Periodista e investigador universitario venezolano, Andrés Cañizález se ha especializado en la interacción entre poder político y medios de comunicación. Ha estado al frente de varias iniciativas sociales para promover la libertad de expresión y el periodismo independiente en su país, y desde abril de 2019 forma parte del equipo de DIARIO DE CUBA.
En el proceso de selección que realiza la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) para escoger a un nuevo relator de Libertad de Expresión, que sustituya a Edison Lanza a partir de octubre venidero, Cañizález forma parte de la primera lista corta en este dilatado proceso que se inició en enero de 2020.
El 30 de abril la CIDH dio una primera lista de diez preseleccionados y el próximo 13 de julio se dará a conocer una segunda lista, de cinco finalistas.
Conversamos con él sobre este y otros temas.
¿Qué te ha llevado a postularte?
Tras cumplir 50 años de edad, hace ya cuatro años, me encontré con uno de esos balances vitales que suelen hacerse diría que con el paso de cada década. Yo percibía que había hecho una vida profesional muy dispersa, con experiencias en distintos ámbitos, pues había estado tanto en medios de comunicación, en universidades, en ONG. Entonces me di cuenta de que en realidad, desde muchos flancos mi vida profesional y académica había estado girando en torno a la libertad de expresión e información.
En este momento percibo que he logrado consolidar una obra escrita sobre lo que hemos enfrentado en Venezuela en los últimos 20 años, y cómo la libertad de expresión, el periodismo independiente y crítico, ha estado en el epicentro de todo este proceso. Pese a estar enfocado en Venezuela, mi país, he seguido de cerca lo que ocurre en general en América Latina, y justamente por esa diversidad de ocupaciones he tenido oportunidad de viajar y conocer de cerca las realidades de tantos países que son parte de la OEA.
Todos estos elementos combinados, finalmente, terminan dándome un perfil profesional que está acorde con lo que se necesita para este cargo dentro de la CIDH. Además, creo que dos décadas de vivir y trabajar a favor de los derechos humanos y el periodismo, dentro de Venezuela, me dan una perspectiva propia que espero poder poner al servicio de la CIDH.
¿Cómo ves el tema de la libertad de expresión en el continente?
Hay varias amenazas y riesgos, algunos de viejo cuño, y otras situaciones que se relacionan con las nuevas realidades que vive la dinámica comunicacional y periodística. El tema de la violencia contra periodistas, por ejemplo, es algo que está en agenda desde que se creó la relatoría a fines del siglo pasado y hoy, aún, en nuestro continente está el país más mortífero, que es México.
En Centroamérica hay señales bastantes preocupantes y debe trazarse una estrategia para hacerles frente.
Tenemos, además, situaciones de dictaduras abiertas y otros regímenes autoritarios que no tendrán problema en ahogar lo poco que queda de democracia. Cuba y Venezuela forman, dada mi propia vivencia y experiencia personal, dos de mis principales preocupaciones. No podemos quedarnos cruzados de brazos conviviendo con una de las dictaduras más longevas del globo, como la cubana, y con un régimen como el de Maduro, que de ser un autoritarismo electoral pasó abiertamente a un carácter dictatorial, en los últimos años, pese a la preocupación y seguimiento que ha tenido la comunidad internacional.
La CIDH ha tenido entre sus preocupaciones centrales a Cuba y Venezuela, así que me siento muy en sintonía con lo que se ha hecho desde allí. Y lo mismo me ocurre con Nicaragua.
Una nueva tendencia global tiene impacto en el libre flujo de información: la desinformación, las fake news, los populismos mediáticos, el rol de las plataformas tecnológicas que hoy conectan a los ciudadanos. Hay en cada uno de estos ítem una serie de desafíos a los que una relatoría de libertad de expresión de las Américas debe prestar atención.
¿Cuáles son los principales riesgos?
El riesgo principal es que el poder, sean poderes políticos legítimos o poderes fácticos, asuma que una libre expresión, que un flujo de informaciones e ideas críticas, son una suerte de enemigos, y actúen en consecuencia para limitar o acallar.
América Latina, por otro lado, tiene zonas de riesgo (sin duda, México es una de ellas), pero tiene igualmente zonas en las que existe, según los indicadores de Reporteros Sin Fronteras o Freedom House, una libertad de expresión plena como Uruguay o Costa Rica. Esto último también es importante destacarlo.
En el caso de Cuba, el Gobierno no responde a los requerimientos de la CIDH. ¿Cree que aun así es importante denunciar la situación de los periodistas?
Creo que los periodistas y víctimas de violaciones de los derechos humanos en Cuba deben presentarse e informar a cualquier organismo internacional que esté dispuesto a atenderles. La CIDH, según lo que observo desde afuera, ha tomado muy cuenta a Cuba en los últimos años, y esto es relevante.
Durante mucho tiempo los organismos de la OEA no prestaron tanta atención a Cuba, posiblemente bajo el prisma de que Cuba no estaba ocupando su sillón en el organismo. Eso por suerte ha cambiado, según veo, bajo la secretaría general de Luis Almagro.
El relator saliente, Edison Lanza, ha visibilizado mucho el caso de Cuba. ¿Dónde deja Lanza su trabajo en términos generales?
En relación a lo que manifesté en la respuesta anterior, sin duda Edison Lanza ha tenido un rol relevante a la hora de documentar y denunciar la situación de la libertad de expresión en Cuba y el contexto represivo en el cual deben moverse ciudadanos y periodistas independientes.
Desde mi punto de vista, en relación a lo que debe hacerse sobre Cuba, Lanza deja un listón alto al siguiente relator de libertad de expresión.
¿Cómo está la situación actualmente en Venezuela?
En Venezuela estamos en una situación de deterioro permanente de los derechos humanos y de las condiciones generales de vida de la población. La crisis generalizada que vive el país, y que ha generado el chavismo, no parece tocar fondo.
El Gobierno de Nicolás Maduro ha aprovechado la crisis mundial que ha generado el Covid-19 para ejercer mayor control sobre la población, a la que se mantiene en confinamiento principalmente por una generalizada falta de gasolina. Esto último, por cierto, es una cruel paradoja, el país con las mayores reservas mundiales de crudo no produce hoy gasolina.
Hace 20 años, antes de que Hugo Chávez llegara al poder, Venezuela no solo producía la gasolina que necesitaba para su consumo interno, sino que también exportaba combustible. Esto simboliza cabalmente el nivel de destrucción que existe en el país.
¿Qué significa ser venezolano, y terminar trabajando en una organización a la que el Gobierno de Maduro critica tanto?
Una de las cosas que enfatizo es mi condición de venezolano. En los últimos 20 años la CIDH ha mantenido una veeduría permanente sobre el devenir de Venezuela. Eso nos ha reconfortado a quienes desde el país defendemos los derechos humanos. Nos hemos sentido acompañados.
Si llego a ser electo relator para la Libertad de Expresión, cosa que se decidirá a mediados de septiembre, podría responder cabalmente la pregunta.