En una reunión de la alta burocracia para analizar los problemas del turismo, de nuevo Miguel Díaz-Canel reconoce prioridad al turismo para desarrollar el país y lo da como la supuesta locomotora del resto de la economía, una idea que manejó y trabajó en su tiempo con mucha fuerza el entonces vicepresidente del Consejo de Ministros y creído por mucho sucesor de Fidel Castro, Carlos Lage.
Como visión pragmática, parecía una buena idea, solo que esa o cualquier otra estrategia económica de los gobiernos castristas padecen de la siempre misma enfermedad crónica de todo ese estalinismo económico: considerar como fundamental la propiedad estatal sobre los medios de producción explotada en forma asalariada, en contubernio con el capital extranjero, desconociendo el papel de la propiedad privada y asociada en diversa forma.
El mal de fondo —el Estado propietario, parásito y burocrático—, sigue presente en el discurso de Díaz-Canel, como mismo estaba en el de Lage.
Ni entonces ni ahora los mandantes cubanos han comprendido que el problema de fondo que lastra la economía cubana radica en las relaciones de propiedad, distribución y mercado.
Mientras la propiedad siga perteneciendo mayoritariamente al Estado, los más interesados en hacerla producir, los que más se benefician de ella, son unos pocos burócratas del más alto nivel que son los verdaderos dueños. Ni la burocracia intermedia ni la baja, y mucho menos los trabajadores, tienen interés en que sea productiva la propiedad estatal explotada en forma asalariada, puesto que para ellos no implica beneficios tangibles.
Los primeros que saben que es una falacia el interés de hacer producir algo sobre lo cual no hay derechos de propiedad, es decir usarla, gozarla y disponer de ella, son esos burócratas de las alturas.
Simple: el goce y beneficio de la propiedad depende del poder real que sobre ella tenga el que la usa, y de ese goce y beneficio depende que el poseedor se interese en cuidarla y hacerla producir.
También, hacer producir esa propiedad depende de las relaciones de intercambio, de cómo se merca, se compra y se vende, bajo qué regulaciones. Si el mercado está regulado para beneficiar al Estado o a una parte de la sociedad en detrimento de la parte productora, para beneficiar a la consumidora, lo que generalmente pasa en un sistema estatalista, pues lógicamente los productores no pueden garantizar la producción eficiente y abundantemente más allá de las limitaciones que impone el Estado al mercado, en cuanto a precios, cantidades de productos, etc.
El carácter estatalista de la visión "canelista" del turismo quedó expresado en el mismo hecho de que para nada mencionó a los privados que han levantado esa actividad en todos los rincones del país con cerca de 20.000 habitaciones y cientos de restaurantes de alta calidad, a contrapelo de las absurdas prohibiciones, regulaciones, restricciones y tributos excesivos impuestos para beneficio del Estado central, los que realizan grandes aportes al presupuesto nacional, sin un solo centavo de inversión estatal.
El enfoque burocrático, desligado de la realidad también se aprecia en este párrafo: "el destino turístico de Cuba es apreciado en el mundo entero, por el confort de sus hoteles, la belleza de sus playas y paisajes, la seguridad ciudadana, entre otros atractivos, pero hay que seguir trabajando en los aseguramientos".
Para nada menciona al pueblo cubano y su carácter alegre y hospitalidad, que son los factores determinantes que hacen que los turistas aprecien el país y repitan sus visitas, más allá de frías y deshumanizadas instalaciones en que se convierte cualquier lugar que no cuente con calor humano.
Otros ministros presentes hablaron de su labor en función del turismo estatal, denotando la misma filosofía y el desdén por los trabajadores, como el ministro de Transporte que dijo que el ministerio garantizaba el traslado de los trabajadores hacia su centro de explotación y los horarios en los aeropuertos, en un momento en que se sabe que Cubana de Aviación y todo el sistema aeroportuario cubano está en crisis total.
El ministro de Agricultura, Gustavo Rodríguez Rollero, se refirió a los suministros de productos agrícolas, para lo cual "se han ido recuperando las estructuras de los cultivos protegidos y se han realizado inversiones en las minindustrias donde se procesan algunos de estos alimentos". Sin embargo, reconoció, persisten insatisfacciones sobre todo con los cítricos, como la naranja y la toronja, "que se tienen que importar debido al deterioro causado a estos cultivos por las plagas durante años".
Todo muy impreciso, como el nombre de la plaga durante años. Suponemos se refiera a la plaga castrista.
Y así por el estilo varios ministros se refirieron a las acciones de sus respectivos ministerios para garantizar la actividad turística del Estado. Todo evidenciando que el estatalismo es la base sobre la cual se sigue pretendiendo sostener este priorizado rubro de servicios y recaudación de divisas.
Si el nuevo mandante no quiere que lo sigan ninguneando y engañando desde la burocracia heredada, tendrá que presentar un Consejo de Ministros completamente nuevo el próximo 21 de julio y establecer algunas normas sobre la transparencia informativa y la responsabilidad a los distintos niveles.
Pero mientras el estadocentrismo siga prevaleciendo, mientras no se comprenda que son los trabajadores, la sociedad civil y el pueblo en general los verdaderos hacedores de la historia, los que le dan vida y sentido a la producción y los servicios, mientras no se reconozcan efectivamente la propiedad privada y la libremente asociada, en sus distintas formas e integrantes; en fin, mientras los encargados directos de organizar la producción y hacerla eficiente no tengan participación efectiva y directa en la propiedad, la gestión y las ganancias y no se comprenda el papel dinamizador del libre mercado toda estrategia económica, todo estará destinada al fracaso.