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Opinión

¿Cuántos niños trabajan en Cuba?

Cuba no aparece en los datos mundiales y para las instituciones del régimen el problema no existe.

Miami

El niño del filme Conducta se gana lo suyo cuidando perros de pelea. Otro niño sirve para evadir controles y traer marihuana en su mochila desde Bahía Honda, al pie de la Sierra de los Órganos. En los alrededores de la Alameda de Paula, cerca del bar Dos Hermanos que volverá a llamarse Two Brothers, algunos casi niños se ofrecen como mercancía, para lo que sea. Así me lo acaba de contar un habanero que regresa de ver a su familia.

Pero el secretismo estatal ya no puede ocultar casi nada. Entre internet, telefonía, paquetes semanales de videos, visitas familiares, turistas y expansión de noticias boca a boca, poco les ha quedado a los medios oficiales para silenciar, tergiversar. El trabajo infantil, sin embargo, entre tantas penurias, parece que pasa inadvertido, como un mal menor.

No lo es. Y llegan ejemplos... Algunos sobrecogedores, como los enunciados y otros similares. La mayoría, sin embargo, corresponde a jóvenes adolescentes, menores de edad ante una ley que les prohíbe el trabajo, pero que en 2014 pocos respetan, cuidan.

Cuba, aunque no aparece en los datos mundiales, no es una excepción dentro de un problema que avergüenza a la humanidad. Evidencia inequívoca de que un porciento de la población está bajo el límite de pobreza, en contraste con tanta riqueza vanidosa e hipocresía política.

Según las noticias, alrededor de 168 millones de niños trabajaron el año pasado, la mitad en oficios peligrosos. El trabajo infantil en 140 países califica esa cifra como una mejora respecto a años anteriores. Los que encabezan la lista de "avances significativos" fueron: Albania, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Costa de Marfil, Ecuador, El Salvador, Perú, Filipinas, Sudáfrica, Túnez y Uganda. Pero el 10% de los niños del mundo todavía se ven obligados a trabajar en lugar de ir a la escuela, jugar...

En Cuba —reitero— parece no existir este índice terrible, conmovedor. El cable añade: 85 millones de niños trabajan en empleos peligrosos. Alrededor de 12,5 millones en América Latina y el Caribe trabajaron en 2013. Se ven deficiencias en Venezuela, Uruguay, República Dominicana y Haití. Chile, Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Costa Rica y El Salvador hicieron "avances notables" en 2013 para reducir el impacto del trabajo infantil en sus sociedades. Muchos gobiernos "aumentaron sus esfuerzos de protección social" para prevenir que los padres envíen a trabajar a sus hijos por necesidad.

Pero "13 países de la región" —allí debería estar Cuba— carecen de programas suficientes ante la ocupación más común para esos niños: el trabajo peligroso en la agricultura, especialmente común entre varones afrodescendientes o indígenas. A lo que se añade "el servicio doméstico, en el que predominan las niñas", sumado al uso de niños "para actividades ilícitas", tanto para el cultivo y tráfico de drogas como en las "pandillas criminales" y la explotación sexual.

En Brasil, donde según datos oficiales trabajan unos 3,1 millones de niños, el documento destaca el "aumento de presupuesto" para la protección social y la mejora del programa contra el trabajo infantil. ¿Qué sabemos del presupuesto cubano para tal fin?

Según el Gobierno colombiano, más de un millón de niños trabajan en el país. ¿Cuántos menores de edad cubanos se hayan involucrados en este signo de miseria, de incultura familiar? ¿Alguien puede exhibir evidencias de que el Gobierno cubano ha ofrecido sus cifras?

No hay informes. No hay datos. No puede haber planes para combatir lo que oficialmente no existe. La Asamblea Nacional del Poder Popular, el Ministerio de Salud Pública, etcétera, sencillamente han colocado un avestruz. Su cabeza escondida bajo tierra no ve los leones: niños arando las parcelas arrendadas por sus padres, niños friendo o lavando platos en restaurantes, niños metidos en manglares para recoger ostiones, niños poniendo ladrillos o tablas o yaguas...

En trabajo infantil, como en otros índices, Cuba no se diferencia de la mayoría de países latinoamericanos. El pequeño contraste es que la casta "revolucionaria", el líder que "luchó por los humildes", nunca reconocerá que anda desnudo, que en este momento un niño —tal vez con el uniforme escolar, de pionero que jura será como el Che— pide limosna por la calle del Obispo, igual que antes.

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