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Corrupción

Alejandro Castro Espín: rumores de buena tinta

Todo comenzó a fines de 2017, cuando aparecieron en el exilio, en 'plan fuga', una ola de dueños de negocios, inversionistas independientes y nuevos ricos cubanos.

Miami
Alejandro Castro Espín (i) cantando en un acto político, La Habana, 2014.
Alejandro Castro Espín (i) cantando en un acto político, La Habana, 2014. Reuters

Desde el mes de marzo hay historias llegando desde La Habana sobre el "truene" de Alejandro Castro Espín. Versiones que no desmienten lo publicado por The New Yorker, pero que ofrecen una arista distinta y quizás otra de las causas que llevaran a Raúl Castro a prescindir de su mejor heredero.

Todo comenzó a fines de 2017, cuando aparecieron en el exilio, en "plan fuga", una ola de dueños de negocios, inversionistas independientes y nuevos ricos cubanos.

Llegaban a radicarse definitivamente en la acera de enfrente, aunque esto significara romper abruptamente con las fuentes de sus riquezas. Estaban decididos a abandonar sus boyantes y reducidos negocios, que operaban en la Isla, con permisos y tolerancia del régimen.

Los nuevos emigrantes se quejaban del recién establecido inquisidor mayor, el coronel Alejandro Castro Espín, quien desde sus oficinas del Consejo de Defensa y de Seguridad Nacional había desatado una ofensiva contra los cuentapropistas y los negociantes privados, arguyendo que era los máximos responsables de la corrupción que asolaba al país.

Según estos prófugos de última hora, la embestida de Alejandro no entendía de padrinos ni de negocios de familia.

Por primera vez estaban investigando y hasta encarcelando a los amigos de los hijos de Fidel, a los asociados con hijos de generales y ministros, e inclusive, a los exdirigentes o jubilados del Gobierno.

Las anécdotas hablaban de detenciones de figuras tan renombradas como Héctor Rodríguez Llompart, expresidente del Banco Nacional de Cuba, y del hijo de Abelardo Colomé Ibarra "Furry", figura clave del grupo "raulista" y ministro del Interior.

Contradictoriamente, estos cubanos que llegaban a reinventarse en Miami eran hasta ese momento la inspiración principal de los exiliados que optaban por la repatriación, para radicarse nuevamente en Cuba y operar pequeños negocios particulares.

En marzo de 2018 muchos de los recién exiliados evaluaron el posible regreso cuando se conoció que habían sacado hasta la última mesa de las oficinas del coronel Castro Espín, defenestrado, sorpresivamente, por su propio padre.

Todos querían volver pero buscaban segundas opiniones para atreverse. Aunque al final los que más elementos tenían y los que más sabían del caso eran ellos.

El hijo de un funcionario de Relaciones Exteriores hablaba por teléfono con alguien en Cuba y a cada momento tapaba con la otra mano su celular para ponerme al día. "Parece que se le fue la mano", me decía y volvía a escuchar. Luego adoptaba la misma pose y me ampliaba: "Se puso a jugar al Robespierre y terminó comiéndose a los suyos".

El dueño de una paladar en Miramar llegó a mi oficina con toda una historia que contar: "Imagínate, Raúl llegó de viaje y se encontró con la sorpresa de 'Furry' en tela de juicio, con lista de barcos y carros confiscados y una propuesta para la destitución".

Otro, especialista en el tráfico y compraventa de joyas, me aseguraba que hasta el ministro del Interior Carlos Fernández Gondín había muerto de un infarto por culpa de las pesquisas de Alejandro sobre una vivienda de lujo que el hijo de este general tenia a orillas del rio Almendares, "con hamacas y todo", me decía con asombro.

Una pareja que se dedicaba a la renta de varias casas tiene a un mensajero que viaja con frecuencia a la Isla y a quien clasifican como un informante de nivel. "Está bien tronao", me dicen de Alejandro Castro Espín con una seguridad aplastante. "Noticia confirmada de primera mano", agregan mientras él asiente con la cabeza y ella se sacude las manos. Como me notan incrédulo, reponen: "No te guíes por si lo sacan en el noticiero en estos días, porque es una estrategia de Raúl para parar los rumores: lo visten, lo sacan y lo regresan a su piyama".

Es curioso que todos aseguren saber lo que pasó por rumores o filtraciones de segunda mano.

Pero en Cuba no hay otras opciones.

Recuerdo que en la década del 80 buscábamos darle oficialidad a las bolas presumiendo que era el régimen quien dejaba escapar algunas hebras para que nos inventáramos el resto, y de paso filtraban lo que pasaba sin comprometerse.

"Al final nadie se atreve a volver", me cuenta uno de estos nuevos ricos, "Alejandro no está, pero siguen requisando y metiendo preso a todo el que se les atraviesa, siempre que tenga dinero, claro".

El tipo duda y añade: "Quizás sea la inercia, habrá que esperar a que la maquinaria pierda el impulso que le dio 'El Tuerto', quizás al final todo quede igual".

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