En su desesperación por atraer la inversión extranjera a Cuba, el Gobierno revela, en primer lugar, su incomprensión de cómo opera una economía y, dentro de ella, cómo debe operar una empresa.
Desde los años 80 y bajo el control absoluto de Fidel Castro, el Gobierno cubano ha tratado de atraer inversionistas extranjeros, lo que revela una colección de incapacidades. Una es la de no poder acumular suficiente capital para financiar las inversiones; otra la de no poder montar las nuevas inversiones eficazmente —una vez usado el capital para adquirir o construir activos necesarios como maquinaria, equipo, edificios, animales reproductores, etc—, y por último, que una vez puestas en marcha esas inversiones, no puede administrarlas y manejarlas de manera rentable.
Una economía a ciegas
En los 80, tras más de 20 años de socialismo castrista, se le hacía obvio al Gobierno que la economía cubana ni siquiera tenía capacidad para lograr su "reproducción simple" —usando el léxico marxista—, y mucho menos la "reproducción ampliada", lo que significaba que no solo la economía era incapaz de crecer para desarrollar al país, sino que tampoco lograba mantener y reponer las capacidades existentes. De este modo, el parque industrial cubano conjuntamente con su sector agropecuario, sus viviendas e infraestructuras se fueron deteriorando por medio de la descapitalización, con resultados constatables visualmente en el crecimiento de ruinas a lo largo y ancho de la Isla.
¿Qué ha de pensar un inversionista extranjero sobre la capacidad de un régimen que ni siquiera supo mantener funcionando la producción de los activos confiscados a inversionistas privados de antaño, nacionales y extranjeros?
Durante más de 60 años el régimen cubano ha mostrado no ya su desdén, sino también su rechazo a toda forma de propiedad privada. Y todo esto en el marco de un sistema político que, además de no cumplir con sus propias leyes, no garantiza la independencia de un poder judicial que proteja los derechos de inversionistas y empresarios.
Esta debacle tiene su raíz en la desidia de Fidel Castro, el dueño indiscutible del país desde 1959, y en su interés en utilizar los recursos expropiados para ejecutar una agenda personalista con respaldo soviético. Cuba se adaptó a no producir lo que necesitaba pues los subsidios que recibía, junto a los préstamos que no pagaba, mantenían a flote la economía, aunque de manera precaria e insostenible en el mediano plazo. Mientras tanto, las empresas nacionalizadas perdían capital físico y humano y, con ellos, su capacidad de invertir. Además de sus capitales tangibles, Cuba perdió su cultura productiva y gerencial hasta que la sorprende la abrupta desaparición del campo socialista y sus subsidios.
Ya desde 1968 Cuba también había perdido todo vestigio de sector privado después de que en Fidel Castro, en un alarde de poder totalitario, había prohibido toda forma de actividad privada y dictado el abandono de las prácticas de contabilidad en las empresas estatales. Esta última medida, probablemente la más absurda que tomó como gobernante —y cuyas consecuencias han sido ignoradas por los analistas—, dejó a las empresas del país sin un instrumento de medida de su rentabilidad y, por ende, sin una forma de saber si el capital aumentaba o disminuía.
O sea, Castro dejó la economía nacional a ciegas y, lo peor, a las empresas sin capacidad ni autonomía para poder contratar personal calificado. Como parte de una nueva cultura productiva, el empleo de personal se adaptó a promover a quienes mostraban lealtad al Gobierno y no a los más calificados.
Por lo tanto, no es sorprendente que Cuba haya perdido su capacidad de acumulación de ahorro y su capital para invertir y tenga que depender del capitalismo extranjero. Por las mismas razones, Cuba necesita que el capital extranjero venga acompañado de capacidades adicionales para montar —no solo financiar— las inversiones hasta su puesta en marcha, y también para manejarlas rentablemente.
