No son pocas las expectativas que el chileno promedio cifra en la Asamblea Constituyente, cuyos integrantes serán electos este fin de semana, en una votación inédita cuyo resultado —cualquiera que sea— cerrará uno de los últimos enclaves de la dictadura de Augusto Pinochet: la actual Carta Magna.
La actual Constitución fue redactada por la dictadura en 1980. Pese a que el país ha tenido más de tres décadas de elecciones democráticas, con cambios en el poder, ha seguido vigente. La ola de protestas que vivió Chile a fines de 2019, muchas de ellas masivas, otras de carácter más violento, recibieron como respuesta de la clase política el compromiso de aprobar una nueva Constitución.
En el centro del debate sociopolítico está el tema de la desigualdad, como resultado —según una percepción generalizada— del modelo económico liberal, también heredado de la dictadura.
Aunque analistas chilenos resaltan que una nueva Constitución no acabará con la desigualdad en Chile, la expectativa social apunta en esa dirección.
Miguel Martínez Meucci, quien tiene un doctorado en Conflicto Político y Procesos de Pacificación de la Universidad Complutense de Madrid, prevé que la base del conflicto actual en Chile, remarcando una percepción de desigualdad, no se desactivará necesariamente con una nueva Carta Magna.
Los chilenos han tenido expectativas de que al cambiar la Constitución cambiarán de forma significativa sus condiciones materiales de vida, y eso no es cierto, remarca este académico venezolano radicado en Santiago de Chile, en respuesta a preguntas de DIARIO DE CUBA.
Chile tendrá dos jornadas de votación, este sábado 15 y domingo 16, debido que junto a la elección de constituyentes también habrá elecciones locales.
En octubre pasado se celebró el plebiscito, donde ocho de cada diez chilenos respaldaron el cambio de la Constitución. Sin embargo, entre el temor al contagio por Covid-19 y la apatía, más o menos la mitad de los ciudadanos no votaron. Se estima una cifra similar para la elección de constituyentes.
En Chile se elegirá a 155 constituyentes que redactarán la nueva Constitución. El órgano será paritario entre hombres y mujeres y habrá 17 escaños reservados para los pueblos originarios. De los 1.268 candidatos a integrar la convención, un 68% no milita en ningún partido, con lo cual existe una gran incertidumbre sobre quiénes saldrán finalmente electos y cuál será su perfil político y/o ideológico.
La votación tendrá lugar en medio de un clima de un rechazo abierto hacia el Gobierno de Sebastián Piñera y de la clase política en general. Casi un 80% de encuestados por el sondeo Pulso Ciudadano manifiestan rechazo a Piñera, apenas un 14% considera que en términos económicos el país va en la dirección correcta.
"Se han generado expectativas muy altas respecto del cambio que pueda significar la Constitución. Fue una gran salida política en 2019, pero los problemas seguirán, simplemente porque no es posible que se resuelvan con una nueva redacción", opina el académico Iván Jaksic.
Para algunos analistas, la clase política optó por abrir paso a la Constituyente como una manera de quitarle presión al clima de malestar social. Pero no hay una dirección política clara en este proceso, y a esto se suma la ausencia de referentes, entre los candidatos y candidatas. Todo ello genera el temor de que la Asamblea Constituyente puede ser en realidad una caja de Pandora para la sociedad chilena.
Los 155 redactores comenzarán a trabajar desde una hoja en blanco y, de acuerdo con las reglas fijadas, se necesitará del respaldo de dos tercios de la Convención para aprobar las normas que se incluyan en el nuevo texto.
Este mes de junio se instalará y comenzarán a trabajar los constituyentes chilenos, quienes tendrán un plazo máximo de un año para redactar y aprobar una nueva Carta Magna, la cual deberá ser sometida a un plebiscito. A mediados de 2022, Chile debería contar con una nueva Constitución.
Allende está presente!!!! Pobres diablos.