El 5 de noviembre de 2020 los ministros de Agricultura y Economía anunciaron una nueva política para la comercialización de productos agrícolas que, en esencia, sustituiría el monopolio de la empresa estatal Acopio por un Registro Central Comercial. Este registro aceptaría todas las formas de comercialización, privadas o estatales, en igualdad de condiciones; lo que teóricamente dinamizaría la llegada de los productos agropecuarios a los puntos de venta y beneficiaría a productores y consumidores.
Terminando febrero de 2021, nada ha cambiado. Acopio sigue siendo el verdadero "Rey de los campos de Cuba", y no ya el famoso cuatrero Manuel García —que así gustaba autotitularse—, que no causó ni un ápice del perjuicio que la susodicha empresa estatal ha causado en sus largas décadas de bandolerismo contra los campesinos de la Isla.
Ahora aparece en la televisión la ministra de Finanzas y Precios, Meysi Bolaños —esa señora que llama a los cubanos que no la obedecen "unos parásitos"— para explicarle al campesinado los principios del "nuevo sistema" de Acopio para formar precios en tiempos de Tarea Ordenamiento, tiempos que están resultando más peligrosos y fétidos que los del cólera.
Uno de esos principios reza que "los costos reconocen el efecto de la devaluación y se ajustan al gasto por la fuerza de trabajo". Decir esto y decir que es de día cuando sale el sol es lo mismo, una obviedad; sencillamente no podía ser de otra forma. Es habitual que el castrismo intente hacer pasar como decisión benévola propia lo que no es más que lo inevitable, y así podían haber declarado que el Gobierno "reconoce el derecho de los cubanos a disfrutar de la fuerza gravitatoria".
Sí debe ponernos en guardia Meysi Bolaños cuando afirma que lo importante es que "en primer lugar el productor reciba las señales del mercado". Porque, amén de lo grotesco de escuchar a los funcionarios del Gobierno recetando lo que siempre han denostado —el mercado y sus señales—, lo verdaderamente importante es la perfidia que hay detrás.
Ciertamente el mercado emite señales: los precios, que funcionan como tal cuando hay suficiente holgura para que interactúe oferta y demanda. Sin embargo, en Cuba existe un lista decretada por la mismísima ministra Bolaños que pone tope a los precios de muchos productos agropecuarios. Además, los Gobiernos municipales tienen facultad para "concertar"; es decir, decretar los precios en su territorio, eliminando así de cuajo las señales del mercado. De manera que los precios en Cuba son señales, sí, pero luces rojas del Gobierno que te multa y decomisa tu propiedad si los sobrepasas. ¿O no sabe esto la ministra de Finanzas y Precios?
¿Entonces a qué viene esta oda a un mercado que la ministra sabe que no existe porque ella misma es la sicaria encargada de su eliminación? Pues sirve para colocar una cortina de humo sobre la fechoría mayor: a los campesinos se les va a "mantener la masa de utilidad anterior de los productos agropecuarios, contenida en la formación del precio de acopio actual". Lo que traducido significa que se van a compensar, por ejemplo, las nuevas tarifas de electricidad y agua o el alza de precios de todos los insumos, pero solo hasta el punto de que los campesinos sigan ingresando con la Tarea Ordenamiento exactamente lo mismo que antes.
Todos los trabajadores cubanos van a ingresar más —al menos nominalmente— con la Tarea Ordenamiento, con la única excepción de los que producen la comida del país, que seguirán ingresando lo mismo. Lo que en términos reales significa mucho menos.
Pone la ministra el ejemplo del arroz cáscara húmedo y cuenta que, aunque efectivamente los costos de producción subirán, su ministerio ha calculado lo que Acopio necesita pagar ahora para que los campesinos sigan obteniendo una utilidad de 1.354 pesos por tonelada entregada. Sin embargo, lo que no ha calculado el Ministerio —ciego que no quiere ver— es que antes de la Tarea Ordenamiento con esos 1.354 pesos el campesino podía comprar 338 libras de arroz listo para el consumo, y ahora para adquirir esa cantidad necesitaría casi 12.000 pesos, nueve veces más.
Es una burla que le hablen de mercado a los campesinos mientras los tienen forzados a entregar la mayor parte de lo que producen al Estado a precios que este fija, mientras que lo que les queda tendrán que venderlo a precios topados. Y es un robo mantenerles los mismos ingresos cuando el dinero ya vale mucho menos y se espera siga depreciándose.
El antiguo "Rey de los Campos de Cuba" exigía la bolsa o la vida, ¡y creían que era un desalmado! El rey actual te quita la mayor parte de lo que produces, y si te resistes, te saca en las noticias acusado de malversar "la comida del pueblo" y te manda de patitas a la cárcel.
Si Manuel Garcia se levanta de su tumba te mete una galleta a todos los descarados estos. Ya fue traicionado una vez por Pedro Betancourt que se cogió el dinero de la causa para gastárselo en putas y prostíbulos, luego para que Maceo y Martí no se enteran del desvió de recursos, citó a Manuel Garcia en las cercanías de Ceiba Mocha y como era una reunion en confianza, lo atacaron por la espada y lo mataron. Ahora no se esconden para robarse el dinero de la causa cubana, ahora se lo roban a la cara del cubano. Vemos el nieto de Fidel comprando carros de lujo, el hijo paseando en yates por el mediterráneo, el otro hermano pidiéndole cocacolas a los turistas y los generales robando a manos llenas y sacando los tanques a la calle para intimidar al pueblo. Manuel Garcia, Marti, Juan Gualberto Gomez, y todos lo que dieron su vida, ahora tendrían una cara de bochorno y una angustia que o se alzan con un machete en mano o se suicidan.
Manuel Garcia fue un bandolero cubano del siglo XIX, que secuestraba ricos y pedia rescate por ellos. Marti no quiso aceptar el dinero de Garcia para la guerra de independencia.