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Crítica

Un paisaje al que no empaña la nostalgia

'La vida, lo que transcurre, lo que es en el ahora de quien lo ha escrito todo ese repertorio de anécdotas, sabores, colores, roces, alegrías y decepciones': el libro de poemas más reciente de Odette Alonso.

Ciudad de México
Odette Alonso.
Odette Alonso. RMI

Dentro de aquel grupo de voces que inundó a la poesía cubana a mediados de los años 80, ya estaba Odette Alonso Yodú. Nacida en Santiago de Cuba, fue parte de esa oleada que consiguió romper la brecha de numerosos silencios, y cambiar lo que hasta ese momento se entendía como panorama literario en el país: en esa ciudad la acompañaron León Estrada, Teresa Melo, entre otras y otros.

Publicar algún poema en El Caimán Barbudo, en otras revistas de la época, participar en los Festivales Nacionales de Poesía o en alguno de los eventos donde podía escucharse lo que escribían esos jóvenes, mientras las grandes editoriales se tardaban en publicarlos o algunos conseguían ganar un premio como el David o el del propio El Caimán, era parte de una dinámica que finalmente logró hacer un sitio para esas nuevas fuerzas, por encima del recelo de funcionarios y figuras ya establecidas, y que parecía instalar entre nosotros un cardinal más promisorio. Llegó la década del 90, y con ella la gran crisis (una más, en una historia que se repite). Varios de esos nombres salieron de Cuba, intuyendo lo que iba a suceder en la dureza que se avecinaba. Odette, que había editado ya algún poemario (Enigma de la sed, Ediciones Caserón, Santiago de Cuba, 1989), se encaminó a México, donde reside hasta hoy. Alegra decir que su obra poética no se detuvo con el exilio, sino que se amplió además a otros cuadernos, libros de prosa y una incansable gestión como promotora y creadora de tertulias.

Para recomponer la imagen de esa generación, la de los 80, el lector tendrá que ir de un mapa a otro, de una ciudad del mundo donde aún se hable español a otras donde los idiomas ya son más extraños y remotos. Se dispersó ese grupo, esa hornada, murieron los maestros que nos guiaron o callaron, algunos bajaron la cabeza ante honores que intentaban rehabilitarlos y en fin, el país se hizo otro. "La poesía va iluminando al país", algo así decía Cintio Vitier en el arranque de uno de sus más célebres libros de ensayo. Acaso lo que quede ahora del país, para poder rememorarlo, sea la poesía que en ese tiempo se escribió, como un acto de rebeldía, aunque ahora mismo ya el que fuera aquel género más respetado en las letras de la Isla carezca del fulgor, la intensidad, y el empuje que gozaba en medio de aquellas batallas. El país es otro, si es que podemos entenderlo así, y la poesía es, en medio de esa gran interrogante, ya otra cosa.

Los libros que ha escrito Odette Alonso desde México, adonde llegó en 1992, dialogan con esa Cuba, con lo que aprendió en ella, pero han ido persistiendo en dibujar su propio retrato también desde esta distancia. El paisaje familiar, el entorno de la infancia en Santiago de Cuba, el golpe de descubrimientos que fue La Habana, se unen en el mismo arco a la despedida abrupta y las experiencias del exilio. Convertida en una referencia en el panorama de la poesía de tema lésbico entre las autoras de nuestro contexto, los versos y las prosas que ha escrito pasan por ese tamiz, pero por encima de todo contienen una carga autorreflexiva que con los años se ha hecho más contundente. Dueña de una palabra siempre limpia, que no se extravía en tiradas largas ni metáforas demasiado oscuras, la poesía de Odette Alonso es la de una mujer que habla, que nos habla, como si en esa conversación ganara conciencia de sí misma, y de lo que su biografía le devuelve a través de esos cuadernos, relatos, y su novela.

Lo que transcurre, el nuevo poemario, publicado por Ediciones Furtivas en su colección Exergo, en una edición cuidada y que en sí misma ya es un gusto poseer, viene a ser continuidad y confirmación de todo eso. Repasando algunos de sus libros anteriores, me parece advertir que aquí ya se han equilibrado todas las aguas, y que en lo que otros poemarios era una expresión más dolida de ese repaso de hallazgos, abandonos y reencuentros, la autora ha logrado acá un discurso de tono más denso, sólido, pero no por ello monocorde, que nos permite reconocerla en una textura más grave, pero sin que la nostalgia empañe ninguno de sus versos.

