El informe de los peritos de la Junta Médica sobre la muerte de Diego Armando Maradona reveló que el astro del fútbol argentino sufría diversos problemas de salud graves, que le habían comprometido seriamente el corazón, el hígado y el cerebro.
Fallecido el 25 de noviembre de 2020, el análisis, a cargo de 11 profesionales de la salud y con una extensión de 70 páginas, asegura que Maradona "comenzó a morir, al menos, 12 horas antes de las 12:30PM del día 25", pues su cadáver "presentaba signos inequívocos" de agonía prolongada.
El reporte del sitio de noticias Infobae señala que los encargados de cuidar su salud, encabezados por el doctor Leopoldo Luque y la psiquiatra Agustina Cosachov "se representó cabal y acabadamente la posibilidad del resultado fatal respecto del paciente, siendo absolutamente indiferentes a esa cuestión, no modificando sus conductas y plan médico/asistencial trazado".
En concreto, los peritos indican en su resumen del caso que los responsables de velar por la salud de Maradona abandonaron "a la suerte el estado de salud del paciente".
El corazón del deportista estaba afectado por una hipertensión arterial, una aterosclerosis leve en la carótida, el tabaquismo, la obesidad, el sedentarismo y una enfermedad renal crónica. Todo lo anterior suponía un "riesgo cardiovascular intermedio/alto", subraya el reporte.
El trabajo de los peritos sostiene que "falleció de una insuficiencia cardíaca congestiva luego de un período agónico prolongado".
Su corazón pesaba 503 gramos, un 40 o 50% más que uno normal. Esto se traduce en una cardiopatía hipertrófica ventricular izquierda, agrandamiento de aurícula izquierda y disfunción diastólica asociadas a los sedimentos acumulados por años de consumo de cocaína y alcohol.
Pero además sufría "enfermedad de miocardio", "patología del ritmo cardíaco" y una "coronariopatía", que le afectaron riñones. De ahí que sufriese de diuresis positiva y nicturnia (aumento de micciones durante la noche), un síntoma de patología cardíaca.
También padecía insuficiencia renal e infecciones urinarias, con "valores de uremia y creatininemia elevados en numerosas oportunidades". Y sumaba "glomeruloesclerosis, fibrosis, necrosis tubular aguda y congestión venosa". Ello, dice el informe, como efecto destacado de la incidencia negativa que tuvo el "uso de sustancias tóxicas" como las drogas, que dejó en el año 2000, el alcohol y los antiinflamatorios. Su riñón derecho pesaba 213 gramos y el izquierdo, 183.
Tenía al morir anemia crónica, asociada al déficit de fólico B12 e hierro y también dislipemia (hipertrigliceridemia, concentración elevada de grasas).
Los peritos indican que Maradona "se hallaba evolucionando un cuadro compatible con una abstinencia alcohólica". Pero su cerebro tenía áreas de hipoperfusión, provocada por la reducción brusca del gasto cardíaco, a nivel frontal bilateral, en los lóbulos temporales con predominio izquierdo y en parietales y occipital derecho.
Con este panorama, dicen "debería haberse dispuesto un seguimiento con controles y estudios cardiológicos, más aún con la medicación que se había indicado por sus abstinencia y dependencia alcohólica, que poseen efectos cardiotóxicos".
Quizás la frase más triste de todo el informe es que Diego "no se encontraba en pleno uso de sus facultades mentales, ni en condiciones de tomar decisiones sobre su salud" en los últimos tiempos. De forma tajante, colocan la responsabilidad nuevamente en el equipo médico que lo trataba.
Sostienen, además, que tenía "deterioro cognitivo crónico" y "trastornos de conducta y de lenguaje". Y enumeran, asimismo, una posible presencia de la Enfermedad de Parkinson y probables síndromes bipolar y depresivo.
Por si no bastara, el hígado de Maradona "presentaba serología compatible" con una hepatitis B ya curada, y que había contraído en 1983. El consumo descontrolado de bebidas, aseguran, le ocasionó una hepatitis alcohólica que provocó dos internaciones.
Según la documentación obtenida por la Junta Médica, en sus ingresos "se detalla que consumía aproximadamente cinco litros de bebidas alcohólicas al día". También se detectó hígado graso a través de ecografías abdominales, y cirrosis hepática.
En cuanto al resto del aparato digestivo, se detectaron hemorragias y úlceras en la unión gastroyeyunal; un páncreas afectado por glucemia alterada en ayunas que lo hacía insulina resistente; el padecimiento de síndrome metabólico; hemorroides; epigastralgia (dolor abdominal por el reflujo) y obesidad.
Por último, el informe subraya otros problemas de salud, como "temblor palpebral (de los párpados)", "hinchazón" de la cara”, "pituitas matinales" (moco), "ronquidos inhabituales" y una mononucleosis de vieja data.
Todo esto y más soportaba el cuerpo de Diego Armando Maradona cuando falleció. Y murió en la soledad más absoluta.
¿Hígado... qué hígado? ¡¿Cerebro... qué cerebro...?!
OK, so what?
Desde que se tatuó al fifo ya tenía el cerebro comprometido.
Y antes de tatuarselo tambien, todo el que se acerca a la piedra esta sentenciado, seria muy bueno en futbol como dicen, pero de cerebro un frijol, quizas ahora anden juntos por el averno.
Querido Diego, este mundo es un mejor sitio sin ti.
Y alguien se extraña de que haya muerto, si era un zombie.
Parece que el cerebro siempre lo tuvo "comprometido".
Da igual, lo importante es que se fue. ADIOS HP
El compañerito Armando estaba hecho leña, es lo que pasa cuando te metes hasta la cal de las paredes.