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Poesía

Bajío

'Una vieja luna escupe ceniza/ percudiendo el bajío, maquillándolo:/ paisaje sin mausoleos ni estatuas:/ apenas un muro —sujetado con andamios.'

Querétaro
'Chalma, México', de Graciela Iturbide, 2008.
'Chalma, México', de Graciela Iturbide, 2008. Swiss Info

 

De algo sé: del miedo al blanco.
Pero ahora —todavía— la luz no ensucia.
Puedo pensar que no he efectuado nada
de lo consumado.
Una vieja luna escupe ceniza
percudiendo el bajío, maquillándolo:
paisaje sin mausoleos ni estatuas:
apenas un muro —sujetado con andamios.
Abajo, mis pies: no hay sombra sobre el polvo.
Encima, lo oscuro: merodeo
fingiéndome una ruta y un destino.
Es la hora en que nada brilla.
En algún lugar, no sé dónde,
una presencia golpea, va como a reptiles
—como a fiera que se escurre—,
me ve pasar con la cadencia
de una pulsión tantas veces sepultada
(corrijo: un sentimiento —enterrado sentimiento).
Un humor denso se acumula
y trago.
Raspa la lengua, su enfermedad.
Tú decías: tiene que pasar por la garganta
para ponerse bien… luego veremos…
Y yo tragaba. Y volvía a tragar.
En algún lugar, no sé dónde,
tú duermes —todavía— en una cajita iluminada
una escena sin memoria.
¿Qué sigue? El portazo —ser
detrás de lo sucedido. Persisto.
Tratando de afirmar algo que no alcanzo.
Tú, de costado, mirando como miran los lagartos,
rascando, sin uñas, lo inacabado.
Sin que nada se note. Luego veremos…
Conviene omitir ciertos hábitos, pienso
(corrijo —el pensamiento—: no conviene mirar atrás
como se mira una fotografía borrosa).
No mirar, no fijar… luego veremos…
Ahora, un siglo después, en la noche ciega del bajío
hay una melodía que termina. Me detengo.
Pero ninguna comienza.
Lo vertical imana, y avanzo
hacia el muro
apenas un muro —sujetado con andamios.
Escarbo el óxido inverosímil del metal
y en el énfasis rebota
un sueño que hay que masticar como se mastica
una piedra.
Dispuesto el óxido bajo las uñas,
me pongo a soñar un sueño instrumental:
una bestia fugitiva sobre el pavimento mojado,
la forma provisional de su silueta
expande la noche.
La bestia entera frente a mí:
su materia es sangre inviolada,
inmune al suceso y a la imagen.
Tú que ves, la has visto
brillar, resplandecida y desnuda, sin polvo,
y has trazado sobre el papel
su colmillo y su aliento —blanco sobre blanco.
Temo —a la bestia— estrujarla hasta hacerla llorar.
Inmóvil, frente a la noche, sin penetrar todavía,
soy la pulsión y soy
la delicadeza del espanto.
Gesto acostumbrado: aplanar la curva
de un destello de luz sobre lo húmedo.
¿Quién a la bestia no llama bestia?

 


Carlos Aníbal Alonso nació en Güira de Melena, en 1987. Preparó, junto a Pablo Argüelles Acosta, la compilación Virgilio Piñera al borde de la ficción (Editorial Universidad de La Habana/ Editorial Letras Cubanas, 2015). Es fundador y director del proyecto Rialta.

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