"Me castigan por no seguir sus líneas, por tener vínculos con hermosas personas que ellos consideran un peligro", escribió en sus redes sociales el activista Raúl Soublett, fundador de la Alianza Afrocubana, quien fue sometido a un violento interrogatorio el pasado jueves que terminó con una autoagresión.
"Me castigan por ser la pareja de un periodista independiente. Me castigan por el activismo que hago, por mi forma de pensar. La única forma de liberarme de ese castigo es colaborar, pero no", agregó Soublett.
"Ellos no me dejaron otra opción. Me mostraron dos caminos de los cuales ninguno escogí. Yo mismo decidí el camino que iba a coger. Me auto agredí, fue la única forma que encontré para salir de ese ambiente incómodo, tan indeseable", confesó.
Soublett, quien también se ha destacado por su activismo a favor de la comunidad LGBTI, contó que fue citado al Cine Acapulco mediante una llamada telefónica, pero al llegar al lugar fue trasladado a una de las casas que utiliza la Seguridad del Estado para realizar los interrogatorios.
"La escenografía aparentaba un ambiente relajador, tranquilo, pero no, era todo lo contrario, era un ambiente tenso. El interrogatorio fue subiendo de tono a medida que no decía lo que ellos querían escuchar. No faltaron las acusaciones de que mi activismo está siendo financiado por organizaciones o personas que reciben dinero de la NED, y que me relaciono con personas que igualmente son financiadas para la subversión en Cuba", escribió.
El activista contó que en los últimos tiempos tanto su madre como su pareja han sufrido amenazas, también en su centro de trabajo y en su universidad. "Ejercieron tanta presión contra mí, que la única vía que encontré fue auto agredirme para salir de ese lugar, para dar por terminado el interrogatorio", contó.
"Reitero que fui yo quien me auto agredí, pero ellos me llevaron a ese extremo donde la desesperación y el miedo me hicieron cometer algo que en mi sano juicio jamás haría. Nunca he intentado atentar contra mi vida, contra mi cuerpo, ni mucho menos eso que ocurrió fue premeditado como ellos me dijeron. Ese castigo al cual fui sometido, tuvo sus consecuencias", escribió.
"Mi respiración se fue entrecortando, mi corazón iba a millón, temblaba, agarré una copa llena de agua y sin pensarlo, sin identificar en ese momento lo que estaba agarrando, lo incrusté contra mi cabeza. No sentí dolor. Me aceleré y quise agarrar todo lo que había cerca. Destruí las copas, la mesa, su teléfono, tenía el diablo en mi cuerpo. Ese diablo iba contra mí mismo. Ese diablo lo trajeron ellos", narró el activista.
Posteriormente el activista fue atendido por un cuerpo médico, que le dio varios puntos de sutura y fue presionado por los agentes de la Seguridad del Estado para que no contara el sucedido.
"Sugirieron que dijera que había sido golpeado accidentalmente con una piedra, que me había caído y cosas así. Pensaron en dejarme en un policlínico y montar todo un show, todo para que no se supiera lo que realmente había ocurrido, porque según ellos yo iba a ser el único perjudicado porque ellos iban a responder con evidencias y a la larga todo esto se iba a virar contra mí", escribió.
Actualmente Soublett dijo estar más tranquilo, aunque preocupado. "El miedo es inevitable pero decidido a seguir adelante, a no callarme y denunciar cada atropello, cada violación. Voy a llegar hasta donde tenga que llegar. Exijo que pare este tipo de atropellos contra la sociedad civil. No somos delincuentes, ni terroristas, ni asesinos. Somos personas, cubanos que luchan por vivir en paz, por tener un país mejor", agregó.
"Paren de seguir usando esos métodos de intimidación y chantajes. Cada una de esas acciones dejan huellas imborrables, provocan severos daños y recuerden que no hay castigo sin consecuencias", finalizó.
Soublett fue coaccionado antes y durante la entrevista, lo cual constituye un delito en el Código Penal cubano. Además, fue amenazado con violar su vida privada.
El interrogatorio en sí mismo constituye una forma de tortura, en este caso, psicológica, claramente tipificada por la Convención contra la Tortura, que firmó el Estado cubano.