para quedarme yo, porque al paso que va esto…".
No hay producción de nada, escasean los productos importados, y... aumentan los precios. La inflación es galopante y ni siquiera se consiguen los alimentos con dinero en la mano. #DiazCanelSingao