Primero fueron los murciélagos, que se colgaron cabeza abajo. Después, los hombres, que se colgaron unos a otros, los ojos inyectados en sangre.
TA TA TA
Luego las aves de corral, se desplumaron hasta la llaga. La cadena de mutación y contagio, no respetó fronteras ni especies.
TA TA
Las aldeas de la Lombardía, lo mismo que las de la Península Ibérica, que los espantosos pueblos sudamericanos, fueron asoladas. Cada quien se encerró a morder su propia costra.
TA TA TA TA
Los hombres levantaban jubilosos patíbulos. Los extranjeros eran cazados a lazos. Los árboles daban frutos sangrientos. Las hembras dejaron de parir. La rabia se transmitía por las uñas.
Les arrancaron las uñas. El aire se convirtió en letal arsénico. Prohibieron respirar. Se perdieron las lenguas.
TA TA TA TA
(Los sacaban de sus casas, los arrojaban al mar.)
TA TA
No se habló más. Se ladró. Todos llevaban en los cuerpos la marca universal de la dentellada.
TA TA TA TA TA TA TA TA
La rabia llega en las noches
TA TA TA TA
con los perros.
Se bebe al desayuno.
TA TA TA
Y canta y muerde, loca,
TA
de su propia embriaguez.
Damaris Calderón Campos nació en La Habana, en 1967. Entre sus libros de poesía publicados: Las pulsaciones de la derrota (Ediciones LOM, Santiago de Chile, 2013), La soñante (Efory Atocha Ediciones, Madrid, 2014) y Entresijo (Bokeh, Leiden, 2017), ¿Y qué? (Ediciones Las Dos Fridas, Isla Negra, Chile, 2018). Este poema pertenece al libro inédito La estrella muerta.