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Economía

La cerveza y la economía comunista

'Especuladores, acaparadores'… ¿Son culpables los negocios privados de que en el país no haya cerveza?

Valencia

La web Cubadebate publica un artículo, tomado de otro diario, en el que se pregunta cómo es posible que las cervezas Bucanero y Cristal se vendan a altos precios en los establecimientos privados, pero arrojen pérdidas en las tiendas estatales.

El artículo culpa de que el precio de venta en los establecimientos gastronómicos particulares —restaurantes, bares y/o cafeterías— sea entre un 200% y un 250% más elevado que en las tiendas estatales. Sin embargo, en estas, rara vez se encuentra el producto, mientras que en los negocios privados siempre está.

Nada hay de extraño en ello. Mientras que en las tiendas estatales comunistas nunca ha existido el menor interés por dar servicio a los consumidores, a los que se no contempla como tal, sujetos de derechos y de libre elección, en los establecimientos privados la supervivencia, la competencia, la actividad y el negocio, dependen de dar un buen servicio. Por eso, en ellos siempre habrá cerveza y de todo lo que no se encuentre en las tiendas estatales.

Esta simple constatación es puesta en tela de juicio en el artículo de Cubadebate, en el que una vez más se habla de "especuladores, acaparadores, de personas que utilizan sus propias fuentes de información para aprovisionar los restaurantes privados y lucrarse por ello, que acceden a una mayor cantidad de producto que la que les toca por asignación comunista para luego revender a los establecimientos privados". En suma, el redactor del artículo acusa de forma clara a los engranajes que hacen posible que en Cuba alguien pueda disfrutar de una cerveza cuando el calor aprieta. Con falsos argumentos sobre una presunción de equidad en el modelo de reparto comunista o la necesidad de actuar contra especuladores, la intención del escrito es muy contraria al desarrollo de la iniciativa privada en Cuba, la única que está dando respuesta a las necesidades de la población.

Por supuesto, no es secreto que muchos cubanos, para sobrevivir, se ven obligados a “estar al tanto de cuánto se pone a la venta en las tiendas de CIMEX y las otrora TRD, para acceder a la mayor cantidad posible y luego lucrar”. Es una forma de obtener ingresos que completen los míseros salarios y pensiones que se cobran en el país. 

¿Hay algo malo en ello? Si esta gente compra los productos, los paga y se los lleva: ¿qué problema hay? ¿es que acaso los roban? En absoluto; los compran y los pagan, y después hacen lo correcto, que es volver a venderlos para obtener una ganancia por el trabajo realizado. Nadie hace nada por gusto. Además, si la cerveza, o el producto que sea, se acaba en las tiendas estatales, es porque los responsables de la planificación comunista son incapaces de detectar las necesidades y mucho menos de incrementar la oferta, y toman decisiones de producción burocráticas, topando los precios y aplicando otras medidas de control, que lo único que logran es extender las prácticas antes citadas.

Un consejo, si quieren que acaben dichas prácticas, ya saben qué se tiene que hacer: liberalizar la oferta y no obstaculizar su desarrollo.

Por otro lado, ¿qué hay de malo que los cubanos tengan a su disposición “un sistema de información particular que les sitúe las mercancías en tiempo y espacio, su fuente de suministro en las propias tiendas"? Eso no cae del cielo. Seguro que tiene un precio, y alto. Hacen bien pues los cubanos, si con ello obtienen ingresos que compensen el esfuerzo realizado. Y si hay individuos que son los primeros en comprar los productos, pregúntense por qué ocurre esto, y tal vez se encuentren con argumentos que no les gustarán. Lo claro es que no hay nada delictivo en estos comportamientos, sino una economía, la cubana, que no funciona y que obliga a realizar este tipo de prácticas, imposibles de observar en Madrid, Miami, México o Santo Domingo. Este es un fenómeno propio de Cuba, de una economía atenazada por el régimen comunista y un modelo estalinista que asfixia a la población.

En vez de tanto control, disciplina y llamados a los directivos “para que tomen cartas en el asunto y controlen”, lo que hay que hacer es pedir a los dirigentes políticos que liberalicen plenamente la economía y desarrollen los mercados de oferta y demanda y los derechos de propiedad privada en todos los sectores y para toda la población.

En algo, sin embargo, estoy de acuerdo con el artículo de Cubadebate. Esta es la historia de nunca acabar. Así lleva 60 años, y así seguirá mientras no se den los pasos que permitan que Cuba y su economía se homologuen con el resto del mundo.

Los cubanos que quieren disfrutar de una cerveza fría saben dónde pueden encontrarla, aunque tengan que pagar un precio más alto. No se puede castigar a nadie por ello. Los dueños de establecimientos privados hacen lo que tienen que hacer: dar servicio, aunque el precio sea más elevado. A ellos nada les cae del cielo. Los que compran en las tiendas estatales y pagan lo que adquieren (ojo, no roban) tampoco cometen delito alguno. Nadie, ni siquiera un régimen político comunista, está facultado para limitar las capacidades de elección de las personas, aunque en Cuba por desgracia sea así.

Finalmente, si el producto se termina rápido en las tiendas estatales, lo que se tiene que hacer es producir más. Si el Estado realmente se preocupa por los cubanos, que dé orden a sus empresas de que fabriquen más cerveza. La iniciativa privada lo haría seguro.

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