Con todos los esfuerzos del mundo científico concentrados en crear una vacuna para frenar la propagación del coronavirus, los resultados y el desarrollo de esta dependerán de cómo mute el SARS-CoV-2, el virus responsable del Covid-19.
Ya los científicos saben que el SARS-CoV-2 está mutando. Entre las miles de muestras de la larga cadena de ARN que constituye el nuevo coronavirus, hay 11 mutaciones que se han vuelto bastante comunes. Pero hasta donde se sabe, es siempre el mismo virus el que infecta a las personas, lo que supondría que solo existe una "cepa", explicó el biólogo molecular del Laboratorio de Física Aplicada Johns Hopkins, Peter Thielen, en un artículo del diario The New York Times.
Entre las muchas interrogantes sobre esta nueva enfermedad una fundamental es: ¿superar el Covid-19 convierte a los pacientes en inmunes?; y ¿cuánto duraría esta inmunidad, en caso de que se produjera?
Algunas infecciones dejan una inmunidad de por vida tras haberlas superado; otras, una protección temporal; otras, ninguna en absoluto. En el caso del coronavirus, no hay aún certezas.
Solo una de las mutaciones a las que se refirió Thielen afecta a la "proteína espiga", la que permite al virus infectar las células en la garganta y los pulmones de los pacientes. Por eso, los esfuerzos para producir anticuerpos que bloqueen esta proteína son claves en el desarrollo de una vacuna. Y dado que la "proteína espiga" ha cambiado poco hasta la fecha, algunos científicos creen que es una señal de que no puede alterarse y esta continúa siendo infecciosa.
Por eso, Thielen dijo que aún no está claro cómo afectarán estas mutaciones en el genoma del virus a la hora de encontrar una vacuna u otras contramedidas para frenarlo.
Los periodistas expertos en datos Nathaniel Lash y Tala Schlossberg proponen dos posibles escenarios sobre cómo podría desarrollarse la consecución de esta vacuna en función de las mutaciones que se podrían generar en el código genético del virus.
Escenario 1: El coronavirus no puede evadir una vacuna.
Una posibilidad es que la vacuna sea exitosa y pueda detener al virus en seco, pero solo si no muta en la vacuna. Como todos los virus, el SARS-CoV-2 está mutando a medida que pasa de persona a persona, entendiendo como mutación los cambios en el código genético del virus. La mayoría de las veces, este tipo de mutaciones no cambian realmente su funcionamiento: entrar en una célula, infectar su proceso de reproducción y usarla para hacer muchas copias de sí mismo.
A veces, en el proceso se pueden producir pequeños errores o mutaciones, que se acumulan con el tiempo a medida que el virus se propaga de célula a célula y se transmiten de persona a persona.
El papel de una vacuna es provocar que el cuerpo desarrolle anticuerpos que neutralicen el virus al unirse a él de una forma muy específica. Y ese es el asunto que están analizando los científicos: cómo las mutaciones pueden afectar a esa interacción. En el caso en el que las mutaciones no provoquen cambios en la interacción entre los anticuerpos y el virus, hay esperanza en que la vacuna no tenga que ser actualizada constantemente.
Este proceso, explican los científicos consultados por The New York Times, es algo común entre las vacunas. Por ejemplo, para el sarampión, que muta tan rápido como el virus de la gripe o el coronavirus, se sigue utilizando la vacuna de 1950, que funciona aún , señaló Trevor Bedford, un biólogo del centro de investigación de cáncer Fred Hutchinson.
En el caso del sarampión, las proteínas que utiliza el virus para entrar a una célula son incapaces de mutar sin romperse. La vacuna apunta a esas partes, por lo que cualquier mutación que evadiese la vacuna no podría infectar otras células y así, el virus quedaría "acorralado".
Escenario 2: La mutación resta efectividad a la vacuna.
Otro caso sería si el virus mutase de una forma que impidiera que los anticuerpos puedan interactuar y unirse a él para infectar una célula. Esto sí podría dificultar la creación de una vacuna universal duradera.
Los anticuerpos producidos por nuestro cuerpo como respuesta a una infección o provocados por la vacuna se unen a puntos específicos del virus llamados antígenos. Si las mutaciones aleatorias del virus alteran la forma de un antígeno, puede hacer que una vacuna sea menos efectiva contra el virus y se conviertan en diferentes cepas.
Este es el caso de la gripe. Los antígenos del virus mutan tanto que evolucionan a cepas diferentes y cada una requiere una vacuna ligeramente diferente para ser efectiva. Si esto sucede en el caso del coronavirus, los científicos tendrán que ser capaces de producir y administrar tantas nuevas vacunas como cepas surjan.
En este proceso tiene peso también el porcentaje de inmunidad de la población. De hecho, con el tiempo, por ejemplo, muchas personas desarrollan inmunidad al menos a algunas cepas de la gripe, ya sea luchando contra las infecciones o vacunándose, aunque el virus siga propagándose.
Pero para un virus nuevo como el SARS CoV-2 no existe una inmunidad generalizada y el virus se encontraría con pocos huéspedes inmunes, por lo que no necesita cambiar para sobrevivir y las mutaciones que podrían modificar la forma de los antígenos serían inusuales.
Pero la situación cambia si las personas se vuelven inmunes a la cepa dominante, ya sea luchando contra el virus o mediante la vacunación. Consecuentemente, las versiones del virus con mutaciones que afectan la inmunidad de la población tienen más probabilidades de propagarse y luego podrían convertirse en nuevas cepas.