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Opinión

En Cuba se cuadra el círculo: sector privado sí, propiedad privada no

Permitir el emprendimiento privado es cuestión de supervivencia para el castrismo, pero ¿cómo hacerlo sin perder el control?

La Habana
Emprendimiento privado en La Habana.
Emprendimiento privado en La Habana. Diario de Cuba

Algunos medios de comunicación propagan la idea maniquea de que en Cuba no existe sector económico privado, un debate recientemente exacerbado por las medidas anunciadas por la Administración Biden, enfocadas a las MIPYMES, empresas que para muchos conforman simplemente una maraña de testaferros castristas. Pero esa narrativa sin matices está alejada de la realidad que cotidianamente perciben millones de cubanos, que compran en la tienda que en su barrio abrió el vecino de toda la vida, financiado por un tío que vive en Miami.

Y aunque es cierto que la propiedad privada es solo una ilusión momentáneamente permitida allí donde la ley es exclusiva potestad de un Gobierno totalitario, debe reconocerse que actualmente los cubanos sí tienen permiso para crear empresas y enriquecerse mientras el castrismo lo permita, o arruinarse cuando este lo decida. ¿Pero que la propiedad no sea realmente propia implica que no hay un empresariado privado?

En países democráticos, los empresarios se endeudan para usar recursos del banco en su emprendimiento, y no por ello se les deja de considerar agentes privados. El castrismo es como un banco con el que los cubanos nacen endeudados, todo pertenece al castrismo, pero eso no significa que cuando los cubanos emprenden un negocio no estén buscando su exclusivo interés como agentes privados… aunque estén malsanamente endeudados con ese banco-Gobierno que puede embargarles cuando quiera.

Así, en Cuba no existe sector privado sujeto de derecho, pero sí sector privado sujeto a permiso que, al menos de momento, tiene autonomía y descentralización suficiente para emprender en beneficio propio y, por lo tanto, teórica e informativamente debe reconocérsele como sector privado.

Desconocer la existencia de ese sector, impide comprender correctamente los planes del castrismo y, por lo tanto, se yerra en la exposición de cómo este pretende perpetuarse en el poder mimetizando mecanismos capitalistas para arreglar seis décadas de destrucción socialista.

Así, por ejemplo, las medidas aperturistas de Biden pueden interpretarse según se crea que existe o no sector privado en Cuba, y a partir de ahí estas pueden percibirse como una amenaza o una oportunidad para quienes anhelan una nación democrática... lo cual no significa que esa oportunidad vaya a cuajar, pues el régimen sabe defenderse.

Permitir el emprendimiento privado es cuestión de supervivencia para el castrismo, y como por experiencia sabe que la estatalización de los medios de producción es un suicidio económico, su proyecto actual no es crear un falso sector privado, sino permitir uno real que pueda ser eventualmente instrumentalizado e integrado al sistema como hace el Partido Comunista chino. ¿Cuánto falta para ver millonarios capitalistas votando unánimemente en el "Parlamento" socialista cubano?

El castrismo permite al sector privado germinar para luego podarlo donde sea preciso o abonarlo donde más le convenga. La tijera de jardinería escogida esta vez no es la nacionalización o el decomiso, sino la perversión de la competencia empresarial, amañando el mercado interno para que con tiempo —esta estrategia es a largo plazo— florezcan y perduren las empresas y empresarios que al régimen más le interesen. Pero como mismo antes de podar un árbol hay que permitirle crecer en todas direcciones, el castrismo, antes de darle forma al sector privado cubano está permitiendo su proliferación más o menos libre.

El sistema está diseñado a modo de filtro. Hasta cierto nivel hay y habrá autonomía, pero a partir de un límite no definido de "concentración" de la riqueza constitucionalmente prohibida, las empresas que vayan triunfando y creciendo, aun cuando inicialmente sean puramente privadas, eventualmente tendrán que subordinarse al Gobierno pues, al fin y al cabo, solo existen porque este lo permite.

