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Narrativa

La garrapata de Canhabaque

'Recibí una llamada de García Márquez que se encontraba en España. Este fin de semana te caigo por allá. Quiero conocer Canhabaque, dijo.'

Barcelona
Hipopótamo.
Hipopótamo. ABC

Han pasado nueve meses. En el Aeropuerto Internacional José Martí un avión se estrelló tras elevarse cincuenta y tres metros, hubo ciento veintiséis víctimas. Sony compró Columbia Pictures por más de tres mil millones de dólares. Murió Pérez Prado. Tenzin Gyatso, más conocido como el Dalai Lama, ganó el Premio Nobel de la Paz. Murió Bette Davis. Estados Unidos lanzó al espacio la misión Galileo con destino Júpiter. Turgut Ozal asumió la presidencia de Turquía. La RDA decidió la apertura de sus fronteras a Occidente. Cayó el Telón de Acero. Juan Adán II se convirtió en el nuevo príncipe de Liechtenstein. Praga tuvo su Revolución de Terciopelo. Estados Unidos bajo la Operación Causa Justa invadió Panamá y capturó a Manuel Noriega acusándolo de dictador y delitos de narcotráfico. Samuel Beckett murió. Fusilaron en Rumania a Ceau?escu y su esposa. McDonalds inauguró su primer restaurante en Moscú. James Douglas derrotó por nocaut a Mike Tyson. Estados Unidos lanzó el Telescopio Espacial Hubble. El político guerrillero Carlos Pizarro Leongómez dirigiéndose a Barranquilla fue asesinado en pleno vuelo por Gerardo Gutiérrez Uribe, alias Jerry, sicario de Pablo Escobar.

Aquí la vida transcurre como en el desierto del Kalahari. La única novedad es que yo estoy mejor y Píriz va entrando en conteo regresivo. Sí, soy el paciente que más tiempo lleva en esta habitación. Los hechos que desencadenaron esta larga postración fueron los siguientes:

En 1985 fui nombrado agregado cultural de la embajada de Cuba en Guinea Bissau. La suerte me sonreía por segunda vez, la primera fue cuando me otorgaron el premio Casa de las Américas por una novela que se desarrollaba entre La Habana y el Escambray, Con el sol entre las manos. Aquí un fragmento:

 

–Qué hay. ¿Sin novedad en el frente? Entra –dijo Carelia a José arrastrando las chancletas de palo.

El apartamento de Carelia es modesto pero acogedor. Lo adornan caricaturas de Salomón, fotografías a tamaño natural de Camilo y Fidel, y un busto de yeso del Titán de Bronce. Carelia vestía un conjunto de corduroy marrón a juego con el pañuelo.

En la oreja una flor y en la mano un cigarro.

–Con novedad, Carelia, con novedad. ¿No te enteraste? La cosa está que arde– respondió José caminando detrás de Carelia–. Cancelaron la obra de Castel. La tacharon de diversionismo ideológico.

–Me lo olía– dijo Carelia y apagó el cigarro en uno de los ceniceros del pasillo.

Ambos se acomodaron en el sofá.

–Como te cuento, qué barretín, chica.

–José, cada cual con su jolongo al hombro. Él se lo buscó. Dime, ¿qué tiene que ver la zafra con un eclipse de sol? La perspectiva de Castel es bastante pesimista. ¿Con qué prisma ve este proceso ilusionante? Personajes representados casi como esclavos, prostitutas en los campos, hambre. La escenografía y el vestuario deprimentes. Carretas en lugar de tractores y "El milagro de Anaquillé" de fondo ¡con un monólogo sin pies ni cabeza!… José, en cada central del país se respira entusiasmo. La efervescencia es total. Eres consciente de ello, la productividad está al cien por cien. ¿Te parece lógico que le haya puesto a la obra Trapiche como si estuviésemos en la Colonia? Vamos, José. No hay más que ver el noticiero. Masivamente. ¿Quiénes están haciendo la zafra? Voluntarios y voluntarias. La mujer, José, desde el triunfo de la Revolución es pieza fundamental de este engranaje. Prostitutas… ¡Pero si aquí se erradicó la prostitución! ¿Hambre? Calumnias del enemigo. En este país nadie se acuesta sin comer… Me lo olía. La cancelación estaba cantada. ¿Y ahora qué hará? ¿Se irá como los demás para Miami o se enterrará vivo en Marianao?

