Hija, ¡qué nochecita! Espero haberte sabido acompañar. Suelen decir que la salida de los dientes no se recuerda porque es terriblemente dolorosa. La verdad, yo no tengo ningún recuerdo de mis primeros años. No conozco a nadie que los tenga. Quizá crecer sea doloroso todo. No lo sé. Pero, sí que la salida de los dientes duele, duele mucho.
Recuerdo cómo mis cordales, las muelas del juicio que me salieron justo a mis 40, me hicieron pasar una semana en casa, casi en cama, sin que nadie me hablara. Así, pienso, pude ponerme en tu lugar, cuando te pregunté qué te duele, y me señalaste tu boca. Me dijiste: "me muelen os ientes".
Menos intranquila por saber el motivo de tu molestia, dejé todo en pausa y fui a abrazarte, a darte tetica, a mirar por la ventana una Habana en silencio casi absoluto, apagada, dormida. A acompañarte, sin molestarte mucho. Tu sueño fue intermitente. Dormiste inquieta. Más de lo que ha provocado esta cuarentena. Yo insomne.
Yo quería escribirte sobre envejecer, sobre los abuelitos. Esta es la otra etapa en la que la memoria se disipa, por lo estrictamente fisiológico, por suerte.
Quería escribirte sobre los abuelitos porque vi a más que de costumbre en estos tiempos de Covid-19 con sus bolsitas escuálidas, seguro el resultado de cacerías casi infructuosas aun teniendo dinero.
Cuba es un país envejecido, que envejece, oirás mil veces en casa. Las políticas públicas no son claras a largo plazo, y a corto resultan en el abandono de los ancianos. Los hijos y nietos se van de la Isla o no tienen posibilidades económicas de hacerse cargo. Las mujeres de la familia quedan al cuidado de ellos y de todos los demás. La infraestructura para sus cuidados es muy precaria. Sus chequeras son irrisorias para la inflación y la escasez. Y así.
Hoy amanecí con el S.O.S de un amigo sobre su abuela desaparecida en medio de su traslado del hogar de ancianos a un hospital por sospechas de Covid-19. Estoy espantada. Triste. Mi amigo desesperado, lejos. Comparto en mi muro de Facebook. Y activo mi tuiter para el Gobierno electrónico. No sé si funciona. Los últimos tuits no han tenido ninguna reacción hasta ahora. Pero, al menos, les informo de esta historia. Que no sea por desconocerla. Es lo que puedo hacer. Aunque el desconocimiento de un Gobierno no sea justificación.
La Constitución cubana, la nueva, votada por mayorías, asume que es responsabilidad de la familia el cuidado de sus ancianos. La gente votó que sí a eso, como a otros desatinos. Y me queda clara la responsabilidad familiar en estos temas. Pero, la del Gobierno, no.
Como tú no estabas en mis planes siempre pensé mi vejez en un asilo para ancianos. Soñaba una residencia tipo cooperativa donde pasar los últimos años lo mejor posible. Eso en Cuba sigue sonando a quimera, a imposible. Y yo no quiero responsabilizarte de mis cuidados todos, cuando he servido y aportado a esta sociedad, que debiera retribuirlo con respeto.
Ahora se escarmienta públicamente en la televisión a personas que han robado alimentos destinados a nuestros viejitos. Una práctica sistemática, reconocen los ladrones ante las cámaras. Pero, qué hay detrás de todo esto. Qué, detrás de la desaparición de la abuela de Jorgito.
Te escribo mientras envejezco, hija.
Cuarentena y nasobuco ya!!!!!