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Sociedad

Teníamos una planta de níquel, un ingenio, café

Como otros pueblos de Cuba, llenos de riquezas, Mayarí está muerto y emigrar es la aspiración más común de sus habitantes.

Holguín

Mayarí, Holguín, es uno de los territorios más ricos de Cuba. Posee, por ejemplo, yacimientos de níquel, cobalto, cromo, oro, manganeso, en la meseta de Pinares y en las laderas de la Sierra Cristal. También, agua y condiciones excepcionales para la agricultura. Pero en las últimas décadas los habitantes de la zona han presenciado una destrucción sistemática de sus medios de vida.

Hasta hace unos años se explotaba el níquel y el cobalto en la planta de Nicaro, que antes de la Revolución era propiedad de una empresa estadounidense. Sin embargo, el Gobierno decidió destruirla. Poco antes, había construido un transportador de 11km de largo para bajar minerales desde las montañas hasta el llano. Esa obra colosal, que costó cientos de millones de dólares y apenas fue utilizada, aún sobrevive, y los pobladores de la región la ven como una esperanza de que la industria reabra.

"La empresa gasta cinco millones de pesos todos los años en mantenimiento y vigilancia del transportador. Destruyeron la fábrica y parece que luego se arrepintieron, porque dicen que quieren construir otra si aparece un inversionista extranjero", comenta un trabajador que anteriormente era técnico mecánico del transportador y ahora es custodio.

"En privado, los jefes reconocen que fue un error eliminar la fábrica, pero en las reuniones dicen todo lo contrario".

El central azucarero Guatemala, antiguo Preston, fue otra industria de Mayarí construida por una empresa estadounidense, la United Fruit Company.

"Tenía una capacidad productiva de hasta 100.000 toneladas y, aunque nunca las produjo, estuvo cerca", dice Miguel, un jubilado de esa industria que se formó como técnico azucarero en la última generación de obreros que laboró con "los americanos", y luego trabajó con la administración "revolucionaria" que intervino el ingenio.

"El central era una joyita", recuerda Miguel. "Los americanos daban un mantenimiento completo luego de cada zafra. Por ejemplo, tenían 900 vagones para la caña y, cuando acababa la temporada, los fregaban, reparaban y pintaban. También las locomotoras, los puentes, las líneas férreas y hasta las casas de los empleados. Todo era retocado y preservado, igual que el central. Esos hierros ya tenían más de medio siglo cuando triunfó la Revolución y estaba todo nuevo. Los capitalistas no fallan".

"Yo me jubilé antes de que lo rompieran y cuando solo quedaban 300 vagones. Con la emulación y los grandes planes productivos para cumplir compromisos políticos se prestaban los vagones a otros centrales, incluso a otras provincias. Así se perdieron muchos", relata.

"Con el central pasó lo mismo, nunca más se pintó completo, ni los puentes, ni las vías férreas, ni nada. Todo se fue deteriorando y la parte técnica quedó obsoleta. Se hicieron barbaridades, mucha chapucería. Por eso al final el central no servía", lamenta.

Otras fábricas mayariceras han sufrido igual destino, la de torula y la de hielo entre ellas. De la primera solo quedan ruinas y, de la segunda, sobreviven las estructuras en estado deplorable. Como resultado, hoy hay menos alimento animal y menos producción de leche y carne. Desde hace más de una década hay que transportar el hielo desde Holguín, que está a 100km de distancia.

Mayarí tiene además dos presas unidas por el Trasvase Este-Oeste a través de canales. De nuestra abundante agua se benefician varios municipios de la provincia y pronto lo harán en Las Tunas y Camagüey. Pero aquí mismo, en Mayarí, los campesinos todavía no tienen pleno acceso al agua para el riego.

Con la presa y los canales a poca distancia, tierras muy fértiles y gente dispuesta a trabajar, no hay productos agrícolas en los mercados y los precios cada vez son más altos.

Los Pinares de Mayarí también tienen reservas de madera que explota la Empresa Forestal, y debajo de los árboles se cultiva café. Pero durante años se dejaron perder las plantaciones en la maleza —ahora tratan de recuperarlas—, y los pinos altos son ya muy raros debido a la tala indiscriminada.

Tenemos además una bahía hermosa y gigantesca, la de Nipe, donde una cooperativa del Estado explota la pesca. El pescado, sin embargo, no se lo venden al pueblo y nadie sabe a dónde lo envían. Los pocos pescadores con permiso de pesca deportiva son la única fuente de este alimento para la población. Pero se arriesgan mucho al vender, porque es un producto perseguido por la Policía, que con frecuencia practica decomisos.

Aunque rodeado de riquezas, Mayarí es un pueblo muerto y entre sus habitantes la aspiración más común es emigrar. Las calles están llenas de baches, el transporte es pésimo, los mercados están vacíos.

Lo peor es que no se trata de una situación exclusiva, sino de un mal nacional. Territorios con muchos recursos están sumidos en la miseria y el abandono y, al menos en las condiciones actuales, no hay esperanza de mejoría.

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