Estarán aún celebrando el fin de la dictadura millones de cubanos en las calles, y ya quienes ocupen el Gobierno deberán lidiar con la avalancha de dinero que agencias de la ONU, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, incluso Black Rock y otros hedge funds (fondos de cobertura) estarán ofreciendo para ayudar e invertir en el país. La tubería de dólares será más grande que el Canal de Albear, y eso es bueno.
Bueno, sí, pero extremadamente peligroso, pues serán enormes las tentaciones de malversar y usar el poder político para instalar mecanismos extractivistas dentro de la estructura económica, en lo que sería una sustitución del modelo castrista por otro igualmente nocivo, aunque de apariencia democrática.
Pero si tenemos la suerte de comenzar la vida democrática con un líder honesto, esperemos que este sea, además, lo suficientemente inteligente como para prever que su honestidad es excepción, no regla dentro de la casta política. Esperemos también que, en consecuencia, cree condiciones para minimizar el daño futuro que las ambiciones personales puedan hacer al interés general, lo cual no se logra reprimiendo la naturaleza humana con medidas "comunistoides", sino alineando los incentivos privados con los públicos, mediante el único mecanismo capaz de conseguir que las personas, trabajando por su propio interés, se beneficien a sí mismas y a todos los demás: el libre mercado.
Y en ese libre mercado un elemento de especialísimo cuidado será un sistema financiero privado e independiente que pueda equilibrar sus encajes temporales y armonizar ahorro e inversión, pero bien regulado, para que no devore todo lo demás como pasó en la transición chilena o rusa, donde grupos de poder, partiendo del control de los bancos, se dieron créditos a sí mismos para comprar otras industrias, que a su vez les servían para apalancarse nuevamente, volviéndose a dar más crédito para comprar otras cosas. No puede convertirse el sistema financiero en herramienta tramposa de concentración de riqueza.
Cuba necesitará hacer las cosas bien a la primera, si no, pueden secarse rápidamente los chorros del oro abiertos para la reconstrucción postcastro, si el país se torna repulsivo para la inversión privada, o un agujero negro para las ayudas internacionales.
Dentro de esa ventana de oportunidad que abrirá la transición, dolarizar demostraría un compromiso irrevocable con la transparencia de las finanzas públicas, disminuiría la capacidad del sistema bancario de concentrar riqueza, avisaría de un gobierno serio, dispuesto a estar sujeto a presupuestos ajustados a la realidad, limitaría el endeudamiento estatal, desvincularía el riesgo país del riesgo empresa, constreñiría opciones de corruptela política, garantizaría a los inversores la expatriación de su capital, más un largo etcétera que apuntalaría la credibilidad de una Cuba renacida.
La dolarización dejaría a los demagogos de turno, aquellos dispuestos a comprar su lugar en la historia hipotecando el futuro de generaciones enteras, sin su herramienta favorita: la máquina de imprimir dinero. En ese tiempo inicial postcastro de río muy revuelto, la dolarización ayudaría a frenar a muchos pescadores oportunistas que serían capaces de dejarnos a todos sin pescado y sin mar.
Y aunque la dolarización no garantiza crecimiento, pues el progreso económico dependerá de otras políticas, estas serán mucho más efectivas si se implementan en el ambiente de transparencia y estabilidad monetaria que provee la dolarización.
Además, a una Cuba que "tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana" en cuanto a economía se refiere, le será ventajoso adoptar aquella moneda para competir con mercados que hoy están en México (manufactura y agricultura), Florida (servicios de salud y ocio), e incluso Texas (energía y telecomunicaciones).
En resumen, por las características del totalitarismo castrista, difícilmente tendremos una transición ordenada y liderada por políticos nacionalmente conocidos y respetados, dispuestos a forjar un país para el bien de todos, mientras que las probabilidades de que extremistas e inexpertos capitalicen el gobierno son bastante altas, por lo que se vuelven muy valiosas y atractivas medidas como la dolarización, que le sacan capacidad de maniobra al poder político, limitando el daño que la pasión, el oportunismo y la inexperiencia puedan infligir.
Lo único que entiendo es que con pesos cubanos, MLC, CUC o cualquier otro invento "vacio" de los mafiosos nunca se va a conseguir nada ya que suponen un agujero negro.
Con dólares o euros puede que sí, pero se necesitará un nuevo modelo económico para resucitar todo el sistema.
Me gusta el artículo. “ la avalancha de dinero“ tiene ciertos limites. Especulando que un sector de la sociedad puede demandar programas universales de salud y educación con las arcas del gobierno vacías; los ajustes pertinentes no serían pocos ni superficiales.
Es cierto, la dolarización de la economia cubana es lo mejor que debe hacer el gobierno postcastrista, como de manera excelente explica aquí la autora. Pero, (siempre hay un pero) todo depende de que el castrismo no se convierta en neocastrismo y GAESA siga en el poder. Los militares mafiosos no van a soltar facilmente el poder.
Para mí Rafaela ,brillante y muy locuaz, como el 99 por ciento de sus análisis y opiniones.
Bobo de la Yuca, creo que no interpretaste,correctamente a Rafaela, yo creo que dejó muy claro lo que podría ser pros y contras de una dolarizacion en un futuro ,obviamente no con un sistema como el actual o similar y con una fiscalización seria y transparente por parte de los inversionistas.
Muy sensata sugerencia: dolarizar. Por cierto, algunas corruptelas políticas e inescrupulosos inversionistas hablan inglés, otros --muy peligrosos-- espanglish miamense.
Le pregunto a la estimada Rafaela Cruz si ella pondría "un dólar de su propio dinero" en manos de los que vengan o se queden después de ese tal "fin de la dictadura" (sea lo que eso signifique).
Podría imaginar que la respuesta es óbvia, pues Rafaela da por instalada una "tubería de dólares más grande que el Canal de Albear" partiendo de una serie de instituciones e inversores internacionales que, sin haberse cobrado aún lo que Cuba adeuda, estarían deseosos de entregarle chorros de dinero a los próximos políticos cubanos...
Creo que a partir de ahora comenzaré a tomarme menos en serio a Rafaela.