El tema es recurrente, penoso, espantoso, deprimente y pónganle 50 epítetos más si se quiere. Simplemente ningún Gobierno de la capital ni del país en la etapa diz que socialista, ha sido capaz de resolver el problema de la basura en La Habana. Aunque, desde luego los barrios de la nueva buro-burguesía siempre han recibido mayores atenciones y beneficios.
En agosto de 2015 este diario publicó un artículo que abordaba el tema, analizaba las causas concretas del problema y planteaba como soluciones eventuales "la elección democrática directa de los autoridades (que pudieran responder ante el pueblo y ser revocados eventualmente) y los presupuestos participativos, a todos los niveles (para que las soluciones no dependieran de un Gobierno central)…"
Pero como siempre, lo que pueda afectar los intereses de la cúpula burocrática gobernante o lo que no provenga de los líderes históricos, ni siquiera es analizado por el Gobierno o sus instituciones.
Además la elección democrática directa de las autoridades que sean responsabilizadas con la solución de los problemas en los distintos niveles y que luego sean sometidas a escrutinio popular de nuevo, donde pueden ser revocadas por incumplimiento, no ha estado nunca en los planes del Gobierno castrista.
Igual, los presupuestos actuales son asignados desde arriba, no hay autonomía local sobre control de ingresos y presupuestos para resolver los problemas de los municipios. Esto tampoco apareció nunca en los planes del castrismo, por su concepción centralizada y dirigista de los recursos según los intereses y decisiones de los mismos mandantes de siempre.
En un intento de solución burocrática que nada ha resuelto, en 2012 fue creada una comisión central para apoyar a la capital con miras al 500 aniversario de su fundación.
Para resolver los problemas de la basura, la pintura, las calles, en fin la estética de la capital, el nuevo presidente designado ahora se reúne con la comisión que lleva seis años encargándose de esos problemas sin resolver ninguno.
Miguel Díaz-Canel no sabe —o nadie le enseñó en el periodo en que estuvieron entrenándolo para el cargo— que para resolver los problemas hay que cambiar los métodos que no han dado resultados.
Albert Einstein dijo: "Una locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo".
Y efectivamente, en la reunión de la comisión dirigida por el flamante nuevo presidente designado este hizo un llamado a ocuparse de los problemas conocidos. Nada nuevo, quizás alguna que otra eventual asignación de algunos recursos para resolver transitoriamente el problema.
¿Y después del 500 aniversario?... Pregunten a Lola.
En cualquier país del mundo el tema de la basura y otros de sanidad ambiental, tránsito, estado de las calles y aceras, etc, son asuntos que corresponde atender al municipio respectivo. En Cuba, con el alto nivel de centralización de los recursos, eso es imposible. Se necesita una reforma constitucional.
El castrismo lleva años experimentando qué hacer con los municipios. Se realiza un experimento en las nuevas provincias de Artemisa y Mayabeque, cuyos resultados conocidos no van más allá de mejoras en los controles de cartografía y catastro, supervisión sobre cobros de impuestos a cuentapropistas y cooperativistas, y paren de contar.
En el proyecto original del Poder Popular, con un año de experimentación en Matanzas, se propuso concretamente que la provincia y los municipios conformaran y manejaran sus presupuestos. Pero eso quedó en papeles, como casi todas las promesas del castrismo y en definitiva el llamado Poder Popular, ni poder ni popular, jamás ha tenido autonomía a ningún nivel.
Un presidente de un país que ocupe su tiempo en atender los problemas de las empresas, de la producción de azúcar o cemento, y de organizar la recogida de basura, difícilmente pueda ocuparse de las cuestiones fundamentales del Estado.
Mientras el pueblo de Cuba no pueda elegir a sus gobernantes y alternarlos periódicamente, y mientras estos no funcionen como ejecutores de políticas y leyes aprobadas por los representantes populares y aprobadas por los ciudadanos en referendos, los Castros y sus leales podrán seguir deshaciendo lo que queda de país y la consigna de alcanzar un "socialismo prospero y sustentable" solo servirá para conquistar ilusos y oportunistas en otras latitudes, porque en Cuba no se la creen ni los de apellido Castro.