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Urbanismo

Sopa contra la Mona Lisa y un busto de Fidel: nuestro poder sobre los símbolos

¿Qué pasará en el futuro con los monumentos que visten Cuba? Esa es una gran incógnita, aunque de momento algunos reciben sopapos digitales que quedan para la historia.

Madrid
Dos activistas medioambientalistas lanzan sopa a la Mona Lisa, en el Museo del Louvre.
Dos activistas medioambientalistas lanzan sopa a la Mona Lisa, en el Museo del Louvre. AFP

El pasado 28 de enero volvieron a lanzarle sopa a la Mona Lisa en el Louvre. Ese mismo día, México regaló a Cuba un busto de Fidel Castro cuya imagen circuló por las redes sociales con la sopa incorporada, manipulado digitalmente.

El primero de estos hechos fue una protesta más de activistas medioambientalistas que por la vía equivocada espetaron su reclamo. Fue una defensa al patrimonio natural basada en la agresión al patrimonio cultural, con lo cual siempre pierde su efecto sensibilizador a pesar de que resulte muy mediática. En cambio, lo segundo supo valerse de los medios digitales para socializar una imagen distorsionada de la escultura original, con una crítica basada en la sátira que hizo eco u onda expansiva en los múltiples comentarios. 

Ambos hechos dan para reflexionar muchísimo sobre el poder del arte, de los símbolos y del modo en que han sido aceptados, utilizados y manejados por la sociedad en diferentes momentos históricos.

Una de las funciones más antiguas que ha tenido el arte es la conmemorativa. Así lo certifican los incontables retratos de gobernadores y personalidades ilustres que, desde la Antigüedad, se situaron en plazas y edificios públicos para homenajear al representado. Faraones egipcios, atletas y filósofos griegos, generales romanos, y otros tantos hasta el día de hoy han alternado con obeliscos, columnas, arcos de triunfo y templetes buscando embellecer la ciudad y dejar señalado un suceso o carácter relevante. A veces incluso la denominación de una calle, de una plaza, espacio urbano o institución ha bastado para subrayar la importancia del nombrado para la comunidad.

¿Pero qué pasa cuando las tornas giran y lo homenajeado cae en desgracia, representa lo opuesto de lo que se persigue o lo peor de la época pasada? Hasta ahora el impulso ha sido eliminar todo lo que lo represente, empezando por sus imágenes y elementos nominativos.

Mucho se debate sobre ello desde el área del patrimonio cultural. Las posturas predominantes defienden la preservación y exposición de lo siniestro o controvertido, como parte de una realidad que ha dejado una huella sustancial en la sociedad y que, aun por su sentido aleccionador, no debe desconocerse. Se reflexiona además sobre lo circunstancial de nuestra mirada hacia ese símbolo rechazado y nuestro compromiso con la historia. No se refiere con ello, a que debe continuarse homenajeando lo censurable y perpetuar el lugar que le fue destinado de origen, sino que al destruir obras de arte y objetos patrimoniales estamos atentando contra la preservación de nuestra memoria histórica y el conocimiento de la misma.

Cierto es que los grandes momentos de cambio han acumulado la mayor cantidad de acciones de este tipo. La primera en nuestro ámbito fue al finalizar la Colonia, cuando por voluntad popular y gubernamental se cambiaron los nombres de muchas calles, en lo que llegó a ser una anarquía toponímica que tomó años reencauzarse. Algunos ejemplos habaneros son las calles: Jesús del Monte (General Zayas), Príncipe de Asturias (José Miguel Párraga) y Paseo de Vives (Avenida de la Independencia).

También se instalaron placas y monumentos en espacios públicos, a la par que piezas escultóricas anteriores fueron desplazadas de su sitio. Afortunadamente no todas se destruyeron y hoy se exhiben como parte del patrimonio histórico y artístico de la nación. Es el caso del escudo de armas de la fachada del Palacio del Gobernador de Santiago de Cuba, expuesto en el museo Bacardí; y de la escultura de Carlos III que presidía el paseo capitalino, y la de Fernando VII en la plaza de Armas, que hoy se conservan a un costado de la misma.

Diferente fortuna corrió la de Isabel II del Paseo del Prado, retirada en 1899. Su pedestal quedó vacío en espera de una figura de José Martí que demoró hasta 1905. Pocos saben que en el intermedio se colocó una estatua de la Libertad de calamina que portaba el escudo estadounidense. Develada en mayo de 1902 para festejar el inicio de la República, solo duró hasta el 10 de octubre de 1903, cuando un grupo nacionalista la desmontó y destrozó.  

Aún en la década de 1950 se colocaron importantes esculturas monumentales en la capital en honor a patriotas cubanos de la Independencia, como la de Carlos Manuel de Céspedes (1955), en la Plaza de Armas; la de Calixto García (1957), en Malecón; y la de José Martí (1958), en la Plaza Cívica (luego Plaza de la Revolución).

