Mientras espera respuesta sobre su solicitud de asilo político en Holanda, el periodista independiente cubano Manuel Guerra Pérez recibe del Gobierno de se país europeo una ayuda de 50 euros semanales, y 14 por trabajar cinco días a la semana en el campamento para refugiados en el que vive.
Sábado o domingo trabaja como voluntario en distintos eventos o en la agricultura. El sábado 31 de agosto, colaboraba en la realización de la carrera Strongman Run 2019, cuando una de las organizadoras le preguntó si quería participar, al día siguiente, en la distancia de siete kilómetros con obstáculos. La otra modalidad era de 21 kilómetros, también con obstáculos.
Manuel tiene 43 años. En Cuba jugaba fútbol con regularidad, pero desde su llegada a Holanda, el 17 de septiembre de 2018, apenas entrena. Nunca había corrido ni había tenido tiempo de prepararse para el evento. Participar en la carrera era una locura, pero lo hizo. Fue el único latinoamericano en tomar parte en la Strongman Run, el domingo 1 de septiembre. Para su propia sorpresa, pudo llegar al final.
"Siempre fui bueno con los obstáculos. Creo que los cubanos lo somos por naturaleza", dice sobre haber completado este difícil evento, que incluía subir peñas, cruzar ríos, tres fosos con lodo y cuevas, sin haberse preparado.
Ahora tiene ante sí obstáculos más grandes, más difíciles de superar para lograr una meta crucial para su vida en estos momentos: recibir asilo político en Holanda.
Guerra ha sido periodista independiente en Cuba durante 11 años. En ese tiempo ha sido reprimido por la policía política. En noviembre de 2016, permaneció ocho días detenido en San José de las Lajas, Mayabeque, cuando era director del boletín Cimarrón de Mayabeque, publicación del Instituto Cubano por la Libertad de Expresión y Prensa (ICLEP).
En el momento en que decidió partir al exilio era miembro del equipo de DIAIRIO DE CUBA en La Habana.
"Últimamente la presión era también sobre mi familia, con mi madre. La Seguridad del Estado la atormentaba diciéndole que yo recibía dinero y equipos de la CIA para fomentar la contrarrevolución y la desobediencia civil. Sufrí mucho hostigamiento en 2017 y 2018, pero no fue público, porque en realidad yo siempre quise ser periodista, no ser noticia. Nunca quise notoriedad", relata.
"Varias veces vinieron agentes a tomarme fotos y, cuando les reclamaba, me sacaban un carnet. Mis cuentas fueron bloqueadas. A mi novia, que no tenía que ver con ningún medio, la visitó la Seguridad del Estado en su trabajo. Por las madrugadas se parqueaban patrulleros fuera de mi casa. Me preocupaban cosas que se incluyeron en la nueva Constitución, como la traición a la patria", un delito castigado con la mayor pena, que en Cuba es la muerte.
Manuel mantuvo su viaje a Holanda en secreto hasta el último minuto. Lo sabían solo su madre, su novia, su hija mayor— que viajó con él— y su hija menor. Vendió pertenencias e invirtió todo el dinero que pudo reunir en los pasajes a Rusia y las visas de tránsito en Ámsterdam. Temía una "regulación" de las autoridades de la Isla que le impidiera "huir de Cuba", afirma. Decidió llevarse a su hija de 25 años porque se le habían cerrado puertas debido a la labor periodística de él.
"Desde la universidad tenía problemas y la tenían marcada como la hija del periodista. Es restauradora; aprendió con su madre. Mi hija está muy preparada. Estaba en un curso de la escuela de restauración de La Habana Vieja, la habían aceptado y ya estaba restaurando; pero un día la sacaron después de investigar su ficha. Ella era como la quinta en el escalafón entre unas 20 personas".
En el aeropuerto de Holanda Manuel fue entrevistado dos veces por agentes de Inmigración, durante cinco horas y cinco horas y media, respectivamente, restando unos 50 minutos para descansos y almuerzo.
"Me hicieron la misma pregunta que me tú hiciste: ¿por qué no me quedé antes?. No lo hice porque no quería traicionar la confianza de las organizaciones que me invitaban, ni a mis colegas, porque después de que un periodista se queda es difícil que inviten a otros".
"En julio de 2018 viajé a Suecia a un curso, el vuelo de regreso hizo escala en Ámsterdam, que era donde yo pensaba quedarme, pero no lo hice porque hubiera perjudicado al proyecto que me invitó. Vine para Holanda por mi cuenta, con mi dinero".
"Además, creo mucho en lo que hago. Siempre sufrí represión y 2016 fue muy duro con aquella detención de varios días en Mayabeque, pero seguí trabajando. Para mí esto es una labor social. Uno cobra porque el dinero hace falta, pero lo importante es la contribución a la sociedad. En aquel momento yo sentía la presión, pero no estaba tan asustado. Ahora sí. Hubo mucha presión psicológica hacia mí y hacia mi entorno en 2018".
Seis meses después de estar en Holanda, Inmigración le negó su solicitud de asilo alegando que no fue detenido ni apaleado en 2018 y que pudo viajar fuera de Cuba. Su proceso fue separado del de su hija, cuya entrevista en Inmigración había durado solo 20 minutos.
"Ahora le preguntan cosas cómo en qué publicación escribía y cuántas detenciones sufrió. Ella no era activista, no es una figura conocida. Me ayudaba, porque yo recibía los equipos y el dinero para hacer el Cimarrón de Mayabeque, a través de ella. Las represalias que sufrió por ser mi hija no fueron públicas", explica Guerra.
Manuel Guerra se encuentra actualmente inmerso en un proceso de apelación para el cual ha entregado documentación sobre los momentos y formas en que sufrió represión y la confiscación de sus medios, y sobre las represalias sufridas por su hija, así como la situación que les espera si tienen que regresar a Cuba, donde la represión contra opositores, activistas y periodistas independientes ha aumentado.
Aunque no colabora con ningún medio independiente cubano en estos momentos, Manuel creó una plataforma en Facebook, Cubanos por la Democracia, que administra y está conectada a otras plataformas críticas del régimen cubano. "De hecho, creo que si me regresan hay que ver si el régimen me permite entrar".