'Flexibilización' del sector privado en Cuba: no nos dejemos engañar

El único horizonte ha de ser la libertad de empresa y el respeto a la propiedad privada. Sin eso, Cuba podrá mejorar algo, pero nunca lo suficiente y nunca en libertad.

La anunciada flexibilización del "cuentapropismo" es insuficiente y, desde luego, no merece ningún agradecimiento —en todo caso, reprimenda por su tardanza—. Nada hay que agradecer al secuestrador que por la fuerza te asfixia durante 62 años cuando afloja un poco la presión, máxime si lo hace, no porque haya aprendido a respetar el derecho ajeno a no ser asfixiado, sino porque sus propias fuerzas han mermado.

Libertad de empresa es poder hacer todo lo que la infinita creatividad de los seres humanos conciba para recíprocamente brindarse servicios y ofrecerse mercancías, asociándose del modo que mejor considere cada cual, ya sea como trabajador contratado, cooperativista o empresario. En Cuba, libertad de empresa significa abolir el monopolio estatal, no necesariamente desmantelando las empresas del Gobierno, sino eliminando cualquier barrera que impida que los privados puedan competir comercialmente con el Estado y entre ellos.

Para que sea libertad empresarial, el límite no puede estar en las 124 actividades que van a prohibir ni en las más de 2.000 que tienen pensado autorizar "desde arriba"; el único límite debe ser el Código Penal, que es el que garantiza que unos ciudadanos no agredan activamente a otros. Mientras el Gobierno decida según sus propios intereses circunstanciales cuáles son las actividades prohibidas y cuáles las permitidas, objetivamente se mantiene la situación de la víctima, el secuestrador y la asfixia.

El respeto a la propiedad privada será real solo cuando se defina, no qué es lo que los cubanos pueden hacer con lo suyo, sino cuando, negro sobre blanco, esté especificado cuáles son los casos —extremos y muy justificados— en que el Gobierno puede intervenir la propiedad de las personas.

Habrá respeto a la propiedad privada en Cuba cuando un vuelco jurídico de 180 grados invierta la actual situación donde los ciudadanos tienen "permitidas" algunas libertades y el Estado define los límites unilateralmente, a una situación en la que el Estado esté constreñido en su actuación y los ciudadanos tengan libertad de hacer con lo legítimamente suyo todo lo que no dañe expresamente a otros ciudadanos.

La flexibilización en el "cuentapropismo" anunciada por la ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó Cabrera, es un paso positivo en tanto permita a la víctima respirar algo mejor, ¡pero no es lo mismo aflojar que soltar el agarre! Y como mismo hoy permiten 2.000 actividades, mañana —porque siguen teniendo la soga en el cuello de la nación—, si les conviene, pueden apretar nuevamente y volver a la situación anterior o incluso empeorarla. Todo depende, aún, de la fuerza del brazo del secuestrador.

No en balde, instantes después de que la ministra Feitó terminara de informar "las buenas nuevas", la ministra de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños, anunció nuevas sanciones para la violación de la política estatal de precios y tarifas. Las multas irán de 2.500 a 15.000 pesos junto al posible decomiso de los bienes. Además, se añadieron dos nuevas indisciplinas: la retención o no comercialización de mercancías destinadas a la venta a la población, y la aplicación de precios abusivos y especulativos.

El Gobierno blinda su poder, se rearma para reprimir a todo aquel que no haga exactamente lo que al Gobierno le conviene en materia económica.

La sociedad cubana sigue postrada, vaciada de energías tras 62 años de asfixia. Los cambios que estamos viendo son un simple reacomodo del secuestrador intentando posicionarse de un modo tal que le permita, ahora que sus fuerzas han disminuido, mantener el agarre y el control.

El problema, lo siniestro, es que mientras el secuestrador oprimía el cuello de su presa en estos 62 años, estuvo susurrándole al oído que todo era por su bien, que la estaba cuidando, que si liberaba la presión sería mucho peor. El control ha sido tan mental como físico.

Pero el Gobierno tiene menos fuerza en el brazo y sus susurros son cada vez menos creíbles. Nervioso y a la defensiva, ha lanzado una campaña mediática desacreditando a los que piensan diferente y a los medios informativos que tienen voz propia, y no será sorpresa si encarcela a decenas de periodistas y activistas en una nueva Primavera Negra, pues sabe que cuando se acabe el engaño nada impedirá que quien es hoy víctima sea acusador.

Los Lineamientos, la Unificación Monetaria, el Ordenamiento, esta flexibilización y ajustes emprendidos por el castrismo en su ocaso son síntomas de algo muy claro: en Cuba las cosas están cambiando, lenta pero inexorablemente; al victimario se le cayó la máscara, solo falta que la víctima se de cuenta.