–Qué sé yo. Ni lo he visto. Lo supe por Taboada que me lo encontré en la UPEC. En candela. Cambiando el tema, y tú, ¿qué planes tienes?

–¿Yo? Con la Revolución todo, sin la Revolución, nada. Tengo una propuesta de Corrieri. Me voy el mes que viene con el Grupo Teatro Escambray a llevar el arte a los campesinos. También los trabajadores de las tablas somos necesarios, nos ubicamos en el sector que corresponde en esta lucha creadora.

Musi, el gato de Carelia se subió a sus rodillas. Ella lo acarició como a un niño desprotegido, y continuó:

–José, el teatro es como la vida misma… Mira a Castel. Una carrera de dramaturgo tirada al latón de la basura. No sé qué mierda extraña del pasado, la verdad. Ahora somos libres.

–Libres, sí– repitió José con el semblante desencajado.

Comenzó a llover. Las primeras gotas se sintieron tintinear sobre las malanguitas que crecían en una de las macetas del balcón.

–¡Cruz y raya, José! –profirió Carelia poniendo a Musi en los brazos de José–. A ese gallo hay que cortarle los espolones. ¡Quién se cree! Todo aquel que no se acople a nuestros ideales, a los principios del socialismo…

Hizo una pausa para cerrar el balcón. Un aire frío se apoderó de la sala. José atento a las palabras que pronunciaría Carelia aferró contra su pecho a Musi, que tiritaba.

–¡Cruz y raya, José! Fíjate si soy consecuente, que acabo de terminar mi relación con Ricardo. ¿Te parece lógico que a estas alturas no se haya ido a la zafra y siga siendo un blandengue, y para señalarse más, con un cojín mortuorio en la cabeza? ¡Cruz y raya, José!

 

