El video de una caravana oficial escapando de la furia indignada de los vecinos del municipio habanero de Regla marca un antes y un después en la dominación psicológica de la población.
Los pobladores tenían muy buenas razones para ver con claridad la demagogia de los distinguidos "visitantes". Habían sido damnificados por un poderoso tornado y el gobierno que preside Díaz-Canel solo había tenido dos iniciativas. Una fue la oferta de venderles unas magras raciones de comida a las víctimas —que perdieron hasta sus billeteras entre las ruinas de sus hogares—. La otra, sumamente irritante, fue bloquear el reparto espontáneo de donaciones gratuitas por restaurantes privados y habaneros de otros barrios.
En Cuba existen precedentes de iracundos ciudadanos tomando las calles. La insubordinación del pueblo El Cano en los 60 o el "Maleconazo" en los 90, son dos buenos ejemplos. Pero lo sucedido, si bien no de igual magnitud, tiene alto valor simbólico en esta coyuntura.
Lo peor de este incidente para el régimen cubano es que los reglanos han dado un golpe mortífero al verdadero sostén del régimen: la falsa premisa, ampliamente compartida, de que los ciudadanos nada pueden hacer frente al poder salvo tramitar, de forma individual, sumisa y burocrática, sus quejas y reclamos. El criterio desmovilizador —propalado desde la cúpula gobernante— de que "esto no hay quien lo tumbe, ni quien lo pueda arreglar".
Pocas veces la dictadura castrista había tenido un escenario nacional e internacional tan adverso como el que ahora enfrenta. Su mecenas, el régimen policial de Nicolás Maduro, vive una crisis terminal.
El impacto económico, social y psicológico en Cuba del desmoronamiento venezolano es difícil de calcular. Pero tampoco es fácil subestimar el impacto psicológico que tendrá en el conjunto de la población cubana la insensibilidad, ineptitud, demagogia y oportunismo con que las autoridades han abordado la tragedia de los habaneros que fueron víctimas de este tornado.
La fuga de la caravana oficial ante la protesta popular ha sido una clarinada para los escépticos.
La gente ha descubierto que lo que parecía "imposible", resulta no serlo. Se puede pasar, exitosamente, de la queja y lamentos personales a la protesta pública y colectiva. El régimen no es todopoderoso ni invencible.
La peor pesadilla de Raúl Castro es que los cubanos adopten la consigna coreada hoy en las calles de Caracas: "¡Sí se puede!" Los reglanos han demostrado que es posible hacerlo.