Hija, cuando pienso en lo que significan los dos primeros números con los que la sociedad te ha catalogado, sonrío: 18 es el año de tu nacimiento. El mío 76.
Dicen otros que etiquetan para estudiar comportamientos que formas parte de la Generación Alfa, la de los nacidos después de 2010. Yo soy de la X, aunque, según la periodista Yoani Sánchez, aquí somos la Y, por el predominio de nombres con esa letra.
Yo soy de la generación —voy a escribirte desde este chovinismo insular, aun cuando hay puntos que nos igualan al mundo— que quedó al cuidado de abuelos amorosos o sola en casa para que sus padres pudieran trabajar, realizarse. La que destetaron, con suerte, a los seis meses. La de padres divorciados. La que nació en crisis, en los 70. Vivió el éxodo del Mariel sin entender nada. La que se creyó igual igualita al resto de los niños del aula. La que pensó que el 2000 estaría congestionado de naves espaciales y ya habría boletos baratos para la Luna.
La que inventó en su cocina comida para cosmonautas. La que fue emocionada a abrazar a Arnaldo Tamayo, nuestro único ser humano en el espacio. La que tuvo que cuidar a sus hermanos menores para que su madre y su padre pudieran seguir trabajando (así, separados). La que vio a su madre empoderarse en profesión sin poder dejar la cocina. La que fue a beca obligatoria para hacer un preuniversitario que le garantizara la entrada a la Universidad. Y esa prisión de adolescente (adolescente, y bien) le coincidió con la caída del Muro de Berlín, el fin del socialismo real, la crisis eufemísticamente llamada Periodo Especial (como si lo especial no siempre hubiera sido buenísimo), el fin de la Guerra Fría, la estampida al exilio de sus mejores amigos, el hambre que da ganas de llorar...
Soy de la generación que no sabía qué ser de grande porque quería saberlo todo, y viajar y viajar y leer y ver buen cine y bailar y bailar y sexo y sexo; luego sentar cabeza. La que emigró porque no encontró un espacio. La del amor libre heredado. La del condón o muerte. La que cree que el amor romántico es un embuste patriarcal. La que no creyó en la institución matrimonio y lucha por el matrimonio igualitario. La de mujeres que gozaron derechos que no lucharon, derechos escritos por hombres. La de hombres que tampoco entienden que muchas de sus libertades fueron a causa de nuestras muertes. La que ha vivido el amor sin que dañe ni engañe.
La honesta, aunque duela, aunque se equivoque. La que tuvo que aprender Basic y ahora anda con Iphone y Mac como si nada. La que ha vivido la legalización de la marihuana en las noticias de afuera. La del cáncer comiéndose todo lo que ama. La que no quiso tener hijos y los tiene en un sistema que promueve el embarazo joven... La que está casi ausente en esta isla y se extraña. La que debiera estar gobernando.
Y, ¿qué será de tu generación, Nina? ¿Tendrás que crecer con tapabocas, con guantes? ¿Habrás de estar a medio metro de distancia del resto de la humanidad, sin abrazos, sin besos, sin tocarse? ¿Podrás cazar mariposas como aquel bribón? ¿Cómo trascenderá este encierro, que se prolonga, en tu cabeza, en la de tus coetáneos? ¿Qué pensarás/escribirás sobre mí, sobre Mamá?
En eso pensaba hoy, mientras hacías una siesta en la mañana, interrumpida por una sierra y martillazos de nuestro vecino de al lado. Pensé en hablarle esta noche. Para cuando te dormiste su casa estaba apagada. No quise interpelarlo mientras estabas despierta. No quiero que veas más violencia contra Mamá, contra nosotras. Creo que ya ha sido suficiente. Y aquí no hay leyes para lo que nos desvela, hija. No por ahora.
Hoy es el cumpleaños de abuelito Isaac. También lo llamé mientras dormías. Lo pensaba desde la noche antes para no olvidarlo. Así se lo dije. Me respondió: "Yo te pienso todo el tiempo, hija". Y lloré. Ahora entiendo la diferencia entre ser hija y ser madre o papá corresponsable.
Hoy aplaudimos juntas a las 9, en la ventana. Aplaudimos también a Cuber, la empresa análoga de Uber en esta isla desconectada. Se han reunido para dar servicios de agromercado a personas como nosotras en La Habana. No es un servicio gratuito, pero no tiene impuestos sobre la compra y la entrega a cualquier sitio de la ciudad cuesta 2.00 CUC. La demanda es alta. Intenté entrar como a tres grupos de WhatsApp al instante de enviarme el enlace. Ya estaban repletos.
Silvita y Mónica me pasaron el celular de Alex, uno de los dueños. Hice mi solicitud desesperada: "materno sola a bebé de 16 meses", escribí con un "cuídense allá afuera" agradecido. Nuestro pedido ya está siendo procesado. Veamos hasta cuándo podremos sostener este gasto, hija. Pero vamos viendo la luz al final del túnel, gracias a nuestros amigos.
PD: La cuenta del MINCIN de Cuba me respondió sobre las 9:00 PM con un "disculpe la tardanza" que CIMEX y la Cadena de Tiendas Caribe (antes Tiendas de Recuperación de Divisas Caribe) "ya están comercializando el producto de forma regulada: dos paquetes por persona", con etiqueta a la ministra (cuenta restringida), una viceministra y alguna funcionaria que se describe como "Cubana 100%". Agradecí y lancé mi siguiente pregunta de mamá, no de periodista: ¿estará disponible en las tiendas online habilitadas? Es la segunda vez que me responden directamente del Gobierno electrónico. He recibido otro tipo de respuestas indirectas.
Eso me recuerda que el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y su ministra no han reaccionado de ninguna manera con mis tuits de hace unos días sobre la señora en situación precaria. Voy al tercer trino.