Alejandro Gil carga muchas más culpas y de grado más grave que cualquiera de las fantochadas que le imputarán sus ahora verdugos, antes cómplices en la aniquilación de un pueblo. Descartado queda que este aquelarre que apenas comienza pueda ser considerado justicia. ¿Karma?, quizás; ¿vendetta entre mafiosos?, probablemente; pero justicia, no. Nada hizo este criminal que no fuese aprobado "al máximo nivel", para utilizar el término con el que el capitán Miguel Ruiz Poo delató a Fidel y Raúl Castro durante el juicio-teatro a Arnaldo Ochoa y demás testaferros.
Descartemos además la explicación popular de que esto es un circo para justificar la debacle económica y/o mantener a la opinión pública entretenida. Culpar individualmente a Gil por los problemas económicos de Cuba sería como culpar a Bad Bunny por el nivel rodapié de la música internacional actual. Hasta el más tonto sabe que ambos son malos intérpretes de un problema sistémico, por lo que quemarlos en una pira, por más catártico que sea, no resuelve el mal de fondo.
En esta era de información, excomulgar a Gil no engaña a nadie, y ellos, que ni son tontos ni están desconectados de lo que el pueblo siente, padece y piensa, saben que nosotros sabemos que las decisiones en Cuba no las toma Gil, por muy ministro o vicepresidente que sea.
Levantar la polvareda de la corrupción le hace un daño estructural al Gobierno mayor que el supuesto beneficio de "entretener" al populacho con historias solo creíbles por fieles que no necesitan razones para creer. En tiempos de redes sociales y prensa independiente, los juicios estalinistas tienen efecto boomerang, más cuando la credibilidad del castrismo está más perdida que los "logros de la Revolución".
Esta farsa tiene un público objetivo, pero no es el pueblo, sino el sector del castrismo que asiste derrotado —quizás definitivamente— a cómo otro sector tritura al colaborador más cercano de Díaz-Canel.
Desde tiempos de Fidel el castrismo tiene dos almas: por un lado, los políticos del partido; por otro, los militares. Es conocida maña de jefes mafiosos mantener a sus subalternos compitiendo, peleándose, vigilándose, destruyéndose mutuamente.
Durante la era de Fidel Castro dominó el ala partidista, a los militares se les dieron cargos empresariales cuando no quedó más remedio, pero el poder, las decisiones, los tenían Fidel y su círculo político, mientras aquellos bajo el ala de Raúl eran perros de presa extremadamente bien alimentados con beneficios económicos, pero no poder.
Cuando Raúl Castro heredó, sus militares, que ya concentraban mucha influencia empresarial, se acercaron a la gobernanza de la finca, pero Raúl no les entregó las llaves del reino, pues eso habría sido una abdicación de facto, ya que el poder político, económico y militar estaría concentrado en un grupo que eventualmente podría disputar la posición de Raúl como Capo di tutti Capi. Así que el general escogió a un sobreviviente del partido, Díaz Canel, un político de demostrada ineptitud.
Desde entonces conviven con tensión militares y políticos, floreciendo en una paz alimentada con los despojos de un país que, vuelto carroña, ya es insuficiente para saciar a tanta hiena.
Como algunos previmos, el entuerto castrista solo comenzaría a deshacerse el día que el botín fuese insuficiente para alquilar fidelidades. Hace menos de un mes, argumentamos que lo más probable era que el retraso en la entrada en vigor del paquetazo fuese porque a la facción de Díaz-Canel la estuviesen saboteando, ahora vemos que los militares no solo sabotean, sino que están ajustando cuentas gangsta's style, temerosos y resentidos, viendo como el sistema que les permite su posición se desmorona, mal gestionado por esa ala política a la que Raúl otorgó la administración de la finca.
Desde finales del año pasado, el primer ministro Marrero, representante de los militares en la administración, ha tomado protagonismo en los asuntos económicos e, incluso, si nos guiamos por la puesta en escena, ha desplazado a Díaz Canel en cuanto a liderazgo dentro del Gobierno.
Aún no se puede conocer si estos "ajustes" están auspiciados por Raúl Castro y familia, en cuyo caso el objetivo es disciplinar y amenazar a Díaz-Canel —Gil era su mano derecha y amigo personal—, y quizás reemplazarlo por otro miembro del ala política manteniendo el estatus quo, o si estamos ante una maniobra de los subordinados verdeolivo para acabar de convencer al general de que debe dar oficialmente el poder a los militares, que de facto ya lo tienen y son los únicos que pueden garantizar el futuro del sistema.
El castrismo está convulsionando en una crisis política en la cual hemos visto al presidente del Gobierno, personalmente designado por el dueño del país, felicitar públicamente a alguien que unas semanas después ha sido empapelado como traidor bajo una investigación que le ocultaron a Díaz-Canel, o que se acaban de inventar para abofetearlo, aunque el objetivo más allá de este sería desplazar a todo un sector del castrismo demasiado ideológico, para propiciar un sistema más favorable a los negocios, que es donde más experiencia tienen los militares cubanos.
Obviamente, hoy la dictadura es más débil que ayer, pero esta historia todavía no ha acabado. Es imposible saber si estas puñaladas son el inicio del fin, o el comienzo de una nueva dictadura donde, en vez de ser extremadamente miserables, pasemos a ser medianamente miserables, pero aún sin libertad.
