El proyecto V-Dem es una iniciativa conjunta del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Gothenburg y el Kellogg Institute en la Universidad de Notre Dame. Con más de 50 especialistas principales/regionales y 2.800 expertos nacionales —uno de los cuales es el autor de esta columna—, V-Dem genera una robusta base de datos anualmente actualizada, que mide siete formas de democracia: electoral, liberal, participativa, deliberativa, igualitaria, mayoritaria y consensual. Y reconstruye la trayectoria de los regímenes politicos del mundo, de 1902 al presente. Un esfuerzo sofisticado y colosal.
Desde V-Dem, los politólogos Anna Lührmann y Staffan I. Lindberg advierten ahora sobre el advenimiento de una tercera ola autocratizadora. A diferencia de las previas —en el período de 1926 a 1942 y de 1961 a 1977— la actual ola, que arrancó a mediados de los años 90, afecta a una mayoría de democracias establecidas. Y transita por varios momentos, que abarcan la recesión —cuando el temprano proceso autocratizador tiene lugar dentro de las democracias—, la ruptura —cuando se produce el salto cualitativo de la democracia a la autocracia— y la consolidación de los regimenes autoritarios.
Diferentes paises se encuentran, ahora mismo, en fases distintas de autocratización. En la Hungría de Viktor Orban, la recesión es evidente. En Turquía, la ruptura avanza veloz, impulsada por Erdogan. En Rusia, la consolidación va de la mano con 20 años de putinismo. Los contextos nacionales, los liderazgos y las fortalezas de la oposición, la sociedad civil y la cultura política democrática marcan, entre otros factores, las respectivas trayectorias de cada caso.
Dentro de la actual ola, la erosión deviene la táctica modelo de los aspirantes a dictador. Estos llegan al poder legalmente —mediante elecciones— y gradualmente degradan, sin suprimirlas, las normas e instituciones democráticas. De hecho, cerca del 70% de todos los episodios autocratizadores contemporáneos son impulsados por mandatarios cuya legitimidad democrática de origen es incuestionable. Cambiar las constituciones, copar a los árbitros electorales, debilitar a la oposición, asediar a la sociedad civil y perseguir a los medios críticos: un menú autocratizante se replica, con independencia de los sustratos culturales y nacionales, a escala global. Desde Asia a Latinomérica, de Europa del Este al África subsahariana.
En tanto proceso gradual, bajo la tercera ola los actores democráticos tienen alguna oportunidad para permanecer, por cierto tiempo, con capacidad de movilizarse en resistencia. Aproximadamente la mitad de los países clasifican aún dentro de alguna modalidad democrática. Y aquellas naciones afectadas permanecen más democráticas que sus equivalentes impactados por las dos olas autocratizadoras previas. Si a ellos sumamos la existencia de redes globales de actores —gobiernos, ONGs, movimientos, intelectuales— comprometidos con la defensa de las poliarquías y los derechos humanos, la tercera ola autocrática no tiene garantizada su victoria. Habrá que dar la pelea.
Este artículo apareció en el diario mexicano La Razón. Se reproduce con autorización del autor.