Después de 1959, vino el segundo gran momento de cambio de símbolos. Una vez más las esculturas conmemorativas fueron objeto de censura. En esta época perecieron las de los expresidentes Tomás Estrada Palma (1921) y Alfredo Zayas (1925), situadas en la Avenida G y en los jardines del Palacio Presidencial respectivamente.

Muchas otras que representaban a grandes comerciantes e industriales de la sociedad cubana fueron retiradas de su emplazamiento original, ya fuese interior o exterior, y destruidas. Apenas queda alguna fotografía o nota periodística de su existencia, lo que representa una gran pérdida para el conocimiento de la escultura cubana de ese periodo y para la historia de esos espacios urbanos y de la ciudad en sí misma. Igual sucedió con la mayor parte de los arcos de triunfo del 20 de mayo, y con la propia celebración de esa fecha.

Se han establecido nuevas imágenes icónicas a través de monumentos situados en espacios públicos como la escultura mural del Che en la Plaza de la Revolución, de excelente factura; y la de Camilo Cienfuegos que, aunque comparte privilegiada ubicación, da pena por su diseño mediocre y forzada colocación en la fachada del Ministerio de Comunicaciones. El caso de José Martí llevaría un estudio aparte por la recurrida y no siempre adecuada reproducción de su imagen, con bustos que lo muestran solo de cuello o barbilla para arriba, o complexiones tan extravagantes e incómodas como el "Superman" de la Tribuna Antimperialista. A veces llega a ser un caso grave la calidad de las esculturas monumentales contemporáneas, por su descualificación del espacio urbano e irrespeto hacia lo representado.

Fidel Castro dispuso que no se le hicieran representaciones de ningún tipo en espacios públicos, voluntad que luego tomó forma de ley. Con cierto tino, esto ha permitido que las ciudades cubanas no se llenaran de imágenes suyas a lo Marilyn Monroe de Andy Warhol, ni que volviese a haber otra mudanza de nombres en sus calles. No obstante, algunas licencias se tomó el infortunado brazo suyo, inaugurado en 2022 en La Parra, Cienfuegos. Este, al igual que el busto donado el pasado 28 de enero al Centro Fidel Castro, de El Vedado, también fue manipulado digitalmente y convertido en objeto de burla en las redes sociales.

¿Qué pasará en el futuro con los monumentos que visten Cuba? Esa es una gran incógnita, aunque de momento algunos reciben sopapos digitales que quedan para la historia.

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6 comentarios

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Profile picture for user Ana J. Faya

El tema es de actualidad. Se han derrumbado estatuas de Colón, del General Lee, de su contraparte el general Grant, de Washington, Jefferson o de la reina Victoria, según le pisen un callo a algún grupo que busca algún grado de protagonismo. Lo de los "eco zealots" ya no tiene nombre en Europa, porque yo quisiera saber qué tiene que ver una obra de Da Vinci con el petróleo. Y sí, la manera en que la autora lo describe es correcta, pero el mensaje que esa gente busca no llega, se rechaza, excepto para algún tarado. Esas protestas son un capítulo aparte.
No se debe dictar sentencia sobre figuras históricas --aunque analizarlas es otra cosa--porque con desaciertos y virtudes jugaron un papel que las sitúan en el patrimonio de una nación. Igual que fue un desatino eliminar las estatuas de Estrada Palma y otros en el 59, el águila del Maine porque se iba a poner una paloma de Picasso, aunque el Maine fue un hecho histórico y ni Picasso ni la paloma tenían nada que ver con Cuba, ...

Profile picture for user Ares I

Yo no tengo ningún problema con eso. Y a Yanelis se le olvidó indicar que desde los faraones, el que acababa con una dinastía mandaba a desaparecer del mapa todos los nombres y todo recuerdo de la derrotada.
Asi tendremos nombres de calles con los más sufridos mártires y opositores a los Castro, artistas y prohombres que marcharon al exilio y nunca pudieron regresar.
Que toda memoria de esa familia maldita sea borrada de la faz de la Isla. Asi funciona la historia.

Profile picture for user Ana J. Faya

... es difícil pensar que derrocado el régimen no se arrase con estatuas de Fidel Castro o con obras creadas en estos sesenta y tantos años. Porque el régimen cubano ha dictado la existencia de la sociedad cubana por seis décadas, como no hicieron Zayas, Estrada Palma, ni Teodoro Roosevelt. El campeonato en bestialidades, hasta hoy, se lo llevan los Castro, con las estatuas derribadas, con la historia contada a su manera, con el sacrilegio de poner tumbas en lo que fuera El Cacahual, con el adoctrinamiento diario y constante, y etc. Porque cuando no hay libertad para decir, para oponerse, para hacerse visible legalmente en una sociedad, el que manda impone. ¿No destruyeron los talibanes las esculturas de Buda en Afganistán?

Fosa de las Marianas . Más de 11 Km. de profundidad y en el océano Pacífico , lejos de la probable "influencia" de su mal espíritu , lejos de el Atlántico y del Caribe sobre todo. ¡Pállá pa allá!

En mi opinión, el destino final de la piedra del Coma-Andante sería la Fosa de Bartlett.