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Atletismo: Mundial de Doha

El disco maquilla el síndrome del atletismo cubano

De los 17 atletas que asistieron, solo seis se incluyeron entre los ocho primeros de sus respectivas pruebas.

Santa Clara
Yaimé Pérez lanza el disco en el Mundial de Doha.
Yaimé Pérez lanza el disco en el Mundial de Doha. Prokerala.com

A priori, parecía que Cuba saldría del hueco en que su deporte la tiene sumida, con una generación prominente en el Mundial de Atletismo de Doha. Los objetivos eran bajos, quizás los más inferiores en décadas en la historia isleña de estas competiciones; tan solo superar el bronce de Yarisley Silva dos años antes en Londres.

Parecía muy probable, con una dupla de atletas que dominaba el ranking en sus respectivas disciplinas esta temporada. Tanto Juan Miguel Echavarría en el salto largo, como Yaimé Pérez en el disco, se presagiaban en el podio, con intenciones serias de dorarse. Echevarría no pudo, la Rusa, sí.

El resto, tal y como se exigen todos los atletas, lo que debía hacer era acercarse a sus marcas del año y… cruzar los dedos por si esa proximidad los ponía en las medallas. Probabilidades había, pero empezaron a desvanecerse cuando la escasa comitiva cubana dio señales de alejarse de sus marcas.

El síndrome del atletismo cubano regresaba a las pistas y al campo del estadio qatarí. ¿Cuál? Ese de que, en las altas competencias, los atletas no cumplen con el objetivo primario de. al menos, acariciar sus registros personales.

Quizás el mayor caso de “trágame tierra” fue el de la triplista Liadagmis Povea, quien con una marca de 14,77 este año, estaba entre las favoritas al podio de Doha, y siquiera se clasificó a la final de su disciplina, con un mediocre 14,08.

Desde las gradas, otro cubano, Iván Pedroso, sí veía como sus pupilas, la campeona venezolana Yulimar Rojas y la española Ana Peleteiro, cumplían sus metas.

Roger Iribarne, en los 110 metros con vallas, tampoco se acercó a su mejor tiempo, con un 14,37 de espanto, muy lejos del 13,40 de esta temporada. Aunque sus registros aún no son de finalista mundial, ni siquiera pudo coquetear con su mejor versión.

Jorge Fernández, en el disco masculino, y los triplistas Jordan y Andy Díaz, también quedaron en Qatar muy lejos de sus marcas personales. Solo Cristian Nápoles se superó en el triple salto, mientras que en la altura Luis Zayas igualó su marca de los Panamericanos de Lima, aunque no consiguió medallas.

La gran decepción de Doha, incluso para sí mismo, fue el saltador Juan Miguel Echevarría, quien aprendió más de una lección mundialista. Con un salto clasificatorio de 8,40, y un 8,65 de por vida, el camagüeyano se vislumbraba como titular, pero primero había que competir.

Desde el anonimato, el jamaicano Tajay Gayle, que ya había sido opacado por el cubano en los Panamericanos de Lima, lo sorprendió tanto, que Echevarría ni se acercó a los 8,40 del día anterior. Apenas tuvo que conformarse con el bronce, luego que el veterano norteamericano Jeff Henderson también lo superara. Echevarría siquiera le ofreció algo de resistencia al jamaicano.

Al final, y como bálsamo, dos cubanas que lideraron todas las competencias esta temporada, en el lanzamiento del disco, cumplieron a cabalidad la meta.

Al igual que durante todo el año, la santiaguera Yaimé Pérez y la villaclareña Denia Caballero hicieron el uno-dos en el podio, relegando a la croata Sandra Perkovic al tercer puesto.

En resumen, de los 17 atletas de la comitiva cubana, solo seis se incluyeron entre los ocho primeros lugares de sus respectivas pruebas.

Cuba superó la actuación de la cita de Londres, pero con menos puntos, lo cual se traduce en esto: menos atletas se ubicaron entre los mejores de sus especialidades.

Cuantitativamente superior, cualitativamente no.

Esperemos que el maquillaje de la final del disco femenino no esconda la realidad. El síndrome del atletismo no termina.

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