1.
El obrero dialectal que montó los muebles
nos hizo felices.
Cano, algo bisojo, extendió
su paño sobre la moqueta
y fue encolando
la madera mediocre.
Cada cuarto de hora pasábamos a saludarlo y veíamos el equilibrio
transferido
de sus movimientos a las tablas;
nos explicaba la disciplina
("Dieciséis años:
para mí,
una segunda naturaleza")
y volvíamos a hablar de él,
como un pariente recuperado.
Al ofrecerle té, sonrió:
—Uno normal, del que nos gusta a los albañiles.
2.
El taxista llevaba siete años aprendiendo griego
con cedés
que escuchaba entre un cliente y otro.
Za ícela na pió mía butilca krasí,
parakaló,
y repetía
el modo, la cortesía y la medida
del vino.
El vientre enfermo de su mujer
templaba en las islas,
pero él detestaba a "los expatriados"
que pedían fritanga y karaoke
sin una sílaba de país.
Mejor
aquella taberna del monte
donde al oírle
kyrie, parakaló, ena bukali krasí,
el dueño lo abrazó, le dio tsípuro
y lo llevó al salón donde comían
treinta familiares:
—Es la primera vez (dijo una niña)
que mi padre entiende a un inglés.
Fruela Fernández nació en Langreo, Asturias, en 1982. Ha publicado los libros de poemas Folk (2013), Una paz europea (2016) y La familia socialista (La Bella Varsovia, Madrid, 2018), de donde procede este poema. Fue editor del libro colectivo The Smiths: música, política y deseo. Ha traducido textos de Peter Handke, Marie Luise Kaschnitz, Edoardo Sanguineti, Miltos Sajturis, Patrick Kavanagh y Hugo von Hofmannsthal. En la actualidad es profesor titular de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) y profesor visitante en la Universidad Complutense de Madrid.