Toda la cadena de requerimientos económicos, financieros, técnicos, organizativos, logísticos y administrativos que necesita una economía para ser eficiente se verifican a nivel de cada empresa, con su idiosincrasia y características específicas, para lo cual se requiere de una gran autonomía y libertad de acción, algo que ni Fidel Castro ni los actuales jerarcas cubanos comprenden.
Pero hay economistas cubanos, casi todos residentes en la Isla, que sí comprenden los principales problemas económicos del país y cómo resolverlos. Solo que el Gobierno los ignora, algo que dadas las condiciones existentes es difícil explicar. Dichos economistas generalmente trabajan en universidades o institutos de investigación y no son conocidos como disidentes o contrarios al socialismo en Cuba. Cubren tanto el estudio de problemas macroeconómicos que afectan a la economía en su conjunto, como los microeconómicos que explican el fenómeno al nivel de empresas y de mercados específicos. En general, todos abogan por una mayor flexibilidad en el manejo de la economía y la reducción de la dependencia de la planificación centralizada más la eliminación de todas sus trabas.
Es al nivel de empresa —la célula productiva y reproductora de toda economía— donde se hace evidente que la libertad no es solamente un deseo romántico, ético, filosófico o ideológico, sino también un requerimiento técnico. Irónicamente, los enemigos de toda forma de libertad en el Gobierno cubano necesitan ahora que los inversionistas extranjeros usen sus libertades para comprometer sus recursos en un sistema que los detesta. Con esta conducta, los gobernantes cubanos demuestran que lo que Karl Marx denominó "capitalismo" no era otra cosa que la capacidad humana de crear sistemas económicos eficientes donde un factor —no el único— es lo que llamamos capital, que en sus distintas formas incorpora la capacidad de acumular riqueza para invertir y mejorar las condiciones económicas de los países.
Solo un inversionista extranjero ignorante de las condiciones en Cuba se atrevería a invertir su capital en la Isla en estos momentos. Sin un verdadero plan de reformas estructurales de la economía cubana, el país fracasará en atraer inversiones para reparar el daño que el castrismo le ha infligido a la nación desde 1959. Es seguro que tales cambios tendrán que estar acompañados de otros a nivel de personal. No será fácil, pero es indispensable.
Porque los Castro se aprovechan de las inversiones; primero dejan progresar a los inversionistas, después los cogen presos por cualquier cosa, y se roban su dinero, y a seguir vacilando parasitando de todo lo que les cae en las manos.
// ENCAMINARNOS A LA SOLUCIÓN desde la situación actual //
"Sin un verdadero plan de reformas estructurales de la economía cubana... " claro que no se puede frenar el hundimiento en que está Cuba y echarla adelante.
Pero es que NI HABLAMOS sobre CÓMO ENCAMINARNOS A ESO **desde la situación en que estamos ahora** en todos los sentidos.
***Hablar***, discutir, intercambiar ideas con capacidad y, claro, luego actuar usando las ideas.
Es hasta realtivamente sencillo que suceda lo anterior, el intercambio de buenas ideas, su mejora y su uso. Sucede... SI TUVIÉRAMOS COMPLETAMENTE FUNCIONANDO BUENOS SISTEMAS PARA DISCUSIÓN EN LA WEB.
Y nuestros medios no se dan cuenta de esa necesidad. Ver mi email a Cibercuba de 10/17/2019 https://tinyurl.com/ACiberc… Al que ni dieron respuesta...
Lo único que puede arreglar la economía de Cuba es que el regimen vitalicio de la familia Castro desaparezca. No se preocupen porque ya Trelles esta trabajando en eso.
La inversión extranjera por si sola no va a mejorar la situación. El país necesita abrirse al mercado con los propios cubanos y desde luego, con el capital del extranjero. Los cubanos no tienen capital.
Próximo Congreso del Partido Comunista de Cuba: Su gran logro, conducir a la masa de carneros hacia el Segundo Período Especial---> 2021, ''Año del Sobreviviente Heroico''.