Los directivos deportivos cubanos olvidaron sus discursos triunfalistas y confesaron a inicios de octubre que la actuación de la Isla en los venideros Juegos Panamericanos de Santiago de Chile, que comienzan el 20 de octubre, será la peor en más de 55 años.
Luego de alcanzar el primer lugar en la cita de La Habana 1991 con la increíble cantidad de 140 metales dorados, cuando aún recogían los frutos de vivir a expensas de la extinta Unión Soviética y del campo socialista, Cuba ha ido en picada en estas citas regionales.
El cuarto lugar logrado en Toronto 2015 y el sexto en Lima 2019, evidencian la debacle deportiva que ha sufrido un país que llegó a ubicarse en la quinta plaza en las Olimpiadas de Barcelona 1992.
En esta ocasión, según declaraciones de Ariel Sainz, vicepresidente del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), el país solo aspira a conseguir de 18 a 22 medallas de oro (una decena menos que las ganadas en la última reunión atlética) y ubicarse entre un quinto y séptimo puesto.
Para ello cuenta con una delegación de 382 deportistas —la menos numerosa desde San Juan 1979— de los que el 62% jamás ha competido a estas instancias, algo que nunca había sucedido en la historia de las participaciones de Cuba en estos eventos multideportivos.
Los dirigentes se justifican con las múltiples fugas de los atletas y la emprenden con el robo de talentos propiciado por los "cantos de sirenas" que llegan del norte, pero hablan poco de las condiciones deprimentes en que se encuentra hoy el movimiento deportivo cubano.
Son muchos los abandonos con los que tiene que lidiar Cuba para poder mantener la hegemonía en varias disciplinas, pero esto es un resultado de sus políticas fallidas al negarse, por convicciones obsoletas, a ver el deporte como un negocio.
No hay cifras exactas, pero el éxodo (por diferentes vías) se estima en casi 200 atletas desde 2022, más de 80 de ellos en lo que va de año, según aseguró el mismo Sainz en conferencia de prensa.
Nadie rinde cuentas del dinero recibido por las distintas federaciones producto de las contrataciones de deportistas en clubes profesionales y el INDER continúa invirtiendo poco (o casi nada) en la base de la pirámide.
Terrenos destruidos, complejos deportivos en ruinas y escasez de implementos se suman a la incapacidad del Estado para garantizarles las condiciones mínimas de vida a la gran mayoría de la población, un hecho que impacta en la motivación de los atletas desde edades bien tempranas.
En Cuba hace más de dos décadas que no existe la masividad en la mayoría de las áreas deportivas. Las matrículas en las Escuelas de Iniciación Deportivas (EIDE) disminuyen por el precario estado de las instalaciones y la mala alimentación que allí reciben los atletas en formación, sin contar con el atraso en la aplicación de la ciencia y la técnica y la apatía de muchos entrenadores.
A todo esto, hay añadir el desarrollo que vienen teniendo los otros países, en particular los de la región, y el calendario atípico de este año con la realización de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. A ese evento las autoridades cubanas, en su afán de conquistar títulos y mantener su imagen, llevaron a la mayoría de sus principales exponentes.
Esto pone en dudas el estado físico con el que llegarán a Chile las figuras más importantes, ante la exigencia de mantener alto su pico de rendimiento durante tanto tiempo, algo prácticamente imposible a estos niveles.
Con todos estos agravantes, las esperanzas de un renacer deportivo en la Isla tienden a cero y las posibilidades de caer hasta un séptimo escaño en el medallero general son objetivas, teniendo en cuenta que Colombia (su más cercano perseguidor en estas lides) ya los superó esta temporada en la cita caribeña de San Salvador.
Sin contar con las potencias de Estados Unidos, Brasil, México y Canadá, la delegación cubana tendrá que protagonizar muchas sorpresas para poder superar a Argentina. Tampoco hay que olvidar a Chile que, por su condición de anfitrión, debe firmar una de sus mejores actuaciones históricas.