Figura pública en Brasil tras haber sido el juez del sonado caso de corrupción de Lava Jato y no menos controversial por haber estado como ministro del presidente Jair Bolsonaro. Atacado desde los sectores de izquierda y desde los más conversadores, Sérgio Moro, confirmó su intención de ser candidato presidencial en medio de una campaña altamente polarizada.
Moro ofreció este 10 de noviembre un acto público para afiliarse al partido Podemos, un paso necesario para poder candidatearse según analistas, y en su discurso dejó en claro que espera poder dirigir los destinos de Brasil. El Podemos brasileño surgió en 2017 y, sin una afiliación ideológica definida, exalta la lucha anticorrupción como su principal bandera.
Tal como lo reseñó DIARIO DE CUBA, desde septiembre viene creciendo en Brasil la tesis de que es necesaria una tercera opción en la carrera presidencial. Actualmente la campaña se desarrolla con un esquema de polarización entre el candidato y dos veces presidente Luiz Inácio Lula da Silva, del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), y Jair Bolsonaro, el actual jefe de Estado que busca la reelección y que tiene un planteamiento más liberal en lo económico y militarista en su gestión de gobierno.
La primera vuelta de las elecciones presidenciales está prevista para octubre de 2022. Analistas estiman que será difícil sacar a Lula da Silva de la segunda vuelta, pero en cambio la popularidad de Bolsonaro viene decreciendo de forma sustantiva. A esto se suma un sector de la población que no se identifica con ninguna de los extremos que estos simbolizan. También se prevé que habrá una segunda vuelta.
Antes de este anuncio del ex juez, las encuestas daban un 47% de votos a Lula Da Silva, 21% a Bolsonaro y un 9% a Moro. Aunque es una cifra aún baja, Moro es la figura más conocida entre los diferentes nombres que se han barajado como tercera opción para la carrera presidencial.
La caída de popularidad que va sufriendo Bolsonaro, envuelto en escándalos de diverso tipo y señalado por su errático manejo de la pandemia de Covid-19 así como su negativo impacto en la economía de Brasil, abren una brecha para Moro. Aún restan largos meses para las votaciones.
Mauro Paulino, de la firma de opinión pública Datafolha, sostiene que Moro tiene una gran ventaja, por sobre los otros aspirantes que buscan hablarle al centro político en Brasil, y es que ya es una figura nacional. Su desventaja, sin embargo, es que es precisamente ya es una figura posicionada y eso le ha acumulado rechazos muy claros.
Tras ser una suerte de paladín de la justicia anticorrupción cuando estuvo al frente del sonado caso conocido como Lava Jato, un esquema de coimas para el sistema político generadas por la empresa estatal Petrobras, y que luego involucró a la privada Odebrecht, el aura de Moro comenzó a decaer cuando accedió a ser parte del Gobierno de Bolsonaro en enero de 2019 como su ministro de Justicia.
Siendo juez, apenas unos meses antes de asumir como ministro, Moro fue clave en impedir la candidatura de Lula da Silva, quien pagó varios meses de prisión y estuvo inhabilitado. Aquella decisión de Moro contribuyó a la victoria de Bolsonaro, quien era prácticamente un político de segunda línea en el Congreso.
15 meses después de estar en el Gobierno, Moro renunció en 2020, en medio de un escándalo, y acusó a Bolsonaro de presionar a la Policía Federal para evitar que se investigara a sus hijos.
Una cosa y otra le grajearon aversiones tanto en el PT como en el núcleo bolsonarista. Los primeros sostienen que Moro torció sus decisiones para frenar la candidatura de Lula da Silva. Los segundos lo consideran prácticamente un traidor.
En abril de este año, sendas decisiones del Supremo Tribunal de Justicia invirtieron los papeles en el prolongado match judicial entre Lula da Silva y Moro, sin pronunciarse sobre el fondo de la cuestión, determinar si hubo o no corrupción en los casos en los que está involucrado el dos veces presidente. Los magistrados determinaron que el ahora candidato había sido parcializado en el juzgamiento de Lula da Silva, y que además todo lo que involucrara a un ex jefe de Estado no podía ser decidido por un juez federal en Curitiba, donde residía Moro, como fue el caso, sino que la causa debía llevarse en Brasilia.
Tal como informó en su momento DIARIO DE CUBA, estas decisiones del Supremo de Justicia devolvieron a Lula da Silva, presidente entre 2003 y 2010, a la arena política y lo metieron de lleno en la carrera presidencial.
"Moro tendrá que lidiar con algunas preguntas incómodas en esta campaña. ¿Él interfirió en las elecciones de 2018 tal como lo acusa la izquierda? ¿Por qué aceptó ser ministro de Justicia del Gobierno de Bolsonaro?", sostiene Creomar de Souza, profesor de la Fundación Dom Cabral, con sede en Belo Horizonte.
Tratando de marcar agenda propia, en medio de un descrédito que sigue envolviendo a la clase política de Brasil, Moro ha planteado dos temas álgidos buscando acercase a los ciudadanos.
"Propondré desde el inicio (si llegase a la Presidencia) eliminar los privilegios de la clase dirigente. Acabar con el aforo legislativo, un privilegio que convierte a una autoridad en alguien superior al ciudadano común. Y me propongo acabar con la reelección para los cargos del Poder Ejecutivo", sostuvo Moro en su acto de presentación este 10 de noviembre.
Cara a Tabla ... otro corrupto ...