El crítico retórico griego Longino o Pseudo-Longino (si aceptamos como bueno el dato tan poco fiable de esta autoría ) escribió que si lo sublime se utiliza en el momento justo es como un rayo que hace polvo todas las cosas y evidencia de golpe la fuerza del orador, y añade que es grande realmente solo "aquello que proporciona material para nuevas reflexiones" y hace difícil, más aún imposible, toda oposición y "su recuerdo es duradero e indeleble".
Y ahora, pensando en eso, voy a escribir unas palabras, no sobre el tal Longino, sino, en cierto sentido, sobre lo que Longino refiere. Voy a escribir sobre otro libro de José Hugo Fernández, un libro sublime que habla de una obra sublime.
José Hugo acaba de repetir otra de sus generosas hazañas literarias. Ha publicado, gracias a la editorial Dos Islas, de Miami, Una brizna de polen sobre el abismo. Como ha hecho otras veces, se trata de un libro sobre libros y, además, sobre lo que esos libros sugieren o cómo él los leyó. Porque, es cierto, en ningún momento Hugo pretende que leamos como él, no traza un código, simplemente describe el mundo que concibió a partir de lo que ha leído y que, lógicamente, nos recomienda como una posibilidad o, si se prefiere, como una guía genérica.
Focaliza esta vez su interés en la obra de Odalys Interián, una de las poetas más peculiares y poderosas del panorama literario cubano actual.
Para escribir sobre toda una obra poética y hacerlo con semejante perspectiva, lógicamente hay que conocer muy bien la poesía, y en específico dicha obra. Se precisa, en fin, tener un bagaje que permita incrustar e interconectar la obra en cuestión en un contexto, o nos perderíamos. En tal sentido, José Hugo es el lector y, además, el "escritor sobre lecturas" ideal. Lee, sabe el mecanismo o la ingeniería de eso que lee, y luego es capaz de esa necesaria contextualización, sin la cual el sentido quedaría mediatizado por la falta de datos. Es decir, por la ignorancia.
Así José Hugo nos da una lección de buena lectura. Es como debe leer alguien que lee. Y en esto no hay ninguna obviedad, aunque lo parezca. Me explico: alguien que lee no siempre lee. Hablo del acto de leer a fondo, con lucidez, llevando a cuestas el mundo previo de lecturas necesario para que el viaje (la lectura) tenga la máxima vastedad. Digo esto (y disculpen si una vez más parezco obvio), porque un libro, aparte de lo que es en sí, también es su lector. El triángulo perfecto, pues, no es otro que este: AUTOR / LIBRO / LECTOR, tríada en la que, si la cosa funciona, el primero puede, y quizá deba, quedar subsumido en los otros dos, y sobre todo en el tercero.
Dicho de otra manera: solo alguien con la erudición de José Hugo puede, por ejemplo, situar la obra de Odalys Interián en ese paisaje riquísimo y complejo, valiéndose de una sin duda fructífera metodología: la literatura comparada. Concepto que utilizo solo en lo que tiene que ver con la esencia de algunos contenidos, no con los aspectos geográfico y lingüístico. Así nos muestra la poesía objeto de estudio a través del prisma de, o en relación con otros poetas que, de algún modo, forman o deben formar parte del material con que ella ha construido (y construye) su magnífico edificio.
Y como la poesía de Odalys Interián tiene un marcado peso religioso y, por qué no, anagógico, como reflejo o en consecuencia de su fe, Sor Juana Inés de la Cruz y San Juan de la Cruz proyectan inevitablemente sobre ella una especie de sutil espectro de Brocken. Pueden considerarse como referentes, indirectos o no, conscientes o no, de ese tema y, en alguna medida, de ese, su modo de hacer. Pero el autor los trae a colación solo para establecer la necesaria distinción que dije al referirme al contexto en la dinámica del análisis comparativo. El autor —quiero decir— no hace este estudio para buscar exactamente ingeniosas relaciones entre facturas o modos de ejecución (las incómodas influencias), sino para que se entienda el qué de Odalys Interián, una poeta que actualiza esa manera de ver a pesar de que, en cierto modo, proyecta ese espectro o efecto. Nos dice, para resumir, cuáles son las claves de una "modernidad" que, aun cuando propone un mensaje dos veces milenario, cubre el fondo y la superficie de esta magnífica poesía.
Tampoco el autor incurre en la fácil tentación de ubicar a Odalys Interián en un canon. Simplemente habla de su obra, se sitúa e intenta situarnos a sus lectores en determinada actitud hacia, y en determinado lugar de dicha obra. Tacto que la posteridad deberá agradecerle. Habría sido un error, me parece, arriesgar juicios de valor apriorísticos. Lo que no impide adelantar, por supuesto, el deslumbramiento actual como prueba: "Es así que su estilo se va haciendo notar en el panorama de la poesía contemporánea en español como pepita de oro bajo el agua estancada".
Hacia el final del libro hay algo especialmente interesante: José Hugo le da voz a la poeta. Odalys Interián explica ahí su forma de ver y vivir la poesía. Uno "oye" su voz y es como si se encendiera una luz en esa habitación llena de muebles magníficos, y de pronto descubriéramos algo esencial que, sin esa luz, no podíamos ver. Y se agradece.
Como digo, el autor ha vuelto a hacer gala de su enorme sensibilidad, de su cultura y de su capacidad excepcional para decir las cosas del modo que deben decirse, sin que sobre ni falte una coma. Porque él escribe con ese exquisito respeto que solo suele apreciarse en los escritores auténticos, esos que saben que una coma mal puesta, es algo más que una coma mal puesta.
Para ilustrarlo, una cita que añado a las anteriores, pero esta (en serio) tomada al azar: "Por ello pienso que aun cuando no sean pocos los instantes de sublimidad que podríamos entresacar si hurgamos en la historia de la literatura, a partir por lo menos de los jeroglíficos egipcios o la épica sumeria o los cantos babilónicos sobre la creación del mundo, sí debe ser bien limitado el número de poetas que en cualquier época han escrito sostenidamente bajo el pasmo de lo sublime".
Destaco, por tanto, el esplendor literario alcanzado por José Hugo, el ensayista, novelista y cronista, que acaba de incorporar a la historia de la literatura y la teoría literaria aplicada de nuestra lengua, con Una brizna de polen sobre el abismo, no solo la aproximación a una poeta excepcional, sino un modo de hacerlo igualmente excepcional.
Y es que él sabe muy bien de qué va lo sublime. Lo reconoció en la obra de Odalys Interián, poeta sublime por excelencia, y nos lo transmite con una obra igualmente sublime. Cuando la lean, porque deben hacerlo, el rayo de Longino (y cito lo que supuestamente dijo aquel) les pulverizará todas las cosas y les mostrará, en un abrir y cerrar de ojos y en su totalidad, sus poderes. —Y esa, agrego yo, será la recompensa.
José Hugo Fernández, Una brizna de polen sobre el abismo (Dos Islas, Miami, 2021).