La activación en EEUU del Título III de la Ley Helms-Burton va teniendo múltiples repercusiones sobre diversos aspectos de la realidad cubana. Una de ellas —inesperada por historiográfica— ha sido la reanudación de la vieja polémica sobre la responsabilidad de Washington en lo ocurrido en la Isla entre 1957 y 1962, es decir, desde el inicio de la insurrección contra el Gobierno de Fulgencio Batista hasta la consolidación de un régimen comunista encabezado por Fidel Castro.
El debate gira en torno a cuestiones medulares para la comprensión de la historia de Cuba. Quizá la más importante sea esta: ¿fue ajustada a derecho la expropiación de bienes nacionales y extranjeros que el Gobierno castrista realizó entre 1959 y 1961? O formulado de modo más general: ¿la decisión de implantar en la Isla un sistema marxista-leninista fue el resultado de una estrategia previamente acordada por Castro con algunos dirigentes del Partido Socialista Popular (Comunista) en el periodo insurreccional o fue la consecuencia de actos de legítima defensa del Gobierno revolucionario, provocados después del 1 de enero de 1959 por la hostilidad estadounidense?
En Cuba, la sabiduría popular resumió el dilema en dos metáforas agrarias: para los anticastristas, la revolución era "como un melón, verde por fuera y roja por dentro". Para los partidarios del régimen, la revolución era, en palabras del propio Castro, "más verde que las palmas".
La segunda explicación, la de una revolución presuntamente democrática y nacionalista que se fue radicalizando ante la política del Gobierno de Eisenhower hasta "caer en brazos de Moscú", se impuso muy pronto, gracias al aparato propagandístico de la izquierda occidental y la corriente de antiyanquismo que recorrió el mundo en el decenio de 1960. Sus defensores pulularon en universidades y medios de comunicación, y todavía hoy el argumento resurge con frecuencia. Castro era un socialdemócrata morigerado que solo buscaba la felicidad de su pueblo, pero las agresiones del imperialismo yanqui lo obligaron a forjar una alianza con la URSS y, de paso, a confiscar las empresas y propiedades estadounidenses en Cuba y reprimir a la burguesía nacional, aliada natural del Coloso del Norte.
El nuevo Gobierno revolucionario imponía el partido único, creaba un ejército descomunal, fusilaba a mansalva, encarcelaba a miles de adversarios, monopolizaba la prensa, acogotaba a los sindicatos, discriminaba a los creyentes de cualquier confesión religiosa y machacaba a los homosexuales, pero lo hacía obligado por las circunstancias y todo por la buena causa: llevar la educación y la atención sanitaria a todos los rincones de la Isla. Y para alcanzar esos objetivos sociales, lo primero era "defender la revolución", es decir, preservar el poder absoluto de Fidel Castro y su reducido séquito de incondicionales llegados de la Sierra Maestra.
El diferendo sobre las propiedades confiscadas que ahora se reactiva es solo la arista más visible de la estrategia que permitió la implantación del comunismo en Cuba y cuyas consecuencias han perdurado hasta hoy. Por eso cabe reiterar la pregunta: ¿ese rumbo hacia el marxismo-leninismo estaba predeterminado por la cúpula revolucionaria o fue el resultado casual de reacciones defensivas ante la hostilidad estadounidense?
Tal vez se entienda mejor lo sucedido en Cuba si se compara la secuencia de lo que aconteció en los primeros años de régimen castrista con las instrucciones que contiene la vulgata marxista por excelencia, el Manifiesto comunista de 1848.
Antes de presentar el decálogo revolucionario, Marx y Engels explican sin remilgos su objetivo final: "El primer paso de la revolución obrera es la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia".
"El proletariado se valdrá de su poder para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado…"
"Esto, naturalmente, no podrá cumplirse al principio más que por una acción despótica sobre la propiedad y el régimen burgués de producción, es decir, por la adopción de medidas que desde el punto de vista económico parecerán insuficientes e insostenibles […] pero serán indispensables para transformar radicalmente todo el modo de producción vigente".
Marx y Engels dan a continuación una serie de medidas a aplicar en los países más avanzados. A continuación van esas medidas y, entre paréntesis, las las fechas de las leyes y los decretos aprobados por el régimen castrista).
1.-Expropiación de la propiedad inmueble y aplicación de la renta del suelo a los gastos del Estado.
(Marzo de 1959: Ley de Alquileres. Rebaja del 50% de las rentas de los propietarios; alegría general de los inquilinos. En octubre de 1960 se promulga la Ley de Reforma Urbana, que despoja de sus propiedades inmobiliarias a quienes poseen más de una vivienda. El Estado, dominado por el partido único, se convierte en casero único.)
