Alberto Fernández sigue siendo el presidente de Argentina. Sin embargo, la reciente crisis política generada en la coalición gobernante dejó en evidencia lo que muchos argentinos comentaban: el poder en el país lo tiene en realidad la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner (CFK), quien gobernó entre 2008 y 2015.
Viuda de Néstor Kirchner, también presidente (2004 y 2007) y símbolo del kirchnerismo, Cristina, como le llaman a secas ciudadanos y medios de comunicación en Argentina, doblegó públicamente al actual mandatario, pero ambos deberán convivir en los próximos dos años —hasta que concluya el período para el cual son dupla presidencial—, así que tendrán que manejar la severa crisis que los envuelve.
Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner son viejos conocidos. El actual presidente fue hombre de confianza de Néstor Kirchner y, según diversas fuentes, fue el fallecido expresidente quien le dio a Fernández la responsabilidad de acompañar a Cristina en su primera carrera presidencial. Alberto Fernández fue el jefe de campaña y luego jefe de gabinete de la expresidenta hace ya casi década y media.
Como ha recordado la expresidenta en una explosiva carta públicada días atrás, fue ella la que colocó a Alberto Fernández como candidato presidencial en 2019, en una fórmula presidencial que tuvo éxito. Fernández le garantizó al kirchnerismo una base de apoyo más amplia, reunificándose con varias corrientes del peronismo.
Tras renunciar como jefe de gabinete de CFK, Alberto Fernández pasó a ejercer una feroz crítica pública. Para muchos fue una sorpresa que ella optara por encumbrarlo a la Presidencia, pero se entendió que era un arreglo para lograr consolidar una coalición que trascendiera al kirchnerismo duro.
Con picos de tensión, pero sin escándalos públicos, transcurrieron los dos primeros años de este matrimonio político. La crisis estalló por el diferente enfoque que cada uno dio a los desastrosos resultados electorales del pasado 12 de septiembre.
Se trató de unas elecciones primarias previas a las legislativas que se realizarán el 14 de noviembre. Dado que en esas primarias para determinar los candidatos al Congreso la elección fue abierta y obligatoria, el resultado anticipó lo que puede esperar el oficialismo dentro de pocas semanas. Perdió en 18 de los 24 distritos y, de cumplirse en noviembre este resultado, seguramente el Gobierno tendrá un legislativo en contra en los dos años finales de mandato.
Desde el kirchnerismo se esperan medidas populistas para reconectarse con el voto popular el 14 de noviembre, en tanto que el presidente Fernández parecía apuntar a la moderación económica cuando justamente se está negociando una deuda considerable, por encima de 44.000 millones de dólares, de un préstamo concedido de forma dudosa en 2018 al entonces presidente Mauricio Macri.
En el pulso entre Fernández y su vicepresidenta, esta obligó al reajuste del gabinete. Cinco ministros de Cristina Fernández presentaron sus renuncias. Tras la negociación, ninguno salió del Gobierno y el presidente debió sacrificar a su jefe de gabinete y al vocero presidencial, ambos de su círculo más cercano. Alberto Fernández logró mantener en su posición al ministro de Economía, Martín Guzmán, y esto gracias a que la propia Fernández de Kirchner aseguró que no buscaba su renuncia, como sostenían algunos medios bonaerenses.
Aunque la recomposición garantiza el control de la gestión para la vicepresidenta y anula al presidente, con lo cual se dilucida quién ejerce el poder en la vida real en Argentina, lo que no queda claro es cómo terminará impactando las elecciones del 14 de noviembre.
Ignacio Labaqui, analista político y profesor universitario, adelantó que el Gobierno buscará "poner plata en el bolsillo de la gente", como lo ha hecho en otras ocasiones, sin medir necesariamente las consecuencias que esto traerá luego de que se hayan efectuado las votaciones.
Otra estrategia que puede seguir el oficialismo sería incrementar la participación electoral. El 12 de septiembre fue del 68%. Un escenario de polarización en torno a la figura de Cristina Fernández de Kirchner podría movilizar a su base de apoyo, aunque no está claro que esto pueda revertir el desastroso resultado de las primarias.
Para la politóloga Gabriela Rodríguez, la apuesta de la vicepresidenta será que haya más kirchnerismo, más populismo, en las elecciones legislativas. Está por verse si esta vez la fórmula será exitosa.
“Esta vieja es peor que el tuerto…”
Estos no salen de urna para entrar en bronca. Macri fue un buen presidente pero la izquierda argentina es mala contendiente.
La Cretina da una mezcla de pena y asco, y no solamente por ella, sino por los que todavía la apoyan. No llega tan bajo, posiblemente, como la horripilante Rosario Murillo, pero de cierta manera ofende más por tener mayores pretenciones. Argentina pudiera ser un país de primera clase, pero su elemento humano evidentemente es bastante disfuncional, por decirlo de forma relativamente elegante.
Y dicho sea de paso, la tipa se ha traqueteado tanto la cara que ya no parece una mujer, sino una suerte de animal simiesco. Total, si hace mucho rato que da lo mismo que se haga lo que se haga.
Un desastre lo de Argentina, propio de los populismos latinoamericanos. Todo comienza bien, hasta que los funcionarios y políticos se enriquecen, y la gente se empobrece. Cristina, como varios presidentes de la región, tiene a sus asesores cubanos en el Instituto Patria, el think tank kirchnerista. Tal es así que las exportaciones de alimentos de Argentina a Cuba han aumentado, siendo los frijoles y la harina de trigo, de los más destacados.
El problema de Argentina son los argentinos.
Por supuesto. Gente que a estas alturas sigue con lo de Perón y Evita no es gente respetable.
Que tome mate con chocolate ...