Como si fuese motivo de orgullo, una funcionaria "de cuyo nombre no quiero acordarme" dijo en la televisión castrista que el 80% de las empresas estatal-socialistas cubanas tuvieron beneficios durante 2023 —estamos en marzo y aún no publican resultados empresariales de 2024—, y lo dijo con complacencia, como si no entendiera que eso equivale a reconocer que una de cada cinco empresas estatales genera pérdidas. ¡Menudo desastre celebra!
En 2023 la economía cubana se contrajo un 1,9%, según la métrica disfuncional y parcializada del castrismo midiéndose a sí mismo, lo que significa que globalmente, aunque "solo" una de cada cinco empresas dio pérdidas, ese 20% es lo suficientemente importante como para decidir el rumbo de la economía nacional. Para entendernos, la minúscula cafetería de 8va categoría de la esquina obtuvo ganancias vendiendo tres panes con algo y cuatro cafés aguados, mientras la enorme fábrica de carretas agrícolas de Güira de Melena dio pérdidas… si es que acaso pudo funcionar entre apagón y apagón.
Sin embargo, lo llamativo del dato —¡y lo ofensivo!— no es que demuestre que la economía cubana está "en los confines de la muerte", eso lo entiende cualquiera que vaya a una panadería en este país de panes cada vez más pequeños. Lo ofensivo está en cómo el castrismo pavonea este "éxito", conseguido en medio de un agonizante país de hielo bajo sol tropical.
El castrismo nos miente y delira mintiéndose a sí mismo queriendo creer que su socialismo funciona. Que las empresas estatales sean mayoritariamente rentables parece servirle para aferrarse a sus quimeras, mientras ignora, como si al ignorar la realidad cambiase, los costos para el pueblo de este nuevo "logro" de la Revolución.
Y es que desde que el Estado decide qué comemos, manejamos, visitamos o vestimos, en qué cantidad y calidad, fuimos cancelados como consumidores y, sin consumidores decidiendo, las empresas evolucionaron de herramientas al servicio de sus clientes a herramientas al servicio del Gobierno para controlar, manipular, coaccionar, y en última instancia esquilmar al pueblo al que supuestamente sirven.
En 2020 la remuneración de los trabajadores cubanos equivalía al 46,3 % del PIB, pero en 2023, aun cuando el PIB se había reducido enormemente, y aun cuando las autoridades dicen que el 80% de las empresas estatales obtuvieron beneficios, la remuneración de los trabajadores bajó a solo el 18,8 % del PIB, es decir, los gastos salariales de las empresas estatales se redujeron un 60%. ¡Imagine los beneficios de las empresas capitalistas si pudieran reducir un 60% sus costos salariales! ¿Será que no hay peor capitalista explotador que un Gobierno socialista?
Aparte de pagar cada vez menos, el tipo de cambio fijo es otra vía que usa el Gobierno para disfrazar la ineficiencia de sus empresas, maquillando la contabilidad con pesos sobrevaluados que cuando llegan a los trabajadores se licuan frente a una oferta de bienes y servicios cada vez más referenciada en dólares.
Esa creciente dolarización es, de hecho, otro mecanismo mediante el cual el pueblo subvenciona a las empresas estatales involucradas —importadoras, transportistas, almacenes, distribuidores minoristas y otras—, que aumentan beneficios a costa de trabajadores extremadamente mal pagados y clientes que, sin más opción, pagan precios disparatados con relación a su nivel de ingresos, en una moneda que solo obtienen gracias a la caridad de familiares y amigos.
Otra manera, más sutil pero no menos agresiva de inmolar al pueblo en pro de las empresas estatal-socialistas, es descapitalizar servicios estatalmente monopolizados como salud, educación o seguridad pública, sustrayendo los recursos allí necesarios para mantener vivas a las empresas estatales que, de tener que competir por recursos en un mercado abierto, tendrían que cerrar por quiebra por estar malgastando capital, es decir, sustrayendo más riqueza de la que socialmente generan.
Pero la lista de empresas estatal-socialistas que carcomen los restos de este pueblo alguna vez orgulloso, es coronada por las comercializadoras —más bien traficantes— de una mano de obra empobrecida y muchas veces limitada en su capacidad de contratarse libremente en el extranjero, como los médicos, vendidos a precio de ganga por estas intermediarias cuasi mafiosas que retienen buena parte de lo que por esos profesionales pagan.
Que el tráfico humano sea el mejor negocio del castrismo, muestra cómo el ideal socialista de la sociedad por encima del individuo, degrada a los pueblos convirtiendo a los ciudadanos en masa amorfa en manos de los amos del partido.
Un perro puede sufrir una garrapata, dos, tres y apenas enterarse. Las empresas estatales son el hipostoma —parte de la garrapata que le permite adherirse y extraer sangre— del Gobierno para desangrar al pueblo. Cuando son pocas, el país sobrevive con más o menos molestias; cuando son demasiadas, la infección seca al cuerpo, debilitándolo, demacrándolo hasta el punto de ser irreconocible. El resultado es la devastación material y humana, el resultado es Cuba.