Pero ni necesita ni quiere el castrismo que en estos inicios todas las empresas sean testaferras, al contrario, sabe que, permitiendo libertad para emprender, la empresarialidad innata al humano, largamente reprimida en Cuba, fomentará una dinámica enriquecedora que no llegaría siquiera a eclosionar si se le intenta podar antes de tiempo.

El plan del castrismo, en esencia, es fomentar un sector privado sin derechos de propiedad para beneficiarse de la productividad capitalista, pero sin exponerse al riesgo de una oposición amalgamada en sociedad civil, surgida de las relaciones que fomenta un tejido empresarial privado con verdadero derecho de propiedad.

De funcionar, este plan condenaría al país a décadas de ignominia totalitaria agravada ahora con humillantes diferencias de clase y bolsones crecientes de marginalidad y miseria. No evitaremos ese destino desconociendo la realidad: en Cuba hay un sector privado, está ahí, existe. La única duda es: ¿dejará al castrismo de manejarlo a su antojo, o desde la oposición, desde el exilio, se hará algo para usarlo a favor de la libertad?

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5 comentarios

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Yo pienso que la propiedad privada tiene que estar protegida por la ley, las instituciones y una sociedad sana, en Cuba ninguna de las tres la garantiza. Asi a la propiedad que se le llama "privada" en Cuba funciona mas como un prestamo sin garantias que otra cosa. Prestado no es privado.

Profile picture for user Ana J. Faya

La autora ha definido bien el temor primario que el régimen tiene al crear un sector privado sin libertades reales: "beneficiarse de la productividad capitalista, pero sin exponerse al riesgo de una oposición amalgamada en sociedad civil". Ese es el meollo de todo invento que se cree en Cuba: si atenta contra el ejercicio del poder, si surge algo como oposición real o potencial, no se piensa dos veces y se le arranca de raíz. Las MIPYMES no son realmente libres porque el país no lo es.

Profile picture for user Pedro Benitez

Felicitaciones a Rafaela por el pensamiento crítico: “ de cómo este pretende perpetuarse en el poder”
Yo estoy de acuerdo con el título del artículo. Parece que el nuevo modelo económico se puede resumir en: “antes de darle forma al sector privado cubano está permitiendo su proliferación más o menos libre.” (Un elástico que estira y encoge según la circunstancias del momento) y en eso se queda.

Profile picture for user Pedro Benitez

El modelo económico chino comienza por los permisos para subcontratar las tierras entre los campesinos; creando un activo para el campesinado que consigue arrendar su terreno. Para acoplarse al modelo chino, es preciso -desde el comienzo- abrir el mercado desde sus bases de producción. Semejante esquema tiene que ir acompañado de un proceso de financiación que incorpora las finanzas modernas. Cuba no emite ni un Bono Municipal para construir un puente, tampoco opera en los mercados capitales, no tiene acceso a financiar proyectos mediante la emisión de acciones. No me queda claro como Cuba se puede acoplar al modelo chino más tarde, sin construir las bases primero.

No parece probable que Raúl Castro a su edad, quiera montar un modelo económico algo sofisticado.

El mismo cuento de siempre, pero el Castrofascismo no tiene soluciones a la vista, Es que un país no se gobierna como una finca, con la añadidura de que el Castrismo es un administrador de fincas incapaz en grado superlativo, todo eso que la Ministra de Economía apunta no pasará del intento, como amor de adolescente, Cuba, es un pequeñísimo país, no es China ni tampoco es la ex URSS, la cercanía al Norte revuelto y brutal implica condiciones orbitales que a la fuerza han sido violadas por decenas de años, y tiene una sola nacionalidad, aparte de los grupitos de otros origenes que aun quedan en Cuba. Tampoco hay nada que repartir en el estilo de una Rusia Posperestroika, ya todo está en poder de los herederos sin derecho, de la Familia Real, su nobleza militar y política.
Por lo que él Castrofascismo va a terminar en el habitual corre-corre del poder, que hemos visto, como finiquito de los gobiernos, en toda la traumática Historia de la Republiqueta Cubana.