Las encuestas en Brasil han mostrado un sólido apoyo al dos veces presidente Luiz Inácio Lula da Silva de cara a las elecciones presidenciales de octubre. Sin embargo, los propios sondeos tienen varios meses dejando en evidencia una suerte de estancamiento que ahora el fundador del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) busca sacudirse al aliarse con un antiguo adversario de tendencia conservadora.
En 2006, cuando Lula da Silva logró la relección se enfrentó al conservador Geraldo Alckmin, quien entonces era parte del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB). En vísperas de Semana Santa, el veterano político hizo "una jugada de ajedrez", según analistas, al anunciar que Alckmin será su candidato a vicepresidente, un movimiento político impensable hace escasos meses.
Hace poco Alckmin se separó del PSDB, que como estructura partidista no tiene candidato en esta carrera presidencial, y se afilió al Partido Socialista Brasileño (PSB), que pese a su nombre tiene una orientación más de corte socialdemócrata.
Más allá de las siglas, los analistas estiman que Alckmin podría ser determinante para adherir a las clases medias urbanas, que en 2018 votaron masivamente por el actual mandatario Jair Bolsonaro, entonces un legislador sin mucho chance presidencial, básicamente en rechazo a los escándalos de corrupción que envolvían al PT y al propio Lula da Silva.
"Yo cambié, Alckmin cambió, y todo Brasil cambió. Yo creo que Brasil necesita de esta transformación para que podamos reconstruir al país", aseveró Lula da Silva al confirmar que irá junto a su rival de otra época y quien luego fue gobernador del industrial y poderoso estado de São Paulo.
Este 13 de abril la encuestadora PoderData dio a conocer un nuevo estudio que muestra el estancamiento de Lula da Silva, junto a un achicamiento de su ventaja sobre Bolsonaro, en un escenario de extrema polarización para la primera vuelta, que será el 2 de octubre. Los sondeos de opinión no muestran una ventaja tan amplia para el dos veces presidente como para que pueda imponerse en una primera vuelta al actual mandatario, Jair Bolsonaro, quien busca la relección.
De acuerdo con PoderData, Lula da Silva tiene 40% de intenciones de voto en este mes de abril. Es la misma cifra que registró en marzo. Bolsonaro reunía 30% en marzo, pero se vio beneficiado por la renuncia a la candidatura del ex juez Sergio Moro. En abril, el actual mandatario subió a 35% de intenciones de voto.
En una eventual segunda vuelta entre Lula da Silva y Bolsonaro, según PoderData, la diferencia sería en abril de 9% a favor del fundador del PT. Se trata de una reducción importante ya que la misma empresa recordó que al iniciarse 2022 la ventaja de Lula da Silva llegó a estar por encima de 22% en un hipotético balotaje.
Según PoderData, el ex presidente septuagenario tiene una clara ventaja sobre Bolsonaro en el noreste más pobre de Brasil, pero el presidente está por delante en el cinturón agrícola del centro-oeste y el norte del país. Electoralmente, Alckmin ayudaría a Lula da Silva en los sectores medios urbanos de grandes ciudades brasileñas.
De acuerdo con el politólogo Paulo Ramírez, Lula da Silva apuesta a hacer crecer su base de apoyo, que luce estancada según los sondeos. Sin abandonar sus banderas clásicas de izquierda, el ex presidente intentará con Alckmin atraer a "una masa de electores de una derecha moderada".
A juicio de Ramírez, profesor de la Escuela Superior de Propaganda y Marketing, Lula da Silva está actuando de forma arriesgada pero estratégica "para atraer una clase media de derecha, pero que no se siente identificada con el radicalismo conservador de Bolsonaro".
Asimismo, Alckmin podría ser operador de Lula da Silva ante los sectores económicos privados, que tienen su mayor presencia justamente en el estado de São Paulo, para dar garantías de que un triunfo del candidato izquierdista no significará una mudanza radical en el manejo de la política económica.
"El electorado moderado será determinante para decidir estas elecciones", pronostica Ramírez. Y hacia allí parece dirigirse ahora Lula da Silva.
Es tan simple como triste y deprimente: los letrinamericanos dan asco, aunque los cubanos no sean precisamente un primor.