No desprecien la voluntad de las administraciones gringas de joder a Cuba ...
El poder en Cuba se enfrenta al rival más efectivo : la combinación de menos electricidad, agua y proteína. ¿Está Díaz-Canel dispuesto a dar la orden de combate contra el pueblo una vez más; sabiendo que el círculo de abuelos asesinos está esperando el tren de despedida final? ¿La próxima orden de palos contra el pueblo viene de Castro-Ruz o de Castro-Espín?
Ahora sí esto se puso bueno. Ahora la bronca es entre ellos mismos. Como dijo Pentón: Tendremos verano con libertad. Dios te oiga, Pentón.
Traducción al francés
https://florealanar.wordpre…
En efecto, parece que estamos a las puertas de cambios fuertes dentro de la estructura de poder. Buen análisis de la autora... Esperemos que el exilio sepa ser más inteligente y previsor, sin contar tanto con Washington.
El pueblo no quiere simples cambios, quiere plena libertad y democracia sin los Castro. Militares y policías, cuando se arme el barullo no usen las armas contra el pueblo. Muerte a Raúl Castro, a Ramiro Valdés y a López Mierda.
mas alla de toda especulacion, la parte real es que canelin queda muy mal parado
el no es un castro para quitarse las culpas como cuando ochoa
pero en fin, en ese territorio o zona (que no pais) cualquier cosa es posible
Puede ser una jugada para causar un -jaque a Canel- después es más fácil desmontar a un presidente via la conexión a la corrupción. ¿Podrá Canel gobernar después de la muerte de Raúl? ¿Podrá Canel gobernar con Raúl aún vivo y el dólar a 500 pesos?
Si D.Canel no se queda en uno de sus viajes al extranjero, cuando llegue la hora de la verdad, va a pagar por los asesinatos de Raúl Castro, Ramiro Valdés y demás asesinos y el pueblo lo va a linchar.
Esa lucha se dará cuando mueran Ramiro Valdez ala mano dura represora (sucesor Alejandro Castro Espín) y Raúl Castro ala pro cambio hacia un mercado más abierto (sucesores nietos de Fidel Castro). Como en todo juego de poder el ganador será el que controle las armas.
De todo un poco como apunta Rafaela, pero ya hemos constatado que hay cierto nivel de anarquía en el Reino del nunca Jamás Castrista, donde al parecer Raúl Castro no tiene nada que decir, no porque no quiera sino porque no puede, por su estado físico y mental, No creo que en vida y poder efectivo de Castro II ningún militar ó político se atreva a estar inventando. En este mismo momento, han echado a rodar una desinformación descomunal a través del Youtuber Juan Juan Almeida, sobre que hay un gran grupo de Militares presos o en investigación por comunicaciones mediante teléfonos satelitales, donde implican al general Leopoldo Cintra y al General Quinta Solaz, así como otros funcionarios militares de rango medio, pero vistos los personajes ambos están seniles Polo tiene 84 años y Quinta 86 y retirados del servicio activo, los demás que han mencionado en la lista no son oficiales con mando de tropas. Algo se está cocinando. Que será?
A Rafaela se le olvidó mencionar al hijo del general de cien estrellas, el tuerto. Este es el jefe de un grupo de fuerzas especiales que le hacen sombra a los militares. Entonces hay tres, la política, militar y fuerzas especiales. De las tres, la última es la que tiene más poder. Por eso es que cuando Raúl lo venga a buscar el Diablo, el encontrón va a estar entre los militares y la fuerza especiales. Si entran en un entendimiento, entonces entrará la nueva dictadura que usted menciona. Si los militares no le gusta la partida entraremos en algo parecido a lo de Chile con Pinochet.
Es triste, pero creo que Rafaela una vez más tiene un punto de vista muy válido. El rumbo que van tomando las cosas en Cuba apunta a un modelo ruso o chino y no a una democracia y libertad tan necesaria en nuestra patria. Como bien dice Rafaela esto puede traer algunas mejoras económicas, pasando de muy miserables a menos miserables, pero la miseria de libertad seguirá latente .
No me queda clara la rivalidad entre militares y "los del Partido". Raúl Castro siempre respaldó a los militares por estar frente al MINFAR, y después de las Causas 1 y 2 al frente del MININT. Al mismo tiempo respaldaba el trabajo del PCC y sus estructuras en el CC con personajes cercanos a él como Machado Ventura en Organización, Risquet en Rel Ext, los del Dpto Ideológico y otros. Los hombres de Fidel Castro en esa entidad eran escasos. Cuando Castro II asumió todo el poder tras su hermano, los negocios de GAESA y otros florecieron, y con ellos más nombres de militares en posiciones clave, incluyendo el PCC, aunque esta instancia con menos relevancia en la vida pública. Pienso que la rivalidad actual pudiere radicar entre sectores conservadores apegados a viejos esquemas --con miedo a perder el poder-- y otro ávido de cambios que generen ganancias --para el país y para sí-- en una especie de sistema híbrido que ni ellos mismos saben definir, y para el cual necesitan inversionistas.