Lo que se repasa en este poemario es justo eso: la vida, lo que transcurre, lo que es en el ahora de quien lo ha escrito todo ese repertorio de anécdotas, sabores, colores, roces, alegrías y decepciones. Es una mujer que habla de la piel de otra mujer, evocando a través de ese contacto otros cuerpos, para equilibrar el recuerdo en su presente. Lo dice con esas líneas, esos versos cortos que han sido siempre suyos, y también en los poemas breves, así como en los de aliento más extenso. Los amigos también han empezado a morir (una señal inequívoca de que estamos envejeciendo, de que el tiempo también se nos agota), y a través de los nombres de Luis Aguilar o Sigfredo Ariel, esa reflexión también gana aquí su espacio.

Dividido en tres zonas, separadas cada una por un interludio, Lo que transcurre, como apunta Ena Columbié en su nota de contracubierta, aprovecha las ganancias que Odette Alonso procuró en su paso por la narrativa, y a su manera puede leerse como un retrato novelado, en versos, de su rostro actual. La zona que da título al libro apela al verso final de cada uno de sus poemas para hilvanarlo con el siguiente, en una suerte de secuencia que demuestra tal cosa, y que nos dice que cada texto es parte de un mosaico mayor. Eso aporta una fluidez al conjunto que el lector agradece, al tiempo que le permite destacar algunos de eso versos como puntos en el mapa mismo que propone todo el cuaderno.

Este libro de Odette, a su manera, aporta su propia música, afirmándose en un ritmo que la autora maneja a conciencia. De vez en vez, romper la cuarta pared, digámoslo en términos casi teatrales, y habla a sus lectores, sus testigos, sus cómplices, directamente, aunque ese diálogo vaya dirigido a los rostros de las viejas fotos familiares:

Ustedes
que desde ahí me miran
¿acaso me conocen?
¿Acaso acompañaron el fulgor y la ira
el fuego y el vacío de otras tardes?
¿De qué sueño han salido esta casa
y sus espejos?
¿De dónde llega ahora este dolor?

A su modo, Lo que transcurre responde una y otra vez esas preguntas. Las elegías por las amistades y amores que se han ido, la memoria de un verano que arde en la piel y en la memoria, los espejos reales y los que perduran en las casas dejadas atrás, son parte de un ciclo que el libro redondea. "Aquí hubo una batalla/ lo sé por el olor/ golpe de aldaba sobre la puerta/ en ruinas", nos advierte. Y en el poema final, se ve la autora a sí misma, en una imagen de ese momento definitivo en el cual se lanzaba al exilio: "Es el verano del noventa y dos/ y escondo unos papeles adentro del zapato./ De pronto estoy frente a un altar de santos/ en un cuarto de azotea/ helado y con neblina". Si esas líneas aparecen poco antes del cierre del libro es para devolvernos a su inicio, al momento actual en el que Odette Alonso revisita todo eso, para conformar un álbum donde la nostalgia es solo un matiz y no el golpe que empañe la vista a la hora del recuento. La autora reconoce que todo ese pasado está inscrito en su piel y en cuanto gesto describe, pero no por ello debe quedar atada a ello. Y lo expone sin estridencias, a su mejor modo, con una voz que no necesita levantar su tono para saberse más firme dentro de esa verdad que es, en efecto, su mejor autorretrato.

Lo que transcurre es una nueva entrega que puede leerse como revisión y ampliación de lo que Odette Alonso consiguió en sus títulos anteriores. El lector recordará Palabra del que vuelve, Old Music Island, Últimos días de un país, Insomnios en la noche del espejo, entre otros cuadernos, amén de sus libros de narrativa y sus antologías de 20 años de escritura poética, de premios y viajes de ida y regreso. Todo eso da fe de cómo sigue viviendo, trabajando, amando, persistiendo Odette Alonso. Ahora mismo, anima una nueva tertulia junto a la también poeta Paulina Rojas Sánchez. También para ella ese ir y venir es parte de lo que transcurre: una declaración de vida de la cual emanará la próxima pregunta, su próximo poema y el próximo cuaderno.


Odette Alonso, Lo que transcurre (Ediciones Furtivas, Miami, 2023).

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