(Mayo de 1959: Primera Ley de Reforma Agraria. Confiscación de grandes extensiones de tierra y empresas agroindustriales. Se limita a 400 hectáreas la propiedad rural privada. En la segunda ley, de octubre de 1963, los dominios privados se reducirán a 67 hectáreas.)
(Agosto de 1960: Expropiación de las principales empresas estadounidenses: 36 centrales azucareros, la Cuban Telephone Company y la Compañía Cubana de Electricidad.)
(Octubre de 1960: Confiscación de 376 grandes empresas de capital cubano.)
2.-Fuerte impuesto progresivo.
3.-Abolición del derecho de herencia.
(Las expropiaciones del periodo 1959-1961 fueron tan amplias y rápidas, que el nuevo régimen no tuvo necesidad de aplicar estas medidas. Como dijo el propio Castro en junio de 1959, al firmar la Ley de Reforma Tributaria: "Tal vez cuando llegue el momento de aplicarla ya no habrá ningún contribuyente "[R. López Fresquet, Mis 14 meses con Castro, p. 165; Cleveland,1966].)
4.-Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y rebeldes.
(Enero de 1959: Expropiación de los bienes malversados por los partidarios de Batista. A esta medida seguiría poco después la confiscación de todas las propiedades de exiliados o emigrados, cualquiera que fuera su origen.)
5.-Centralización del crédito en manos del Estado.
(Noviembre de 1959. Reestructuración del Gobierno. "Che" Guevara al frente del Banco Nacional).
(Octubre de 1960: Estatización de todo el sistema bancario.)
6.-Centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte.
(Agosto-octubre de 1960: Confiscación de todos los medios de transporte privados, excepto algunos taxis.)
7.-Multiplicación de las fábricas nacionales y los medios de producción.
(Agosto-octubre de 1960: Expropiación forzosa y sin compensación, de grandes y medianas empresas. El 95% de la economía queda en manos del Estado.)
(Agosto de 1961: El Gobierno presenta un proyecto de industrialización acelerada de la Isla.)
8.-Obligación de trabajar para todos; creación de ejércitos industriales, principalmente para la agricultura.
9.-Combinación de la agricultura y la industria.
(1964: Creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), batallones de trabajo forzado para religiosos, homosexuales y desafectos a la revolución.)
(Marzo de 1971 Ley contra la vagancia. Todos los cubanos están obligados a trabajar para el Estado; quienes no acaten la ley pueden recibir condenas hasta de dos años de prisión.)
(1973: Creación del Ejército Juvenil del Trabajo, organización paramilitar que encuadra a jóvenes para colaborar en tareas agrícolas.)
10.-Educación pública y gratuita de todos los niños.
(Junio de 1961: Estatización de la enseñanza privada y prohibición de la instrucción religiosa).
Las medidas que el régimen castrista adoptó entonces, calcadas del manual marxista, tuvieron graves repercusiones sobre la vida social y económica de la Isla, y sus consecuencias todavía se dejan sentir.
La reforma agraria está en el origen del colapso de la industria azucarera, la ineficiencia de la agricultura y la escasez y mala calidad de la alimentación de los cubanos.
La reforma urbana ha sido el agente principal de la parálisis constructiva y la falta de viviendas.
La estatización del transporte causó desde el principio enormes dificultades, que el sistema nunca ha podido solucionar del todo.
Y la ruptura deliberada de la cohesión social, mediante políticas orientadas a reprimir, marginar y finalmente expulsar a una parte importante de la población, ha causado a la nación daños incalculables, tanto de orden moral como físico.
Ya advertía Marx en 1848 que esas "medidas que desde el punto de vista económico parecerán insuficientes e insostenibles" cambiarían radicalmente la vida de cualquier país. Al igual que ocurrió en otras latitudes, en Cuba esas políticas no solo parecían disparatadas desde la perspectiva económica, sino que también lo eran. Pero la producción, el consumo y el bienestar de la población le importaban muy poco al nuevo régimen. Como pudo comprobarse después, lo único realmente importante era la preservación de la dictadura militar y el poder absoluto de los hermanos Castro.
Aquellas polvaredas ideológicas trajeron estos lodos de desarraigo, escasez, represión y desesperanza en los que hoy está empantanada la nación cubana. El régimen castrista aplicó al pie de la letra los diez mandamientos del Manifiesto comunista. EEUU respondió con más o menos acierto a esta estrategia clásica de implantación del modelo comunista. Pero en modo alguno debe atribuirse a Washington el origen del conflicto.
En enero de 1959 los hermanos Castro y sus secuaces traían ya un plan bien urdido, que fueron ejecutando en función de las circunstancias. Todo lo demás es literatura, Verlaine dixit.