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Economía

'Granma', los revendedores y la corrupción generalizada

La solución no está en barrer con los revendedores, sino en democratizar las relaciones económicas y permitir la formación de una clase media.

La Habana
En la búsqueda de pañales desechables.
En la búsqueda de pañales desechables. EFE

A inicios de este mes, el diario Granma se ocupó a lo largo de tres días sucesivos del tema de los revendedores ilícitos, a los que definió como "personas sin patente de trabajador por cuenta propia que obtienen ingresos y no pagan impuestos".

El miércoles 2 de octubre citó entre los factores que posibilitan ese fenómeno a los productos que por sus exorbitantes precios están en las tiendas como decoración, la ausencia de variedad de opciones, el desabastecimiento; y la impunidad de los revendedores, algunos de los cuales "han acumulado cantidades de dinero para reproducir su capital y mantener el ciclo descrito".

Un día más tarde se refirió a la existencia de "vulnerabilidades", referidas a "los trabajadores de entidades gastronómicas o comerciales que favorecen la venta a estos 'ciudadanos' y les propician la adquisición de los productos".

Y el 4 de octubre concluyó que "el revendedor vive 'a costilla de los demás', busca dinero fácil y se convierte en un obstáculo al orden establecido". Según algunas personas entrevistada por Granma, muchos revendedores reciben las mercancías de manos del personal que trabaja en las tiendas y, aunque el Estado está haciendo todo por el pueblo, hay directivos de las tiendas en divisas que hacen negocios con los delincuentes. Y si no se pone punto final a esta historia, el país seguirá desangrándose.

Todo resulta demasiado sencillo. La culpa de la escasez está en revendedores y trabajadores de los establecimientos que se enriquecen ilícitamente y obstaculizan el orden establecido. Por tanto, bastará una barrida contra ellos y el problema quedaría resuelto. Sin embargo, la realidad es que ni las ilegalidades son nuevas ni se limitan a los revendedores y trabajadores de las tiendas.

La moral —conjunto de normas admitidas socialmente— se acata o trasgrede en cada época y lugar, en dependencia de intereses y condiciones. En Cuba la corrupción, circunscrita al ámbito político-administrativo durante la República, devino corrupción generalizada con el modelo totalitario. Su expresión actual es la moral de sobrevivencia, en la que participan, desde revendedores ilícitos hasta altos funcionarios, y en la cual se emplea un nuevo lenguaje: hurtar y robar se designan con los términos "luchar" y "resolver".

Los siguientes ejemplos, a lo largo de décadas, lo demuestran:

  • En 1987, Luis Orlando Domínguez, dos años después de haber sido designado presidente del Instituto de Aeronáutica, fue condenado a 20 años de prisión por malversación y uso indebido de recursos financieros y materiales; mientras sus sustitutos, Vicente Gómez y Rogelio Acevedo, también fueron sustituidos por causas similares.
  • En 2001, el 22 de mayo, Juventud Rebelde publicó "Soluciones contra engaños", en el que Eduardo, uno de los miles de inspectores, narró que al poner en evidencia un delito, los infractores llegan a decirle: "Hay que vivir, hay que luchar". Contó también que, cuando en su función de inspector intentaba reivindicar sus derechos, los perjudicados defendían a su victimario. Es decir, el victimario declara que está luchando y las víctimas lo defienden.
  • En 2003, el 8 de noviembre, Granma publicó "Violaciones de precios y la batalla de nunca acabar", en el que una funcionaria de la Dirección de Supervisión de Precios del Ministerio de Finanzas expresó que, en los primeros ocho meses de ese año, en el 36% de los establecimientos inspeccionados encontraron irregularidades; mientras en los mercados, ferias, placitas y puntos de venta agropecuarios, el índice estuvo por encima del 47%.
  • En 2005, el 24 de diciembre, según Granma, en la sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Pedro Ross, entonces secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), comentó que "hay trabajadores que reaccionan, pero otros no y siguen justificando el robo y otras conductas indebidas".
  • En 2006, los días 1 y 15 de octubre, Juventud Rebelde, en "La vieja gran estafa", dio a conocer que, de 222.656 inspecciones realizadas entre enero y agosto de 2005, se encontraron violaciones de precios y alteraciones de las normas en el 52% de los centros examinados, y en el caso de los mercados agropecuarios, en el 68%.
  • En 2007, el 16 de febrero, Granma, en "Caníbales en las torres", abordó el robo de los angulares que sostienen las redes de transmisión eléctrica de alta tensión.
  • En 2010, el 26 de octubre, en "El precio de la indolencia" Granma informó que en Corralillo, Villa Clara, se edificaron más de 300 viviendas con materiales y recursos sustraídos, para lo cual se desarticularon 25 kilómetros de líneas férreas y 59 angulares de las mencionadas torres de alta tensión.

 
Es decir que, a los salarios insuficientes, el pueblo respondió con actividades alternativas. A la imposibilidad de tener empresas, con la vía "estaticular" (neologismo mío,  de la combinación de estatal y particular, para denotar el uso que hacen los trabajadores de locales, herramientas y materias primas propiedades del Estado, para suplir el salario). A la ausencia de sociedad civil, con la vida sumergida. Al cierre de todas las posibilidades, con el escape hacia el exterior.

El desinterés por los resultados del trabajo y la ineficiencia generó la escasez, sin la cual ni los revendedores ni los trabajadores de la tiendas del Estado podrían hacer lo que hacen. Sin atender esa causa fundamental ni los inspectores —quienes tienen las mismas necesidades que el resto de la población— ni las medidas represivas, resolverán el problema. Culpar a unos y otros, y a la vez soslayar la causas no puede tener otro objetivo que poner una parte del pueblo a vigilar la otra parte.

Se impone, por ello, abandonar el empleo del concepto de ciudadano como sinónimo de delincuente y reconvertir a los cubanos en verdaderos ciudadanos. Es decir, en sujetos dotados de libertades, deberes y derechos para tomar parte activamente en los destinos de la nación.

La respuesta gubernamental, hasta hoy, se ha limitado a la represión: policías, vigilancia, restricciones, inspectores y llamados ideológicos. Actúa sobre los efectos e ignora las causas.

La solución no está en demonizar y barrer con los revendedores, sino en democratizar las relaciones económicas, permitir la formación de una clase media y soltar los frenos que impiden el aumento de la producción. Solo así se eliminará la escasez, madre de la gigantesca red de actividades delictivas que caracteriza a la moral predominante: la moral de sobrevivencia.

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1 comentario

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La primera gran estafa nos la "revendió" el coma andante, quien siendo un mafioso, organizó un ejército para desarticular la República de Cuba dónde todo marchaba hacia un buen futuro. Ahora todo es un caos con etiqueta de "coyuntural"