Hace mucho más de un siglo que Carlos Juan Finlay de Barres, médico epidemiólogo cubano, descartó el contagio y los agentes ambientales, descubrió el agente trasmisor de la fiebre amarilla (la hembra del mosquito Aedes Aegypti, el mismo que trasmite el dengue) y formuló las principales medidas para evitar la epidemia, entre ellas, la destrucción de las larvas de los mosquitos trasmisores en sus criaderos. En 1901, con la virtual eliminación de la fiebre amarilla en La Habana su teoría quedó comprobada.
Ochenta años después, el 24 de julio de 1981, en el país donde se realizó esa hazaña científica, se reportaron decenas de miles de casos de dengue, cuyo trasmisor es el mismo mosquito descubierto por el científico cubano. En ese momento, al clausurar un curso emergente para los jefes provinciales y municipales de la Campaña Anti-Aedes Aegypti, Fidel Castro dijo, entre otras frases:
"…ustedes son los que van a estar al frente de las tropas, directamente, en el combate; ustedes son los oficiales del ejército de la campaña. Claro que ese ejército tiene su estado mayor y tiene otros jefes y tiene retaguardia y tiene recursos, pero ustedes van a estar en primera línea."
"…la epidemia nos agarró sin armas, sin municiones y sin ejército. Ahora es que hemos estado organizando rápidamente el ejército."
"...pensamos erradicar primero la epidemia, pero no nos vamos a conformar con erradicar la epidemia, vamos a seguir la lucha hasta erradicar el mosquito, ese es el propósito."
" Es difícil tomar medidas contra la epidemia cuando hay 11.000 casos por día, como se produjo en algunos días a principios de este mes. Pero cuando ya queden 500 casos, 300 casos, 200 casos, se pueden controlar perfectamente."
"Este mosquito es peligroso, es peligroso porque puede ser portador de enfermedades que pueden venir espontáneamente, o de enfermedades que el enemigo puede introducir en nuestro país."
"De manera que vamos a dar una batida como la que nunca se ha dado en ninguna parte... Creo que tenemos por delante la posibilidad de una gran victoria."
"Fuimos partidarios de establecer para los trabajadores de la Salud un salario decoroso, puesto que el salario del trabajador que trabajaba en la fumigación es de 106 pesos, ahora tendrán un salario de aproximadamente 150 pesos."
"…protegernos de la epidemia y de los vectores es un medio de defensa del país, tanto como puede ser una división de tanques, porque el enemigo puede usar estas armas. Las puede usar normalmente y sutilmente. Y nadie está seguro que estas epidemias que se han producido en animales, plantas y en el hombre han sido casuales."
Y, a pesar de aquella guerra y de la seguridad en la victoria, la epidemia reapareció una y otra vez.
En 2002 el diario Granma del martes 17 de septiembre publicó un reporte titulado "Alerta ante incremento de focos del Aedes Aegypti" en el que la directora del Centro Nacional de Promoción y Educación para la Salud, explicó "que a partir de la conclusión de la ofensiva contra el Aedes en abril pasado se procedió a la etapa de sostenibilidad del trabajo realizado, pero poco a poco se fue descuidando y todo apunta a un retroceso con el incremento de los focos sobre todo en la Ciudad de La Habana y Santiago de Cuba".
Es decir, cinco meses después de concluida otra inmensa y costosa batalla "el trabajo realizado se fue descuidando".
¿Cómo es posible que, después de las guerras "victoriosas", de invertir millones de dólares, de recoger millones de metros cúbicos de desechos, de fumigar durante semanas cada local habanero y de abrumar a la población con informaciones acerca de la marcha de la campaña, después de condecorar a los victoriosos combatientes y anunciar ante el mundo que solo un país como Cuba puede hacer algo semejante, reaparezcan los focos y el problema continúe?
Todo indica que de nada vale actuar sobre los efectos sin atender las causas: existencia de vertederos de basuras en cada esquina, fosas derramando su contenido, calles rebosadas de baches donde se mezclan las aguas potables y albañales, kilómetros de redes de tuberías en mal estado, salideros en interiores, redes y acometidas. Todas ellas, causas que no se atienden. Todo lo contrario a las enseñanzas del Dr. Finlay.
Resulta evidente la contradicción entre un sistema de salud que exhibe elevadas cifras de médicos por habitantes, pero en las calles de su capital hay un metro cúbico de basura por ciudadano; que enarbola una bajísima cifra de fallecidos por cada mil nacidos vivos, pero cuenta en las últimas décadas cientos de miles de afectados por las epidemias de dengue. A ello se une la pérdida de la cultura higiénica en buena parte de la población. Causas acumuladas durante un tiempo tan prolongado que resultan imposibles de resolver con guerras y ejércitos, si no se acompañan con otras medidas.
Los resultados demuestran la inutilidad del empleo sistemático de términos militares en las actividades civiles. La sustitución de la iniciativa del pueblo por órdenes militares solo conduce a la inactividad social. Recordemos a José Martí en 1884 cuando le escribió al generalísimo Máximo Gómez: "¡Un pueblo no se funda, general, como se manda un campamento!"
Se impone sustituir las batallas por la cultura. Se necesita participación, libertades, derechos y existencia de la sociedad civil para que la ciudadanía, movida por sus propios intereses, actúe de forma paralela y autónoma respecto al Estado. Se requiere, además, que los trabajadores de la Salud reciban un salario que no los obligue a corromperse, lo cual se manifiesta en la venta de productos adquiridos en el exterior para combatir el mosquito y en las visitas formales a los hogares para firmar el "visto", como le llaman al papel donde se controlan las fumigaciones realizadas en los hogares.
Mientras tanto, separados por cerca de 140 años del descubrimiento de Finlay, por 38 años de la batalla de 1981 y por 17 años de la gran batalla de 2002, no por gusto el semanario Trabajadores del lunes 23 de noviembre de 2019 dedica dos de sus páginas a la epidemia: los mosquitos siguen campeando por su respeto y el dengue continúa afectando a decenas de miles de cubanos.
Toda la verborrea de una forma muy sutil, nos quiere dar la impresión de que los problemas de higiene en Cuba tienen su origen en la falta de cultura higiénica del pueblo, cuando la realidad demuestra que este es un problema de infraestructura y desgobierno. Por muy limpio que sea un pueblo, si no existe un sistema eficaz de recogida de basura, ni existen los insecticidas, desinfectantes y aperos de limpieza, échenle guindas al pavo. Si a todo esto se suman la consabida sobrepoblacion , asinamiento , la precariedad y mojonerismo en que viven los mulatos, podemos concluir que , Dios quiere a los cubanos, porque con esta receta era para que las epidemias fueran pandemicas.
El sistema de salud en Cuba es el mito mejor falseado del régimen. Todos los datos y estadísitcas sobre la salud pública las aporta el mismo MINSAP y ya me dirán, que va a decir "el minsiterio" sobre la natalidad, los hospitales y las medicinas. NO hay organización ni institución independiente que pueda comprobar y verificar esos datos. Es como si usted pone a la zorra de portera en la discoteca de las gallinas.