Acaban de concluir los Juegos Panamericanos de Lima y, en términos generales, la delegación cubana no cumplió el plan trazado en las oficinas del INDER. No consiguió 44 medallas de oro, no superó la actuación de Toronto y tampoco regresó al podio por naciones.
Volvieron a sacar mal la cuenta las autoridades deportivas. Se niegan a ver lo evidente, lo que sus propios atletas claman: "a pesar de no contar con materiales", "aunque no tengamos roce internacional", "aunque entrenamos en malas condiciones", repiten gimnastas, tiradores y pelotaris.
Sin embargo —y esa es la paradoja más grande de la actuación cubana en Lima—, esas disciplinas menos favorecidas fueron las que más crecieron, exhibiendo un mérito puro: el del entrenador y el deportista. Ningún estratega de buró puede endilgarles un reclamo. Nada les dan, nada pueden exigirles.
Lo peor
¿Qué fue lo peor de los cubanos en Lima? Muchos coinciden en que los deportes colectivos resultaron nuevamente decepcionantes. El peor de ellos, el béisbol.
Los "sabios" del pasatiempo nacional apostaron a la preparación. Los jugadores se concentraron durante semanas, toparon en Nicaragua, México, Canadá y Estados Unidos. Llegaron refuerzos de la liga nipona. Pero a pesar de recibir tanto apoyo institucional, el béisbol quedó en la sexta plaza. Y eso que es el único deporte que cuenta con una liga nacional decente. El resto, en su mayoría ni campeonato local tiene.
Pero la pelota no fue la única decepción. Exceptuando el voleibol masculino, el resto de equipos no se acercó a su meta. Del voly de playa al balonmano, que algunos alabaron en demasía.
El canotaje fue otra disciplina que quedó por debajo de la actuación precedente, aunque era un descenso lógico. Si bien muchas individualidades de hace cuatro años fueron renovadas, el relevo no tiene dónde explotar sus potencialidades. Con dos títulos, pueden darse por satisfechos.
Tampoco las pesas llegaron con el poderío de la cita canadiense. Quizás el taekwondo venía con mejores opciones, pero no cumplió.
Lo mejor
En el otro lado de la balanza, el boxeo y el atletismo sobresalieron en la capital peruana. Lo del deporte de los puños fue dominó hablado. Pudieron llevarse los diez títulos, aunque habría sido pedir demasiado.
Quienes sí sorprendieron —y muchos de ellos a pesar de su juventud— fueron los atletas. En el heptalón femenino se esperaba una medalla, pero no por intermedio de Adriana Rodríguez. Tampoco en el salto de altura, con Luis Zayas subiendo al podio contra todo pronóstico. Ni siquiera Yarisley Silva, tras una temporada mediocre, podía considerarse favorita. Y superaron las etiquetas.
El judo, por su parte, mantuvo su clasificación de deporte con el que siempre se puede contar para sumar preseas en las grandes citas.
Y aunque al presidente del Instituto Nacional de Deporte y Recreación (INDER), Osvaldo Vento, no le satisfizo el final de la gimnasia rítmica y la pelota vasca, según una declaración ofrecida antes de la clausura, solo bastaba con mirar lo que sucedía con esas disciplinas cuatro años atrás.
La pelota vasca no alcanzó ninguna medalla en Toronto, mientras en Lima estuvo en cinco finales y sumó un bronce. Y en cuanto a la gimnasia rítmica, lo mismo.
Los directivos querrán evitar el golpe, aclarar que no hicieron análisis triunfalistas y que, pese a todo, el nombre de la patria quedó en alto. Vuelvo al inicio: nadie con una mirada imparcial veía a Cuba en el podio. Quizás en el cuarto lugar, si se conseguía igualar la actuación de hace cuatro años en Toronto. Al final, la Isla acabó en el quinto puesto. Y, la verdad, en las condiciones actuales no se podía aspirar a más.
Más allá, parece que Cuba no volverá a rozar el podio en un buen tiempo, ante el crecimiento de gigantes como Brasil y México. Sin embargo, considerar la actuación en Lima como algo decoroso es autoengañarse, o repetir el "cuento de la buena pipa", algo que tan bien funciona a las autoridades.