He sido, lo que se dice, un escritor comprometido. Lo reconozco, Guinea Bissau no es Viena ni Roma. ¡Pero tampoco La Habana Vieja! Esa fue una de las causas por las que acepté la misión, otra, librarme de Fina, mi exmujer, y la última y más importante, terminar mi decimocuarta novela, Porra al perro de Parra. ¡Oh, África, cuánto amor te cogí! Tan solo poner un pie en Guinea Bissau, incluso con su cultura, su idiosincrasia tan diferente a la nuestra, mi vida cambió. Tuve, lo que tiene cualquiera en una situación ventajosa: carro, casa, servicio doméstico, y hasta un nuevo amor. ¡Ah, el olor del placer! Fatumata, como un árbol recién talado, con su musgo, con su humedad. Una mujer flamante. Su vientre era liso, acolchado… Lo demás, de qué podía quejarme, me levantaba a las seis, un buen café, y a la máquina de escribir hasta las doce. Pasado ese horario, para mí, estrictamente inviolable, pues pienso que un escritor debe tener férrea disciplina, podían venir los encuentros y recepciones. En el ochenta y siete al fin vio la luz Porra al perro de Parra por Editorial Hojarasca, México. Enseguida la tradujeron al polaco, al rumano y al ruso. Concluyendo, la vida me recompensaba como al río Cacheu, con peces abundantes y gran caudal. La nota discordante ocurrió hace nueve meses. Recibí una llamada de García Márquez que se encontraba en España. Este fin de semana te caigo por allá. Quiero conocer Canhabaque, dijo. Era la segunda vez que nos visitaba. Será un honor para Fatumata y para mí, expresé con cierta reticencia porque me considero un hombre de pocos amigos. Y García Márquez no era la excepción. Se presentó con una comitiva de acólitos y guardaespaldas, habitual en él desde que ganó el Rómulo Gallegos. Después de intercambiar saludos y regalarme el libro que había presentado en Madrid, cosa que agradecí porque como escritor es bastante agudo, partimos con la nevera bien apertrechada de bebidas, licores, y algunas delicias que preparaba Fatumata. A la Isla de Bubaque llegamos al mediodía. La temperatura se mostraba espléndida en esa época del año, calor, pero soportable. Allí cogimos dos piraguas con motor, único medio de trasporte para llegar a Canhabaque. Lo otro que recuerdo es verme en un Mil Mi-24 con militares cubanos. Pa-ra-li-za-do. ¿Me escucha, compañero? ¿Puede verme? Siga la linterna. ¿Me escucha?... ¡Vamos, vamos! ¡Esto es un shock anafiláctico! ¡Tómenle las constantes! ¡Oxígeno!, gritaba alguien. Lo único que podía hacer era respirar, y a duras penas. Me encontraba, por así decir, en una especie de coma consciente, si es que eso existe… ¡Una garrapata! ¡Lo ha picado una garrapata! ¿Lo recuerda? Una garrapata, repetían como papagayos voces que no eran ni de Fatumata ni de García Márquez. ¡Y yo no tenía perros, ni Fatumata, ni la familia de Fatumata! Del Mil Mi-24 me trasladaron a una ambulancia. De la ambulancia al aeropuerto. Del aeropuerto a un avión que hizo escala en París. De París a La Habana. Al aterrizar en La Habana me montaron en otra ambulancia, y de ahí… Bueno, he oído todo tipo de diagnósticos, por ejemplo: fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, tripanosomiasis africana, dengue, malaria, encefalitis japonesa. Ese último diagnóstico fue la gota que colmó el vaso. ¿Encefalitis japonesa? ¡Pero si yo no he estado en Japón! Más tarde, cuando me sentenciaron a una muerte lenta, cuando dejaron de contar con mi vida tanto los médicos como la Seguridad del Estado, el PCC, la CTC, incluso la UNEAC, más tarde, cuando pensaron que era un despojo, me trasladaron aquí… ¡A qué manos fue a dar mi colección de clásicos! ¡Oh, mi Olympia! El tiempo pasó y un camao puso dos huevos. Un día, con un esfuerzo sobrehumano moví los párpados, y me dije, ¡dale, que tú puedes!, otro, los dedos de los pies, y así. Cada día movía una parte de mi cuerpo, pero única y exclusivamente en la noche, en la más estricta oscuridad. De esas pequeñas victorias quien sabía era yo, quien gozaba era yo… Una garrapata. ¿Me escucha, compañero? Lo picó una garrapata. ¿Se encuentra bien?... Al principio, no sé si por lástima o curiosidad me visitaron Carilda, César López, Ezequiel. Incluso mi exmujer una tarde se presentó con Eusebio y un ramo de gladiolos. Posteriormente… posteriormente la eterna constante. ¡¿Qué hice?! ¡Por qué! ¡¿Por qué a mí?! Los diagnósticos se intercalaban alternativamente con una frase de Solzhenitsyn: "Si uno es siempre prudente, ¿puede seguir siendo un ser humano sin fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, tripanosomiasis africana, dengue, malaria, encefalitis japonesa?" O, "si uno es siempre prudente, sin fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, tripanosomiasis africana, dengue, malaria, encefalitis japonesa, ¿puede seguir siendo un ser humano?" Estamos en Cuba, Oscar Marquetti, no en Estados Unidos. No queda otra, pensé al analizar por meses dicho galimatías. Sí, el próximo paso, digamos el paso trascendental, la verdadera elipsis, es convertirse en momia y olvidar el pasado, tacharlo. ¡Qué puede preocuparte si tienes inspiración! Fue así, a través de Solzhenitsyn y no a través de mi arcaica racionalidad como comencé a salirme de mi historia para adentrarme en la historia de este nuevo personaje, Píriz. Otra momia más.

 


Dolores Labarcena nació en Santiago de Cuba, en 1972. Ha publicado el libro de poemas Las puertas dialogadas (Editorial Abril, La Habana, 2004) y la novela Kruschov (Verbum, Madrid, 2015). Codirige la revista literaria on-line Potemkin ediciones. Este texto pertenece a la novela No quiero llanto, recién publicada por la editorial madrileña Betania, que la ofrece en versión descargable y gratuita.

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