El viernes se produjo la primera muerte por coronavirus en Europa, en concreto en Francia, cuando un turista chino de 80 años, que había llegado del epicentro del virus, la provincia de Hubei, falleció en un hospital al norte de París, donde llevaba ingresado desde el día 25 de enero.
En estado crítico durante los últimos días, su salud "se había deteriorado rápidamente" por una infección en el pulmón, anunció la ministra francesa de Salud, Agnes Buzyn, informó AFP.
Esto contrastó con la estadística descendente de contagios que se reporta desde China, donde desde el 4 de febrero cada día se detectan menos casos nuevos del coronavirus fuera de Hubei y su capital, Wuhan. Una tendencia que parece indicar que la enfermedad se ha frenado en el resto del país gracias a la draconiana cuarentena impuesta en Hubei, que ha aislado a casi 60 millones de personas.
En Francia, el primero de Europa en detectar casos del coronavirus a finales de enero, ha habido once contagiados, de los que seis siguen hospitalizados. Junto a la hija del difunto, que tiene 50 años y se está recuperando, los otros cinco son británicos que se infectaron en una estación de esquí y también serán dados de alta pronto.
Con su primera víctima mortal en suelo europeo, ya son tres los fallecidos por la epidemia fuera de China: uno en Filipinas y otro en Japón. Mientras tanto, en China hay 1.666 muertos, incluido uno en Hong Kong, y más de 68.500 casos acumulados.
Restando estos fallecidos y los 9.500 curados, en todo el gigante asiático hay cerca de 57.500 enfermos, la mayoría en Hubei. De ellos, más de 11.000 se encuentran en estado grave. Además, hay unos 8.200 casos sospechosos.
Para luchar contra el coronavirus, bautizado como Covid-19, el régimen chino ya considera a esta provincia del centro del país como una "zona de guerra". A la cuarentena impuesta desde el día 23 de enero se suman más restricciones y controles por parte del Ejército.
En algunas ciudades, como Xiaogan, donde se han confirmado más de 2.700 casos y 62 muertes, las autoridades prohíben a sus habitantes salir de sus edificios, incluso aunque no haya contagiados en ellos. Tal y como recoge la prensa oficial, las compras diarias son repartidas por los comités vecinales y el estado de excepción durará 14 días, hasta ver cómo evoluciona la crisis.
Para las autoridades chinas, las próximas dos semanas son decisivas en la "guerra popular" lanzada contra el coronavirus, que supone el más peligroso reto al que se enfrenta el presidente Xi Jinping.
En una entrevista con la agencia Reuters, aprovechando su presencia en la Conferencia de Seguridad de Múnich, así lo reconoció el ministro chino de Exteriores, Wang Yi, quien aseguró que "en general, la epidemia está bajo control".
Para contener la propagación, el Gobierno ha bloqueado carreteras y restringido los movimientos, reduciendo el número de emigrantes rurales que vuelven a las ciudades tras las vacaciones del año nuevo lunar y escalonando su regreso. En Pekín y otras grandes ciudades es obligatorio guardar una cuarentena de dos semanas tras volver de un viaje, so pena de ser multado o encarcelado.
Con la mayoría de los chinos encerrados en sus casas, las clases suspendidas y casi todos los comercios cerrados, el presidente Xi ya ha dado órdenes de recuperar la normalidad lo antes posible para que la economía no se vea todavía más dañada.