Aprovecho para empezar a escribirte, hija. Son las 7:00PM de Cuba, atardece hermoso y tú haces la segunda siesta del día. Me preocupo. También te extraño, para serte honesta. No te ha gustado dormir de día, desde que comenzaste a ser más independiente de los brazos de Mamá. En eso nos parecemos. Detesto dormir, aunque ahora lo necesito, ahora no puedo.
No te he obligado, aunque trato de propiciarte paz para, al menos, una siestecita diaria. Lucho contra vendedoras de escobas, haraganes, trapeadores, el hombre del helado (debíamos sustituir al ya no temible hombre del saco, por el vendedor de bocaditos de helado. Ese sí da miedo. La verdad, deberíamos abolir las historias que atemorizan la infancia; también la grabación del dichoso pregonador), reparadores de colchones, cocinas...
Pero me solidarizo y te cuento, para tranquilizarte, que esas personas trabajan, como Mamá, para alimentar a sus criaturas. Solo que Mamá trabaja en voz baja o en silencio. Solo que Mamá atemoriza de otra manera porque cuenta historias que un poder varón no quiere se cuenten, porque trabaja, como la vendedora de escobas, alegalmente (ilegal sería convenir que ellas y yo hacemos algo malo). En estos días solo el hombre de los helados, insiste en romper la cuarentena.
¿De qué vivirá la vendedora de escobas? ¿Qué pondrá, ahora, en la mesa para su descendencia? El Estado cubano no ha protegido al sector privado, menos al informal que persigue con saña. Cuba solo ha garantizado el primer mes de cuarentena el salario completo y luego un 60%, a las personas que trabajan en sus instituciones, empresas. Ya sabemos que el salario estatal no alcanza. Con su aumento, vino también una inflación apabullante y una escasez atroz. Pero, al menos, están amparados.
Para entender justamente el contexto de la epidemia en la Isla, pido estadísticas con enfoque de género. Todo parece indicar que, en el mundo, afecta más a hombres que a mujeres. En Cuba, no. Estamos casi parejos. Desde nuestra ventana veo más mujeres. Quizá porque somos las que buscamos el sustento diario. Quizá porque las familias monomarentales crecen aquí como el marabú. Nadie habla de embarazadas y madres solteras, de sus vulnerabilidades, ni de la tercera edad en un país que envejece sin condiciones mínimas para sus mayores ni de personas con VIH/sida (muchos amigos).
Es una suerte, hija, trabajar para INSTAR. Digan lo que digan, leas lo que leas sobre Mamá, espero que la experiencia cívica del instituto que creó Tania Bruguera, otra de tus tías elegidas, se expanda al sector privado cubano, que, en sentido general, me parece tan esclavista como el estatal.
Mamá sigue trabajando desde casa con salario íntegro. Mis compañeros también. Es un esfuerzo de Tania que aplaudo, no solo desde nuestros bolsillos.
Despiertas a las 7:40. Será una noche larga, supongo.
Vamos a ver el sol desde la ventana. Es una pelota naranja fuego. Lo despides y le pides, con esa vocecita que me encanta: "Ven sol, ven". Hablamos de la Tierra, la vuelta al sol. Dice una amiga que te hablo como si fueras adulta. Yo creo que lo hago como si fueras mi amiga, mi amiga más pequeña.
Un baño con fiesta de burbujas, avenita con leche de vaca Mumú, juegos muchos hasta las 11:30PM. Pides teta y luchas contra el sueño. Ha sido, en efecto, una noche larga. Vamos a la cama que compartimos. Das vueltas por toda su inmensidad hasta que llegas a mis tetas: mamas con suavidad. Me miras con carita de pícara pilluela. Así muchas veces hasta que te quedas quieta. Yo finjo dormir. Me duermo, confirmo a las 6:00AM.
No me he bañado. No he fregado. No limpié la casa. No ordené nuestro reguero. No llamé a Camila para saber si exterminaron las garrapatas que invadían INSTAR ni a Jorgito a ver cómo seguimos. Y, sobre todo, no terminé mi entrada a esta bitácora.
Voy a intentar todo lo pendiente antes de que despiertes...
La enfermedad contagia a hombres y mujeres por igual, lo que sí hace es matar a más hombres, aún no se sabe por qué. Si fuera al revés hay quien diría que es cosa del 'heteropatriarcado'.
NIce, muy bonito. Madre y padre han visto ese teatro de un niño que no se quiere dormir después de su siesta.
I loved it.